Crítica 'Deuda de honor'

Magnífico y terrible 'western' desolado

deuda de honor. Drama/Western, EEUU, 2014, 122 min. Dirección: Tommy Lee Jones. Intérpretes: Tommy Lee Jones, Hilary Swank, Miranda Otto, Meryl Streep, Hailee Steinfeld y William Fichtner. Guión: Kieran Fitzgerald, Tommy Lee Jones y Wesley Oliver. Fotografía: Rodrigo Prieto. Música: Marco Beltrami.

Una mujer tan inteligente, recta y bondadosa que no encuentra marido en la Nebraska de 1855 -porque los hombres temen sus tres virtudes- se hace cargo del traslado de tres mujeres que han perdido la razón a causa de las durísimas condiciones de vida en un pequeño asentamiento de colonos perdido en medio de la nada. La congregación religiosa decide enviarlas, atravesando tierras desérticas azotadas por indios y forajidos además de por unas temperaturas extremas, a una población en la que podrán ser debidamente atendidas. Le acompañará un viejo truhan borracho y pendenciero al que ella salva de la horca.

Éste es el argumento de este durísimo western de ecos a la vez clásicos (el Ford de Caravana de paz o Dos cabalgan juntos, el Wellman de Caravana de mujeres), posclásicos (el Eastwood de Sin perdón) y posmodernos (los Coen de Valor de ley). Ecos que resuenan en la poderosa personalidad creativa de Tommy Lee Jones, el actor al que le costó casi tres décadas que se reconociera su talento fuera de los terrenos de la acción, la fantasía o la comedia; y que tras lograrlo demostró que es un muy buen director desde que debutó en televisión dirigiendo el westernViejos muchachos hasta que se pasó al cine con Los tres entierros de Melquiades Estrada. Su cine es tan duro y a la vez recónditamente tierno como los grandes personajes que suele interpretar. La coherencia entre el gesto y las actitudes vitales del Hawkins de Space Cowboys, el Ed Tom Bell de No es país para viejos, el Hank Deerfield de En el valle de Elah o el Thaddeus Stevens de Lincoln, magistralmente interpretados por él, se corresponden a la entereza moral, dureza y subterránea ternura que hacen de Deuda de honor un espejo en el que es posible, y no solo porque actúe en ella, el rostro de este gran actor y realizador.

Absolutamente despiadado con sus personajes, a los que solo les concede un bronco y áspero fondo de ternura, este western va mucho más allá de lo que suele llamar crepuscular: se desarrolla en una zona de desasimiento de todo principio civilizador ya sea legal o religioso, de inanidad de todo gesto de amor o de ternura, de pérdida en un olvido absoluto de toda vida por grandes que sean sus méritos o sacrificios. Y sin embargo… Vale la pena intentar hacer las cosas decente, valerosa y compasivamente. Aunque al final todo fracase. ¿O no? Porque la medida del fracaso o del éxito no siempre es objetiva. Y en esta película hay un retorcido trasfondo religioso que podría recordar hasta a Buñuel en su gusto por la paradoja -¿hay un eco de Nazarín o de Viridiana en el personaje de Hilary Swank?- y en la imagen final de Tommy Lee Jones bailando borracho mientras dispara al aire, como el diablo de un viejo cuento americano.

La extraordinaria dirección fotográfica del mexicano Rodrigo Prieto (Amores perros, Brokeback Mountain, Babel, Argo) exprime toda la aridez de los espectaculares paisajes desérticos como si fueran las entrañas de los personajes. Tommy Lee Jones y Hilary Swank están soberbios. El resto del reparto no desmerece. Y la breve aparición de Meryl Streep es un regalo.

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