Hasta el propio exhibidor que me facilita el pase bromea con que esta Familia Benetón ya estaba hecha y estrenada, más concretamente todas y cada una de las veces que hemos visto al bueno y reblandecido de Leo Harlem haciendo de cuñado alfa dispuesto a deconstruirse en aras de la corrección política reinante.

Da igual que lo dirija su compadre Segura (aquí productor), que baje al Sur como inspector de policía o funcionario de Hacienda o que ahora se ponga a las órdenes del aplicado Mazón (Cuerpo de élite, De perdidos a Río, La vida padre): siempre hace el mismo personaje, siempre los mismos chistes y réplicas de papagayo, siempre el mismo tono supuestamente familiar pero decididamente guiñado a los padres paganinis que ven en Harlem a ese español de vuelta capaz de bromear en voz alta con lo que ellos no se atreven.

La familia Benetón alude a aquellas campañas publicitarias de Toscani para enfrentar al tito Harlem a los cinco hijos adoptivos y multiculturales de su hermana en compañía del escudero ‘Langui’ y a la gresca con vecinos de chalet, caniches, muñequitos de vudú, sirvientas mandonas, niños cayetanos y productos inclusivos. Como ven, todo un catálogo de asuntos y memes de grupo de Whatsapp, ligeramente racistas, también ligeramente misóginos, que se encadenan sin rubor en algo parecido a un guion y en las formas de una apresurada sitcom.