En una pecera de metracrilato

Carne de sección paralela del Festival de Sitges y prima hermana del universo bizarro de Carlos Vermut, Asombrosa Elisa, segundo largo de Sadrac González-Perellón (Black hollow cage), juega sus bazas de diseño indie de última generación (de la pantalla cuadrada a los tonos de la fotografía pasando por los créditos o el uso del sonido) para entrelazar tres historias que beben de una fuente matriz heredera del cómic y los géneros fantástico y de terror.

Tres historias y personajes (a los que prestan un desigual registro Silvia Abascal, Asier Etxeandía, Iván Massagué y la joven Jana San Antonio) que se cruzan observados desde la distancia y el estilo gélido de una puesta en escena que se quiere rigurosa en la ejecución de una serie de variaciones sobre la humillación, la culpa y la venganza donde las segundas oportunidades, la infancia truncada, la violencia o la sexualidad morbosa se conectan con más artificiosidad y búsqueda de efectismo que otra cosa.

No hay aquí personajes sino carcasas, arquetipos (la joven heroína con superpoderes, la mujer paralizada, el padre impotente) y piezas móviles en un juego de ocultamientos, máscaras (pixeladas), azares y espejismos que apenas respiran dentro de su pecera de metacrilato.