Muere Javier Tomeo, el amante de los monstruos y los seres imperfectos

El escritor aragonés deja una novela póstuma, 'El amante bicolor', que publicará Anagrama a principios del año próximo

Javier Tomeo, fotografiado en una visita a Sevilla en 2009.
Agencias Barcelona

23 de junio 2013 - 05:00

El escritor y dramaturgo aragonés Javier Tomeo, que falleció ayer en Barcelona, deja una novela póstuma, El amante bicolor, que publicará Anagrama, el sello que hace cuatro décadas editó sus primeros grandes éxitos. Así lo explicó a Efe el fundador y director de la editorial Anagrama, Jorge Herralde, que lamentó la muerte del autor de Amado monstruo en el hospital Sagrado Corazón de Barcelona, a los 80 años.

Tomeo había ingresado hace cuatro semanas en ese centro médico barcelonés por problemas de ciática, pero su estado de salud se complicó al contraer una infección hospitalaria, según indicaron a Efe fuentes de su última editorial, Alpha Decay. La noticia del fallecimiento del escritor, creador de un imaginario literario de monstruos y seres deformes y autor de obras como Amado monstruo, El cazador, El unicornio o El crimen del cine Oriente, suscitó tristeza en los círculos literarios españoles y los primeros mensajes de pésame en su Aragón natal.

En Barcelona, el fundador y director de Anagrama informó de que recibió hace tan sólo unos días la última novela de Tomeo, convertida ya en la obra póstuma del escritor, que el editor barcelonés prevé publicar a principios del próximo año. En sus declaraciones a Efe, Herralde precisó que Tomeo le telefoneó hace unas dos semanas, mientras estaba ingresado en el hospital, para decirle que le había hecho llegar a la editorial su nueva novela. Según el editor, tenía "un entusiasmo desbordante", parecía animado y le comentó que se encontraba bien, pendiente de ser sometido a una operación menor que acabó agravándose tras contraer una infección. "Al cabo de unos días de recibir esta llamada, me enteré de que el estado de Tomeo se había agravado inesperadamente", comentó Herralde, que recordó con pesar que el proceso de edición de las obras de Tomeo era "algo complicado", ya que el autor mandaba sucesivas versiones de los escritos, que "corregía infatigablemente". "La que yo tengo era la primera versión, pero tras su muerte también la definitiva. La leeré sin más sobresaltos y la publicaremos a principios del próximo año", añadió.

Tomeo tenía una forma muy especial de ver el mundo y contarlo. Poseía una mirada fantástica y surrealista con la que se inventó un universo poblado de monstruos, de seres imperfectos con los que representó y caricaturizó la realidad. Nacido en Quicena (Huesca) en 1932, a Tomeo se le podía considerar un escritor de culto, un raro al que la gente joven adoraba. Un habitante de un casa solitaria sujetada por tres pilares: Kafka, Buñuel y Goya, tres nombres que siempre han acompañado al autor de El castillo de la carta cifrada o Amado monstruo. De Kafka decía que se parecía a él antes de leerlo y a Buñuel siempre lo ponía de santo, "san Buñuel", le llamaba.

Y es que este novelista, cuentista y articulista, traducido a quince lenguas y todo un fenómeno en Alemania, donde sus obras adaptadas para el teatro han sido representadas con enorme éxito, al igual que en otros teatros de Europa, buscaba el monstruo que todos llevamos dentro.

Tomeo dedicó toda su vida a escribir, a crear, al margen de cenáculos, modas o generaciones. "Lo que he hecho toda mi vida ha sido escribir", decía el pasado año a Efe, con motivo de la publicación de todos sus cuentos en un solo volumen de casi mil páginas. Un libro, publicado por Páginas de Espuma, en el que se incluían su famoso Bestiario, Historias mínimas, Problemas oculares, Zoopatías y zoofilias, El nuevo bestiario, Cuentos perversos y Los nuevos inquisidores, además de muchos inéditos y las reescrituras de antiguos relatos, todo lo cual conforma un soberbio legado literario del autor aragonés, que en varias ocasiones estuvo preseleccionado para el premio Nobel de Literatura.

Las bestias, los animales, eran otras de las pasiones de Tomeo, a ellos les daba vida y con ellos también representaba el mundo. "Dios puso a los animales en el mundo para humanizar a los hombres", decía, o "Las bestias son de Dios y la bestialidad es humana". Unas ideas que corren por muchos de sus cuentos protagonizados por animales, por arañas, moscas, chinches, mariposas, ovejas, cigarras, langostas, que lo que hacen es mostrar en sus relatos otra vez la imperfección del hombre o su vileza. "Parto de la realidad, pero la transfiguro y la caricaturizo en el sentido más noble", decía este hombre grande, con cara de aragonés recio pero con una ternura ilimitada.

Una especie de esperpento, de risa onírica y surrealista está en muchos de los textos de este escritor que practicaba una especie de escritura de cortocircuito, de automatismo mental que dejaba sacar lo más primario y salvaje sin ningún filtro. "He estudiado bastante a Freud y el yo, el ello y el superyo, y lo que me interesa es el ello, abandonar el subconsciente, lo que no controla el superyo, y escribir sobre todo aquello que nos gustaría hacer y que sin embargo no hacemos", decía el narrador sobre su obra.

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