El club de la tragicomedia

Son muchos los palos que quiere tocar y varios los registros que busca alternar este primer largo de la canadiense Ally Pankiw protagonizado por la emergente Rachel Sennott, a la que vimos y disfrutamos en Shiva baby o El club de las luchadoras. Palos de rabiosa agenda feminista, en favor del consentimiento como principio e, inopinadamente, contra la corrección política y la cultura de la cancelación que persiguen el humor como vehículo para la catarsis o que se sirven de él como coartada.

La de Antes era divertido es la historia de una precaria comediante veinteañera metida a canguro de una adolescente (bastante desdibujada) con madre enferma, crisis propia de la edad y padre policía y pelín machirulo. Pankiw decide descomponer su relato temporalmente a partir de la huida y desaparición de esa adolescente, gancho para un retrato de relaciones de ida y vuelta donde los temas de la responsabilidad, la inseguridad, los límites del humor o los vínculos afectivos se ponen encima de la mesa mientras el mundo se desmorona o se precipita hacia la violencia.

Con todo, el tono no termina nunca de ponerse a la altura (dramática) de las circunstancias, principal obstáculo para tomarse en serio los temas serios de los que se habla y que incluyen la orfandad, los abusos sexuales y una relación femenina intergeneracional como etapas y gestos de afirmación de unas identidades insatisfechas y confusas.

Una vez más, es un estupenda Sennott quien carga con el peso, a veces ligero, otras pesado, de un filme que se mueve por el contorno del indie norteamericano en unas formas algo planas que no sacan especial brillo a sus temas, criaturas y argumentos.