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Crítica de Teatro

Lorca resucitó anoche

Ricardo Iniesta cierra un círculo de 30 años con la puesta en escena de esta coproducción con el Centro Dramático Nacional de Así que pasen cinco años. Si hace seis lustros esta obra se convirtió en el sello de la joven compañía, Atalaya, ahora muestra toda la experiencia y la sabiduría acumulada en una trayectoria artística impecable. Estamos ante el llamado teatro imposible. Poesía pura al servicio de las artes escénicas, surrealismo incomprendido en su época y que supuso un cambio radical en un autor que, tras su viaje a Nueva York, comienza a separarse del teatro que lo ha convertido en una estrella (su trilogía rural) para introducirse de lleno en la vanguardia que domina Europa.

Ricardo Iniesta le tiene cogido el pulso al verso de Lorca. Con la ayuda de su inseparable Esperanza Abad la poesía suena con prístina claridad. La fantástica música de Luis Navarro se funde, como nunca, con la que generan las gargantas de los actores. El vestuario de la maestra Carmen de Giles enriquece con maravillosa elegancia. La iluminación de Miguel Ángel Camacho es profusa, conmovedora y espectacular. Manolo Cortés demuestra ser el mejor en su disciplina y su trabajo de maquillaje y peluquería subyuga ante su perfección. Todo está bien. Se transpira el esfuerzo ímprobo, las horas de estudio, la felicidad de saber que se está acertando. Pero lo más importante es que Lorca suena como nunca, que Iniesta consigue que lo incomprensible de una obra difícil y dura nos llegue a través de los sentidos y no de la inteligencia. Los nueve actores harían llorar a Lorca de satisfacción.

Felicidades y gracias por demostrar de lo que es capaz el teatro andaluz.

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