Bartoli sin Eurídice ni final feliz

ORFEO ED EURIDICE | CRÍTICA

Bartoli y Petit, Orfeo y Cupido/Eurídice
Bartoli y Petit, Orfeo y Cupido/Eurídice / Guillermo Mendo

La ficha

****Ópera de Ch. W. Gluck sobre libreto de R. de Calzabigi. Versión semiescenificada. Intérpretes: Cecilia Bartoli y Mélissa Petit. Il Canto di Orfeo. Les Musiciens du Prince-Monaco. Dirección: Gianluca Capuano. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Sábado, 29 de noviembre. Aforo: Completo.

Extraño final para una ópera tantas veces escuchada y tantas veces vista. Se ampara Bartoli (a cuya medida está pergeñada esta producción, evidentemente) en una hasta ahora ignorada versión de Parma de 1769 de esta ópera, cuya principal novedad es adaptar la parte de Orfeo para una soprano en vez de para un castrato. Pero dudo mucho que en esa versión se suprimiera toda la escena final, la irrupción de Cupido para devolver a la vida a Eurídice y cantar a trío “Trionfi l’amore” junto al coro. En vez de eso, en lo que hemos escuchado en Sevilla desaparece toda esa escena y se repite, en pianissimo, el coro fúnebre inicial, dejando cojo el argumento de esta ópera. Claro que así se ahorran una tercera cantante para el trío final y sale más barato. Es verdad que de esta manera se devuelve la historia al mito original griego, en el que Euridice vuelve al inframundo para siempre tras girar Orfeo la mirada y en el que el pastor tracio es finalmente devorado por las bacantes, hastiadas de escuchar su eterno lamento por los bosques. Pero esa no era la intención de Gluck, que en todas las versiones hasta ahora conocidas (la de Viena y la de París) pone colofón a su ópera con el triunfo del amor.

La versión semiescenificada, con hábiles cambios de luces y con Bartoli rompiendo la cuarta pared, funciona correctamente, dada la escasa teatralidad del original de Calzabigi/Gluck. Bartoli acusa el paso del tiempo por su voz. El brillo de su timbre se ha ido apagando y hoy suena más mate, sin esa soltura en el agudo ni esa capacidad de penetración de antaño. A cambio, se ha ensanchado su sonido en la franja central, ahora más sólida y firme, aunque con el peculiar vibrato que siempre tuvo la cantante romana y los tradicionales cambios de color en el paso de registros. Su canto pasional, excesivamente musculoso en muchos momentos, le permite un fraseo enérgico y muy dramático, pero que se agrieta en las frases más delicadas. A cambio, Mélissa Petit, con su voz fresca, natural y timbrada, cautivó con su interpretación llena de matices y reguladores, con un "Che fiero momento" rutilante y lleno de pasión.

Brillante dirección de Capuano a un excelente coro (su canto íntimo final fue sensacional) y una orquesta llena de colores y de cálido empaste. Los tiempos fueron ágiles, de ritmos marcados, con unos recitativos orquestales cargados de electricidad y dramatismo. No obstante, hubo momentos cuyo tempo era difícil de comprender, como es "Ché farò senza Euridice" atacado a toda velocidad y con los acentos cambiados para inmediatamente caer en un lentísimo discurso en el que la voz de Bartoli tuvo serios problemas para desenvolverse. Hubo intervenciones instrumentales de gran calidad, como las de Jean-Marc Goujon a la flauta y la de Pier Luigi Fabretti al oboe.

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