El bello arte de la conquista

La Historia (con mayúsculas) viene demostrándonos que, por mucho que nos digan en la escuela, estudiarla no sirve para evitar los errores del pasado. La guerra, la conquista, la necesidad de prevalecer sobre el vecino, son fenómenos más o menos cíclicos e inamovibles. Pero si hay algo bueno en esta parte oscura de la naturaleza humana, es su potencial jugable. De ahí que el noble género de la estrategia esté hoy de enhorabuena: Civilization Revolution ha llegado al mercado de las consolas de nueva generación. Y es que ya era hora de que este must del PC diera tan cualitativo impulso, habida cuenta de su éxito en el área en que siempre ha descollado como un clásico.

Para ser realistas, en el título hay dos formas de hacerse con el dominio del mundo: la supremacía tecnológica, cultural o económica, y la intervención militar; y para continuar con el realismo, la segunda es la vía más rápida de conseguirlo, al menos en los niveles más sencillos, porque en los superiores será necesario armarse de un poderoso y nutrido ejército. Por lo demás encontramos en este título una vocación esquemática que no había en los anteriores títulos para PC, algo que probablemente no acabe de agradar a los jugadores más avezados. No obstante, el manejo altamente simplificado de los procedimientos de conquista no ha alterado las posibilidades de explotación: desde el emplazamiento estratégico de la ciudad, hasta el empleo de recursos materiales e intelectuales, medidos en unidades de trabajo y casillas explotables, la diversidad de tribus y épocas es apabullante: con personajes históricos que van desde César hasta Gengis Khan, Napoleón, Bismark o Isabel I, podremos satisfacer nuestros más íntimos y megalómanos instintos conquistadores. Pero también podremos triunfar empleando otras formas de dominación, como la carrera espacial, y la reunión de veinte personajes ilustres para conformar las Naciones Unidas; sólo algunos ejemplos de las posibilidades brindadas por este título, que eleva la estrategia a un nivel de diversión histórico... en el más amplio sentido del término.