El clarinete cantante

Crítica de música 'Fernández-Castelló & Apellániz'

Luis Fernández-Castelló y Carlos Apellániz anoche en el Alcázar
Luis Fernández-Castelló y Carlos Apellániz anoche en el Alcázar / Actidea

La ficha

Fernández Castelló / Apellániz

*** XIX Noches en los Jardines del Real Alcázar. Luis Fernández Castelló, clarinete; Carlos Apellániz, piano. Programa: ‘Rossini y su época’ (obras de Gioacchino Rossini, Gaetano Donizetti, Vincenzo Bellini y Carl Maria von Weber). Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Viernes, 13 de julio. Aforo: Casi lleno.

El clarinetista Luis Fernández-Castelló (Valencia, 1985) habló al público del Alcázar como desde un salón parisino del primer tercio del siglo XIX o quizás como desde una casa burguesa de provincias de la época, trayendo a un público ávido de novedades, noticias de los grandes centros operísticos europeos.

Habló porque el clarinete, instrumento que había sido inventado hacía poco más de un siglo, había desarrollado ya esa flexibilidad en la articulación que le permitía la elocuencia necesaria para representar la voz humana en esas delirantes fantasías que hacían a los oyentes evocar o imaginar por vez primera a las grandes divas sobre las tablas.

Abriendo y cerrando con el burbujeo refrescante de Rossini, entre medias, Fernández-Castelló, acompañado de un Carlos Apellániz tan capaz para el sostén armónico, como para la imitación y el diálogo, se acercó a la música de Donizetti, Bellini y Weber. Al alemán por medio de sus propias variaciones sobre temas de una ópera casi desconocida, Silvana; a los italianos, a través de dos grandes clarinetistas del tiempo: el español Antonio Romero, autor de un método clásico para su instrumento, y el italiano Luigi Bassi, miembro de la orquesta de la Scala en los años centrales del siglo.

Melodía y ornamento. En eso se basan estas fantasías. Versátil en el fraseo para conseguir la requerida elocuencia melódica, que se expresó de forma especialmente intimista en las sinuosas y amplias líneas de las arias y recitados bellinianos, Fernández-Castelló derrochó virtuosismo en las cabaletas y en los pasajes de transición, que los clarinetistas adornaron con continuas escalas, grupetos y saltos interválicos de notable impacto en el oyente. Un ejercicio atlético, pero construido con un clarinete parlante.

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