El amor, después del algodón de azúcar
Maribel Verdú y Antonio Molero encarnan esta semana en el Lope de Vega a dos seres opuestos en 'El tipo de al lado', una comedia sobre una relación "tormentosa y surrealista"
La afinidad que encontraron los integrantes del reparto de la versión española de Un dios salvaje, de Yasmina Reza, el cuarteto formado por Aitana Sánchez-Gijón, Pere Ponce, Maribel Verdú y Antonio Molero, les hizo cobijar la esperanza de que volverían a coincidir sobre las tablas. El equipo de los salvajes acabó separándose debido a diferentes compromisos: Sánchez-Gijón se embarcó en Babel, y Ponce se entregó a Si supiera cantar, me salvaría (El crítico) -ambas ya vistas en Sevilla-, pero Verdú y Molero materializaron pronto esa promesa. Los dos llevan ya más de un año de gira con El tipo de al lado, adaptación de una novela de la sueca Katarina Mazetti que dirige José María Pou y que se representa en el Lope de Vega hasta este sábado.
La obra cuenta la atracción entre un hombre y una mujer de intereses contrarios. "Son dos personajes que se encuentran por casualidad en la vida, que todos los días van al cementerio a aliviarse un poco su soledad. Se sientan en un banco corrido de cemento, sin mirarse, hasta que un día se miran y se produce la chispa", explica Molero sobre el retrato de una relación "tormentosa, surrealista" entre un granjero y una bibliotecaria. Ella, amante de la ópera y lectora de Schopenhauer, ha perdido a un marido biólogo, pero descubrirá, adelanta Verdú, "que se aburría con él, y se topará con un hombre que es puro campo, desconocido, diferente". La comedia viene de la confrontación de estos dos seres opuestos, aunque la situación que dispone Mazetti esconde cargas de profundidad. "Es como el anuncio de una película romántica en el que los dos protagonistas se enamoran y comen algodón de azúcar. Pero esta obra habla de la madurez, y se pregunta: ¿Qué es lo que pasa si seguimos?", analiza Molero. Así, la propuesta es "un bombón dulce que cuando lo muerdes tiene un licor amargo", una reflexión sobre "las relaciones un poco imposibles" y "cómo nos fascina lo diferente en un principio, pero luego queremos hacer al otro igual que uno", ahondan los actores, felices por el hecho de que el material fuera a las manos de Pou, "un hombre que forma parte de la historia de nuestro teatro" y que ha otorgado al espectáculo "un punto más adulto, porque de haber caído en las manos de otro no habría sido más que la comedia del paleto y la cursi". El resultado provoca "que muchas parejas se acerquen entusiasmadas y nos cuenten que algo parecido les ocurrió a ellos. En Gijón, incluso, una señora nos dijo que era bibliotecaria y que ahora estaba cuidando vacas".
En el tiempo que llevan de gira, Verdú y Molero se han sorprendido con la poderosa comicidad de los diálogos. "Pensábamos que estábamos haciendo una comedia de sonrisa, pero la gente se parte", hasta el punto de que ya le piden antes de cada función a una suerte de talismán que les regaló una periodista [Marijaia, personaje ficticio, símbolo de la Semana Grande de Bilbao] "que la gente se ría, que se lo pase bien". Se ve que los dos intérpretes también disfrutan: la actriz de Blancanieves muestra su entusiasmo "por hacer comedia en el teatro, porque ya en cine me como muchos dramas", aunque la madrileña también recordó su desgarradora interpretación de Madame de Tourvel en Las amistades peligrosas, cuando "debajo del traje llevaba rodilleras y coderas, porque Toni [Cantó] me arrastraba por el suelo en los momentos más dramáticos". Molero, que tuvo que dejar atrás su obsesión por la técnica y entender que "o se tiene vis cómica o no se tiene", expresa igualmente su predilección por el género. "En teatro y televisión prefiero hacer comedia también. No me veo cinco años en Hospital Central, llorando y despidiendo a gente que se muere", admite. La conversación pasa a un asunto no precisamente de risa: algún periodista pregunta por la subida del IVA, pero Molero aparta el anzuelo -"da la sensación de que esto no puede aguantar mucho, pero no vamos a hacer una arenga política que nos llueven las tortas por todos lados"- y la Verdú, recientes aún las desmedidas reacciones que tuvo su discurso en los Goya, evita entrar en materia: "¡Yo no voy a decir ni mú!", exclama. Y la sala de prensa, tal vez por el hechizo de Marijaia, estalla en una amarga carcajada.
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