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Cultura

Zuloaga, un pintor 'andaluz'

  • La Diputación edita un libro que recrea especialmente la relación del artista vasco con Sevilla

Ignacio Zuloaga colaboró con Falla en la organización del legendario Concurso del Cante Jondo de Granada, compró su cuadro favorito -El Apocalipsis de El Greco- en Córdoba y se hizo torero en Sevilla, donde pintó algo más de medio centenar de cuadros y en cuyos pueblos toreó la mayoría de las 17 corridas que se le atribuyen.

El cuadro de El Greco lo adquirió en Córdoba por 5.000 pesetas de la época, pese a la oposición de su amigo Auguste Rodin, que detestaba la pintura del cretense. El gran escultor francés acompañó a Zuloaga en 1904 en su viaje por Andalucía, con una larga estancia en Sevilla. "¿Se ha vuelto usted loco?", le espetó Rodin al vasco cuando éste se empeñó en adquirir El Apocalipsis, que más tarde le serviría de fondo para obras suyas, como el retrato que le hizo a Cambó o el cuadro que dejó inacabado y titulado Mis amigos, que dedicó a la Generación del 98.

En ese cuadro Zuloaga retrató al torero Juan Belmonte junto a Valle-Inclán, Ortega y Gasset, Marañón y Baroja, entre otros, para dejar constancia de la categoría que otorgaba al arte del toreo y al diestro sevillano, al que consideró otro miembro de esa generación, asegura José Romero Portillo, autor de Ignacio Zuloaga en Sevilla, un libro que acaba de publicar la Diputación de Sevilla. Como otra prueba de la devoción del pintor por Belmonte, en esta monografía Romero Portillo ha incluido una fotografía de 1934 en la que Zuloaga ayuda al de Triana a ponerse la chaquetilla antes de una corrida en Nimes (Francia).

En sus dos estancias en Sevilla, la de 1892 a 1898 y la de 1902 a 1904, el artista vasco pintó algo más de medio centenar de cuadros que ahora día se reparten por museos, colecciones privadas y hasta en la Royal Hispanic Society de Nueva York, donde se conserva el soberbio Gallito y su familia, un óleo sobre un lienzo de más de dos metros de un colorido y unas formas que todavía hoy resultan atrevidos.

Muchos de estos cuadros están dedicados a la tauromaquia, como el Retrato del picador El Coriano, en el que, a diferencia de otros grandes pintores como el mismo Goya, no se interesa por el lance, sino por la profundidad del carácter del personaje. Zuloaga "siempre se interesó más por la trastienda", por los retratos de las gentes y por las estampas campestres, explica Romero Portillo.

Aunque no existe constancia histórica de las 17 novilladas que se le atribuyen, con el consiguiente revolcón con consecuencias en una de ellas, al menos se conserva el cartel de la celebrada el sábado 17 de abril de 1897 en el que rezaba con el nombre artístico de "Ignacio Zuloaga El Pintor" junto a un tal Manuel Domínguez del que tampoco parece haber quedado mucha memoria en los ruedos.

A su primera estancia en Sevilla a finales del XIX es atribuible su afición a los toros y al flamenco, que le llevó a colaborar con Falla en la organización del concurso de Cante Flamenco que también implicó a García Lorca. Su primer estudio de pintor en la capital andaluza lo instaló en la Casa de los Artistas, muy próxima al barrio de la Alameda de Hércules, entonces plagada de cafés cantantes.

La relación con Sevilla se prolongó durante toda su vida con visitas constantes, de modo que la famosa anécdota de que Zuloaga podía viajar de París a Toledo solo para contemplar El entierro del Conde de Orgaz se hizo también realidad en las escapadas para no perderse la Semana Santa ni la Feria de Abril.

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