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Orquesta Barroca de Sevilla | Crítica

Lamentos en el arroyo de cristal

Alicia Amo y la OBS en el Maestranza

Alicia Amo y la OBS en el Maestranza / Guillermo Mendo

Un año más la empresa sevillana Teknoservice patrocinó el concierto de enero de la OBS en el Maestranza, un evento que está camino de convertirse en un clásico de la ciudad, en esta ocasión acaso más esperado que otras veces, por la emergencia sanitaria y la crisis social y económica que sufrimos. Una crisis que, aunque no las ha eliminado, ha afectado notablemente a las programaciones musicales, con los ya habituales cambios horarios casi sobre la marcha, las reducciones de aforo y las cancelaciones de artistas, algo que esta vez tampoco faltó. El concierto al fin fue matinal y sin la cantante en principio escogida, pero sus resultados justificaron todos los protocolos, inconvenientes y mudanzas de organizadores, músicos y aficionados.

Cierto que, con respecto al cambio de solista, era tiro seguro. La prevista Julia Doyle no pudo asistir a su cita y su puesto lo ocupó la burgalesa Alicia Amo, bien conocida ya del conjunto y de la ciudad. Voz fresca, limpia, de timbre diamantino, un “arroyo de cristal” (uso a la Galatea de Haendel), que la cantante emplea además a partir de una técnica depurada, que le permite moverse por todo su registro con uniformidad, atender con soltura a las agilidades y frasear con absoluta intención dramática, algo especialmente destacado en los recitativos.

La mañana de Arne es una cantata de carácter muy ornamental, pero permitió apreciar ya el canto ágil de Amo y la capacidad de Mercero para adornar su línea con arabescos de enorme encanto. Donde empezamos a medir de verdad a la soprano burgalesa fue en un Purcell estupendamente contrastado entre los lamentos (el de The Fairy Queen sentido y distinguido, aunque no arrebatador; conmovedor el de Dido: cada nota, cada sílaba con el peso que le correspondía) y las piezas cantables (un prodigio de sensualidad Fairest isle). Tampoco defraudó la soprano en el belcanto haendeliano, con una línea impoluta de canto, que se impuso especialmente en la propina, un aria de Il trionfo del tempo e del disinganno que acaso fuera lo mejor de todo el recital por la mezcla entre firmeza y dulzura y un acompañamiento maravilloso, una vez más con los sutiles adornos del violín de Mercero en primerísimo plano.

La OBS rindió en todo momento a su nivel, con empaste impecable (que acaso en algún momento pudo perjudicar a la claridad de las voces medias) y bien equilibrada la combinación de las líneas sinuosas con los acentos contundentes.

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