Oratorio de Navidad | Crítica

Menuda celebración navideña

Los solistas, la OBS y el Coro de Niños de Windsbach con Ludwig Böhme en el Maestranza.

Los solistas, la OBS y el Coro de Niños de Windsbach con Ludwig Böhme en el Maestranza. / Guillermo Mendo

En el último lustro, el Otoño Barroco se esforzó por crear la tradición de ofrecer por estas fechas el Oratorio de Navidad de Bach (una de las seis cantatas que conforman la partitura original cada año), pero así, como esta noche en el Maestranza, cuatro cantatas a la vez, hacía tiempo que esta obra, tanto más impresionante cuando se piensa que Bach la construyó a base de retales (pero, ¡qué retales!), no se escuchaba en Sevilla. Un acierto que el Maestranza la programara aprovechando la gira que la OBS está haciendo por España y Alemania junto al Coro de Niños de Windsbach.

Escuchar a las casi setenta voces de este coro juvenil interpretar los corales bachianos en mezzopiano (por momentos, casi susurrando, como en la primera aparición del famoso coral de Gerhard, tan popular por la Pasión según San Mateo) es una de las experiencias auditivas más formidables que recuerdo haber vivido los últimos años. Con una afinación perfecta, un equilibrio ideal, una transparencia cristalina y una dulzura infinita era el espíritu de Bach, el de la música misma, el que se abría paso entre sus labios (es posible que los creyentes sintieran incluso algo más allá). Por supuesto que el resto de sus intervenciones mostró lo que puede producir una tradición como la de las cantorías alemanas: un grupo de muchachos disciplinados, entregados a la música y con una capacidad para sonar juntos y en concordia con orquestas y solistas profesionales que roza casi lo milagroso.

Ludwig Böhme conoce desde luego a Bach en profundidad y supo articular su música y desgranarla con una flexibilidad muy notable, acentuando un fraseo lleno de curvas y matices, al que la OBS respondió de manera extraordinaria. Es cierto que el escenario, con el fondo de decorados de Las bodas de Fígaro y, lo que es peor, demasiado abierto por arriba, no favoreció acústicamente al conjunto, sobre todo, a los instrumentos del continuo (violonchelos, tan importantes siempre en el grupo y esta vez más lejanos que nunca) y a las flautas, aunque Ruibérriz de Torres estuvo una vez más formidable en su obligato de la cantata II, de la que Böhme y la orquesta brindaron una ejecución soberbia, consiguiendo algunos de los momentos más memorables de la noche, con los oboes d'amore y los oboes da caccia creando un ambiente pastoril casi irreal, por momentos espectral (sinfonía de apertura). Bien las restantes participaciones solistas (algo cohibido me pareció en cualquier caso Leo Rossi en su obligato de la cantata III), aunque el trompetista David Hendry se descolocó un tanto al final, cuando la exigencia articulatoria de la partitura se convierte en un riesgo indiscutible.

Entre los solistas, brilló muy especialmente Thomas Laske, un barítono de fraseo elegante, prosodia maravillosa (¡qué forma de marcar los acentos!) y una profundidad expresiva deslumbrante. Los otros tres mostraron ser buenos especialistas bachianos, aunque sin alcanzar ese toque de especial trascendencia de su compañero. Patrick Grahl mostró ser un Evangelista más dramático que lírico, un magnífico fraseador, aunque cuando en su aria de la cantata II (la del traverso obligado) los ornamentos apretaron, su vocalización se hizo demasiado mecánica. La soprano Isabel Schicketanz dio muy buena réplica a Laske en su dúo de la cantata III, otro momento señalado de la noche, y estuvo muy correcta en su aria de la cantata VI. Preciosa la entrada de la mezzo Marie Henriette Reinhold en su recitativo apoyado por oboes del principio de la obra, aunque a su aria, de gran corrección técnica, le faltó un punto de distinción y de emotividad.

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