Hay espectáculos que por su propia naturaleza específica, fuera de los géneros tradicionales, no pueden ser valorados exclusivamente desde las perspectivas de sus aspectos teatrales y/o musicales. La voz de los excluidos es un camino de búsqueda hacia las emociones reprimidas de colectivos en riesgo de exclusión. Que, al fin y al cabo, son nuestras propias emociones, olvidadas, maquilladas por el tiempo, relegadas a los cajones más profundos de nuestra memoria más íntima. Emociones que sólo pueden salir a flote mediante la catarsis colectiva de la palabra que Znaniecki plantea desde el primer minuto del espectáculo, con los recuerdos de infancia de los mayores de algunas residencia sevillanas que actúan de forma espontánea.

Ancianos desgajados de sus familias que sirven de soporte al experimento teatral sobre el Rey Lear y la ópera que Verdi nunca compuso sobre este argumento. Sus óperas están llenas de conflictos paterno-filiales y dan, por ello, pie a seleccionar algunos fragmentos para servir de ropaje musical a un espectáculo al que le falta ciertamente ritmo, que arranca de forma muy lenta y que no llega a enganchar.

En lo musical la OSC no tuvo su mejor noche: falta de empaste, metales desafinados y cuerdas de sonido abierto. Estupendas las tres voces, con una Berna Perles cada vez más en la senda verdiana, una Alejandra Acuña de voz imponente aunque algo destemplada y la grata sorpresa de la voz madura y cuajada de Diana Larios. Discreto el Coro ASAO, con falta de voces graves.