ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA | CRÍTICA

Aliento, dedos y corazón

Oberlinger y la Orquesta Barroca de Sevilla.

Oberlinger y la Orquesta Barroca de Sevilla. / Federico Mantecón

Muchos aprendimos a odiar la flauta de pico, como alumnos o como padres, por culpa de la perversión de su uso en la enseñanza primaria, con los espantosos resultados que todos recordarán. Conciertos como éste nos reconcilian con un instrumento mucho más versátil y espectacular de lo que muchos creerían antes de ver a Dorothee Oberlinger en esta auténtica exhibición de virtuosismo y de musicalidad. Con un amplio despliegue de instrumentos, desde la flauta bajo hasta la sopranino, en todos ellos mostró sus mejores dotes como intérprete. Con la más grave se recreó en la ensoñación y la melancolía de una tonada escocesa arreglada por Francesco Barsanti, adentrándose en la profundidad del sonido sin apenas oscilación y con un fraseo muy íntimo. Y con la sopranino, tan compleja de tocar por el escaso espacio que hay para la digitación, dejó estupefacto al respetable en la primera propina con su versión de un concierto de Vivaldi, ornamentado hasta límites insospechados y con una cadencia de propia cosecha para cortar el aliento. Literalmente, porque Oberlinger domina a la perfección la técnica de la respiración continua y ello le permite enlazar larguísimas frases y pasajes sin interrupción.

Tal virtuosismo, que le lleva también a arriesgar el sonido en la franja más aguda con ataques llenos de energía, está siempre al servicio de una enorme musicalidad, gracias a la cual nunca se pierde la línea de continuidad melódica a pesar del chisporroteo de notas que se superpone a la misma. Y en cuanto a lirismo, baste recordar su segunda propina, su versión del aria Tu del ciel ministro eletto de Haendel, todo un dechado de legato y de poesía.

La OBS (dirigida en la práctica por Miguel Romero) la arropó con sus mejores galas, con un sonido compacto, brillante y preciso en los ataques, con la energía en la acentuación en ella habitual y con la riqueza y fantasía de ese continuo de lujo formado por Mercedes Ruiz (espléndida, como siempre, en sus pasajes concertantes), Ventura Rico, Eyal Streett y Alejandro Casal, que mostró la fantasía y la delicadeza de su toque en el acompañamiento del Menuetto del Concerto grosso de Haendel. La obertura de esta obra sonó plena de solemnidad gracias a un  uso muy expresivo de la acentuación. Y soberbia fue la energía y el virtuosismo orquestal exhibido en el segundo tiempo del concierto de Avison, marcado precisamente Con furia.

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