Los otros protagonistas La danza comparte escenario con la música y el canto

Zeffirelli al son de Camborio

  • El Ballet Español de Lucía Real y el coreógrafo fallecido el año pasado pone movimiento al espectacular baile de 'La Traviata' que visita esta semana el Teatro de la Maestranza

Suele decirse que la ópera es un espectáculo total, sintesis y culminación de todas las artes escénicas y de los placeres que todas ellas pueden ofrecer al espectador. A este delirio de los sentidos, junto a los imprescindibles actores-cantantes, contribuyen muchas personas -coro, ballet, figurantes...- e incluso algunos animales.

El público sevillano conoce bien la espectacularidad operística de Franco Zeffirelli. Él mismo vino al Maestranza en 1994 con una deliciosa Bohème que ha quedado en la retina de los que la vieron, burrito incluido, y ahora, de la mano de Pacini, repone esta producción realizada en 2007 para la Ópera de Roma.

Algunos directores eliminan los ballets por motivos económicos, pero el italiano no prescinde jamás de algo que pueda dar brillantez a una obra y, amante desde siempre de la danza española, confió las coreografías de sus últimas óperas -Carmen, La Traviata e Il trovatore- al Camborio, un bailalín afincado desde hace más más de medio siglo en Madrid, donde falleció en abril del año pasado.

"A Franco le encanta el temperamento y la espontaneidad en el baile, por eso le gustaron mucho las danzas de carácter que nosotros hacíamos y en las que se mezcla la danza española y folklórica con el flamenco", dice Lucía Real, esposa de El Camborio durante más de 40 años, 30 de los cuales los han pasado bailando juntos en su propia compañía, el Ballet Español de Lucía del Real y José El Camborio.

A pesar del nombre de gitano lorquiano que le puso, con su peculiar intuición, doña Pilar López en los seis años que el bailaor militó en su célebre compañía -ya antes había bautizado al siempre recordado Antonio Esteve como Antonio Gades-, El Camborio había nacido en 1939 en el norte de Italia con el nombre de Elvezio Brancaleoni. Fue bailarín de la Scala de Milán, donde tuvo ocasión de trabajar junto a genios como Bèjart o Massine pero, enamorado de la danza española, pidió excedencia en el coliseo milanés y, con apenas 18 años, se vino a España, donde pasó bastantes penalidades hasta que se convirtió en el primer bailarín de compañías tan relevantes como la citada o las de Rosario, Mariemma o Rafael de Cordova. "Es cierto que pasó unos primeros años muy duros, pero después no hemos parado de trabajar hasta que cerramos la compañía hace cuatro años. Los dos hemos pasado por las más grandes formaciones españolas antes de crear la nuestra. También hemos trabajado durante mucho tiempo en importantes tablaos madrileños como el Corral de la Morería", añade Lucía quien, además de bailar el papel de zíngara en La Traviata, ha sido la encargada de la reposición de la coreografía de su marido.

En esta ocasión, Lucía ha llamado a un grupo de bailarines y bailarinas encabezados por dos solistas que son dos autenticas figuras de la danza española: José Porcel, que interpreta al torero Piquillo, y Rosa Zaragoza como La Bailarina Andaluza. El primero, cuya compañía cumplirá diez años en octubre, con espectáculos en su haber como Espartaco (con coreografía del también desaparecido José Granero) o la más reciente Moralejas, está contento en el mundo de la ópera. "En realidad -aclara- bailar unos pocos minutos en una producción tan cuidada es un auténtico relax, frente al ajetreo que significa gestionar una compañía propia. Además, aprovechando las instalaciones estamos ensayando la Carmen que se repondrá en Verona el mes próximo. Junto a éste, la asturiana Rosa Zaragoza (bailarina entre otras de la compañía de Gades) y los demás compañeros contribuyen a que esta ópera sea en verdad un espectáculo total e inolvidable.

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