Breve guía por la Feria del Libro Antiguo de Sevilla

Cultura

Descubrimos hallazgos, curiosidades y sorprendentes títulos en este paseo por los 22 expositores que participan en esta cita

Saludo a la Feria del Libro Antiguo

Un recorrido por la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Sevilla / Rafa del Barrio

En la plaza de San Francisco de Sevilla, hasta el 19 de octubre, encontramos libros cuya fecha de publicación es anterior a la desamortización del convento que da nombre a este lugar de la ciudad. Así están las cosas, con esas curiosidades enrevesadas que a pocos importan, en estas semanas en las que se celebra la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión. Un encuentro en el que se manifiesta una idea que nos enseñó el maestro Juan Bonilla: la obra lograda es obra lograda cuando nos da igual la fecha en la que se publicó. La literatura, al igual que la historia, la historia santificada, la historia consensuada, necesita concebirse en el tiempo y sin embargo aborta todos los tiempos.

Pensamos todos estos lugares comunes, estas elucubraciones pretenciosas que alguien habrá escrito con mejor expresión, mientras se pasea por una feria que celebra la edición número 48 y en la que participan 22 expositores. Entre sus casetas nosotros nos situamos en la de la librería Alejandría, de José Manuel Quesada, quien nos enseña una colección, anómala, de grandes clásicos en miniatura. Tomamos un ejemplar, diminuto, de Platero y yo. Quizá la eternidad –la eternidad juanramoniana- nunca estuvo en un espacio –otra palabra del poeta- tan pequeño. Se sigue el itinerario de las casetas. Una. Dos. Tres. Llegamos a la de la librería Boteros, de Daniel Cruz. El librero nos señala una serie de publicaciones de Aquilino Duque. “También contamos con muchas de sus traducciones”, añade. Tomamos un ejemplar de La historia de Sally Gray y siguiente parada: librería Antonio Castro. Más hallazgos, curiosidades.

Otra librería de viejo, también de Sevilla, es Quilombo, de José María Rodríguez Tous e Inma de Pando, quienes se mudan en estos días de octubre de la plaza del Pelícano a esta otra plaza donde en su día estuvo la pila del Pato. Que las alas arraiguen, recomienda Juan Ramón. Aquí se cumple con el consejo pues aquí arraigan ejemplares como el de una decimonónica revista parisina, Le Petit Journal pour rire. “Es curioso porque son tomos [la revista está encuadernada] en los que no aparece ninguna fecha de publicación. No sabíamos de cuándo eran. Lo supimos cuando descubrimos unos chistes sobre la Exposición Universal de París. Leemos chistes sobre lo horrorosa que era la torre Eiffel, por ejemplo. A raíz de eso supimos que estos tomos son de 1889 o de 1890”, relata el librero, entre títulos de Manuel Mantero o de Luis Cernuda. Del segundo nos enseña una peculiar edición de Ocnos, también en miniatura. “Es una edición que hizo la Diputación de Sevilla, en piel. Quedan muy pocos”.

Se dobla la esquina de esta alargada estructura que contiene las casetas y nos situamos en Ortiz Marcos. Aquí atiende José Luis. Primeras ediciones de Eugenio Noel, Alfonso Grosso, Guillermo de Torre, Juan Goytisolo, Miguel Delibes, Gómez de la Serna, Gabriel Celaya, Cela, Ray Loriga, Alberti y una biografía novelada de El Cid, obra de Vicente Huidobro. La nómina merece un apunte o una visita. También una ruina de los lectores –pero esto ya cada uno sabrá-. “También tenemos libros de temática andaluza y de la biblioteca de autores andaluces”, concluye el librero. Es listo y tienta como sólo tientan los listos. “Nosotros venimos del periódico”. Evitamos caer en un deseo que no nos podemos permitir. Salvo que medie el atraco. Y no.

De Madrid al sur. Pero manteniendo la M: Málaga. Desde la costa viene la librería Isla Negra. Todo queda en el mar. En ese “mar” que “no puede morir”, según Manuel Alcántara. Aquí no se muere y se vive -el mar o lo que sea- en una suma de propuestas que elige Jorge Juan Ortega, librero en la caseta. “Aquí tenemos unos libros antiguos, en pergamino. Te enseño este, en concreto, en formato dieciseisavos. Quizá de los formatos más pequeños del libro en pergamino, del Antiguo Régimen. Este libro es valioso, una pieza que se prodiga poco en el mercado. Lo escribe un sacerdote portugués del siglo IV de nuestra era. El estado de conservación es fantástico. La edición es del año 1615”, indica.

Se pone fin a un paseo que no tiene fin, sino lo infinito de estas publicaciones cansadas. Llegamos a la librería Roales de Santander. “Nosotros somos los que venimos desde más lejos”, presume el librero. Tabaco en pipa, monedas en un mostrador improvisado, Quijotes de todos los tipos, primeras ediciones de Pablo Neruda –una “oda a la tipografía”-. “Te selecciono esta encuadernación de un libro inglés, modernista, de Oscar Wilde. Es un libro que en España no se ve”. Que los lectores descubran su precio justo.

Despedimos así esta breve guía por la Feria del Libro Antiguo. Por estas casetas que sugieren –lo dijo en este periódico Luis Sánchez Moliní- una importante “enseñanza vital” que se podría decir con el popular poema de Borges: “Ya somos el olvido que seremos. / El polvo elemental que nos ignora / y que fue el rojo Adán y que es ahora / todos los hombres, y que no veremos”.

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