Cultura

Rozando el cielo

Pedro Álvarez-Ossorio ha conseguido una de sus mejores creaciones con este Perlimplín que se beneficia de la sinergia creada por sus colaboradores. En un teatro donde se funciona casi por familias, Álvarez-Ossorio ha sido lo suficientemente osado para traspasar fronteras y trabajar con otros compañeros, punteros en sus disciplinas. De esta manera ha aunado la versatilidad de Isa Ramírez, buena cantante y actriz con el momento dulce que vive Guillermo Weickert, uno de los mejores bailarines de Andalucía. Con ellos Juan Carlos Sánchez, que llega a emocionar con su papel de Perlimplín dándole una dulzura e inocencia que llega directa al corazón. La idea de que Emilio Alonso interprete a la criada Marcolfa acierta de pleno y el actor recrea a esta especie de Poncia severa y cariñosa a la vez.

La escenografía de Vicente Palacios y la iluminación de Ada Bonadei acaban dándole a este juguete de amor, celos y cuernos la justa envoltura que lo convierte en un excelente montaje que sabe dar espectáculo.

Este Perlimplín respeta el texto de Lorca y al que le ha agregado el diálogo de La doncella, el marinero y el estudiante y algunas frases de la Conferencia sobre el duende (sic). Esta aportación tiene más que ver, me da la impresión, con la pedagogía que acompaña a la carrera de Álvarez-Ossorio que a un acierto creativo. No le sobra, pero no era necesaria esa addenda.

La obra está basada en dos pilares, la interpretación de la mayoría de sus actores y la plasticidad creada por la danza y los colores de su escenario. Sublimes resultan la danza entre Weickert y Juan Carlos Sánchez en la que se pone de manifiesto la idea de pelele de Perlimplín, (aunque mejor hubiera sido que la canción estuviese grabada por un profesional) y las miradas dulces de Sánchez enamorado.

Un verdadero espectáculo al que con el rodaje y algunos cambios podría convertirse en una de las más acertadas propuestas sobre Lorca.

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