síndrome clown. compañía de teatro

"Nadie se identifica con Superman, pero sí con nuestros personajes"

  • El dúo estrena mañana en Sala Cero su nueva obra, 'Justo a tiempo'.

  • "España parece un país alegre, pero predomina el pensamiento de 'si te ríes de lo mío, vas en contramano", aseguran.

Víctor Carretero y Práxedes Nieto, Síndrome Clown, en los alrededores de la Sala Cero.

Víctor Carretero y Práxedes Nieto, Síndrome Clown, en los alrededores de la Sala Cero. / juan carlos vázquez

Con una imaginación disparatada, un trabajo constante y una vis cómica innegable, Práxedes Nieto y Víctor Carretero, los Síndrome Clown, han sabido a lo largo de dos décadas de trabajo convertir su compañía en una suerte de marca que atrae al público. Mañana estrenan en la Sala Cero Justo a tiempo, su nuevo espectáculo, y su gancho ha vuelto a ponerse de manifiesto: la obra, una particular lección de cómo gestionar correctamente el tiempo, está programada hasta el 30 de abril, pero ya se han agotado casi todas las localidades para este mes largo de funciones.

-Ya probaron el formato de conferencia teatralizada en Mejor... es posible. ¿Conciben esta Justo a tiempo como una propuesta complementaria a aquella?

-(Práxedes Nieto) Después de muchos años de trayectoria, ahora llevamos casi 20, decidimos renovarnos. Lo hicimos con Mejor... es posible. Tuvimos una idea innovadora en el sentido de que, después de siete obras específicamente de clown, las que conoce todo el mundo, Este circo no es normal, La prematura muerte de un viajante o Clownquistadores, pensamos en orientarnos al ámbito privado. Nos invitaban a muchas galas de premios, y ahí no tenían cabida esas propuestas. Concebimos esa especie de conferencia, y nos encontramos con la sorpresa de que funcionaba más allá de las empresas, en los teatros de toda la vida. Ahora hemos hecho una segunda parte como si se tratara de una película, de El señor de los anillos o Harry Potter.

-Gestionar el tiempo de forma correcta parece cada vez más difícil.

-(Víctor Carretero) Nos estamos dando cuenta de que el tiempo es el gran tema, de hecho es la segunda palabra más buscada en internet. ¿Y de qué hablamos cuando hablamos de tiempo? Porque por un lado está la distancia que va desde el Big Bang hasta el momento actual, y, si nos fijamos en eso, el ser humano no es nada, aunque nos creamos lo más importante del universo. Y luego está el tiempo que hemos decidido medir, una historia que nos hemos inventado, porque si hay vida en otros planetas seguro que no tienen relojes. Y después nos encontramos con la percepción del tiempo de cada uno: cuando tú lo disfrutas transcurre rápido, pero si te aburres se te hace eterno.

"El público es tu juez, te guía. Por mucho que te guste un chiste, si no provoca risas, hay que sacrificarlo"

-En otros espectáculos se inspiraban en motivos tan diferentes como Chéjov, el cine o la antigua Roma. ¿De qué hilos han tirado para este montaje?

-(P. N.) Aquí sólo nos metemos en la piel de dos conferenciantes. Como en el otro espectáculo, junto con el director Fernando Fabiani, hemos consultado mucha bibliografía, muchos manuales sobre el tiempo... pero lo contamos de una manera entretenida. A un niño tú le das El Quijote y, claro, se desespera a la tercera página, pero se lo cuentas en dibujos animados y se traga todos los capítulos. Pues algo parecido hacemos en Síndrome Clown: contamos todo este asunto desde la risa. Porque si las matemáticas se hubiesen explicado con humor no las odiaríamos.

-(V. C.) ¿Tú sabes cuál es la definición de tiempo? Dimensión física que representa los estados por los que pasa la materia. Alucina. Y nosotros lo abordamos de otra manera. El tiempo es ir a una reunión de antiguos alumnos y darte cuenta de lo viejos que estamos todos [ríe]. Pero con el humor hacemos reflexionar. La gente nos suele decir: Además de lo que me he reído, la de cosas que me llevo.

-(P. N.) Al final de nuestras conferencias advertimos que todo lo que explicamos es verdad, nos interesa darle a estos espectáculos un punto pedagógico que no tenían propuestas como Estocolmo (se acabó el cuento) o Cineclown. Nosotros queremos ser como ese profesor apasionado con la literatura que supo transmitirte esa pasión. Ese es nuestro reto con nuestras obras conferenciadas.

-De Una de romanos han hecho 400 funciones, y todas con lleno. En estos años se han ganado la fidelidad del público.

-(P. N.) Y lo bonito es que hemos hecho este camino de la mano de Sala Cero, que apostaron por nosotros desde el principio. Recuerdo las primeras funciones, cuando la sala estaba en la calle Miguel Cid, venían 60 personas y nosotros estábamos felicísimos.

-(V. C.) El público es tu juez, lo es todo, el que te guía, le damos mucha importancia. Cuando tú ves que un chiste no funciona, por mucho cariño que le tengas, debes sacrificarlo. Y también ocurre al revés: descubres que la gente se parte de risa con algo que tú pensabas que no era bueno, con lo cual eso tiene que crecer. Nosotros podemos llevarnos un tiempo ensayando, pero hasta que no lo enfrentas al auditorio no sabes cómo funciona todo. Una suerte es que con nosotros el público se identifica, porque nadie se ve reflejado en Superman, pero sí en gente como nosotros, en alguien que teoriza sobre el tiempo pero que está llegando tarde. Si alguien nos ve a los dos, al payaso listo y al payaso tonto, piensa: ese soy yo y ese es mi padre echándome la bronca. O ese es el guardia civil que estaba ayer haciendo el control de alcoholemia y ese con cara de bobo era yo cuando me paró.

-Han hablado del payaso listo y del tonto, una distribución clásica del mundo del clown. ¿Hasta qué punto se sienten herederos de una tradición?

-(V. C.) Los clowns, cuando actuamos como parejas,compartimos la misma base: está el payaso listo que en realidad sabe menos de la vida de lo que parece y el tonto que se equivoca tres veces y al final encuentra la solución. Esos planteamientos que estudias y que son matemática pura. Eso lo mantenemos. ¿Qué ha pasado? Que ya no hacen falta ni gorros ni ese vestuario tan pomposo ni que vayamos maquilladísimos. Hoy con la simple nariz roja, que es la máscara más pequeña que existe, ya reconocen lo que eres. Somos payasos modernos. Antes los payasos empezaban con proezas musicales, acrobáticas, el humor venía casi al final. Fueron los hermanos Marx los que vieron que la palabra era una manera muy buena de hacer el payaso, equivocándose hablando. Nosotros vamos por esa línea, en nuestras referencias estarían Faemino y Cansado o Los Ulen, aunque ellos se muevan en un registro más bufonesco. Yo espero que las generaciones que vienen, aunque hablen de teletransportarse o de cuestiones que no imaginamos, sigan por ahí, aunque lo adapten a otro lenguaje.

-(P. N.) Por lo pronto, una compañía está montando Estocolmo (se acabó el cuento), nos pidieron adaptar nuestro espectáculo. Nos emocionó mucho que tras 20 años en esto alguien nos tenga como referentes.

-Ustedes, por fortuna, defienden un humor blanco. Hoy el clima se calienta muy pronto en cuanto se tocan temas controvertidos...

-(P. N.) Dejamos la sal gorda para otros, no es nuestro estilo. A nosotros nos gustaría mirarnos en el espejo del humor británico, los ingleses se ríen de ellos mismos con mucha elegancia. España parece un país alegre, pero predomina un pensamiento de no me toques lo mío que te estás metiendo en contramano. Y eso que está ocurriendo ahora de que uno pone un tuit y te denuncian es una locura. No debería haber censura.

-(V. C.) Pero, eso, ser incómodos no es nuestro estilo. A mí no me gustaría que alguien del patio de butacas se fuera a casa ofendido por algo que hayamos dicho. ¿Qué vamos a ganar con eso, el Oscar a los mejores payasos? No, así que no vale la pena meterse en líos.

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