'La decisión de Anne': El dilema que no lo era tanto
Crítica
La decisión de Anne. Drama, EEUU, 2009, 109 min. Dirección: Nick Cassavetes. Guión: N. Cassavetes y Jeremy Leven. Fotografía: Caleb Deschanel. Música: Aaron Zigman. Intérpretes: Cameron Diaz, Abigail Breslin, Jason Patrick, Walter Raney, Alec Baldwin, Sofia Vassilieva.
Prueba de que el genio, el carácter o el talento no siempre se transmiten por los genes, la carrera de Nick Cassavetes discurre por senderos bien distintos a los de su ilustre padre. Allí donde John huyó del cine de fórmula para apostar por el desgarro auténtico y las formas libres, su vástago ha abrazado un modelo melodramático y siempre fiel a la dinámica de los géneros en el Hollywood comercial de hoy. Títulos como Volver a vivir, El diario de Noah o John Q así lo corroboran, películas que aspiran a poner un toque humano y de actualidad social en dramas trazados desde un cierto abuso del sentimentalismo y unas formas neutras.
La decisión de Anne sigue en esta línea y reúne numerosos temas de actualidad ético-médica que podrían hacer de ella el típico telefilme para ilustrar el debate público: el cáncer, la donación de órganos, la concepción de un bebe-medicamento o el derecho infantil a la emancipación médica son los asuntos que se ponen encima de la mesa de este drama familiar con juicio al que Cassavetes ha querido incorporar una cierta complejidad (moral y narrativa) a través de una trama múltiple que nos hace conocer las razones y sentimientos de cada uno de los personajes en una estructura de ida y vuelta.
El problema reside en cómo este tratamiento aparentemente serio no sólo viene trufado de numerosas secuencias videoclip que caen en el peor de los clichés, sino que, además, aquello que más nos podía interesar de la propuesta, a saber, las razones de una niña de 11 años (Abigail Breslin, lo suyo tiene futuro) para negarse a ser utilizada por sus padres (Cameron Diaz y Jason Patrick se nos antojan demasiado jóvenes para aguantarle el tipo a dos padres abnegados y sufridores) y decidir por sí misma si ayuda o no a su hermana enferma, acaba por ser una mera argucia de guión que esconde un muy piadoso, blando y compasivo propósito que devuelve toda la historia a un lacrimógeno y, a la postre, poco ético planteamiento.
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