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sólo un metro de distancia | Crítica de teatro

Una vida destrozada

Las cuatro excelentes protagonistas de 'Sólo un metro de distancia'

Las cuatro excelentes protagonistas de 'Sólo un metro de distancia' / Moisés Fernández Acosta

Gracias a la excelente programación teatral que, cada verano, elabora Antonio Torres para 21 Grados podemos disfrutar de obras tan contundentes como Sólo un metro de distancia escrita y dirigida por Antonio C. Guijosa desde su compañía Serena Producciones. Guijosa ha entrado, tras sus dos premios Max por Iphigenia en Vallecas, en el grupo reducido de autores, que desde Madrid, están renovando la escena teatral española.

El abuso sexual a menores y el incesto son palabras mayores. Y, aún a sabiendas de que el texto de Guijosa responde a una elaborada documentación, hay en su puesta en escena algo de artificioso.

Llevarte al límite, como tanto le gusta a Mamet o a Edward Albee, con la indefinición de lo que ocurrió, ¿pasó o no pasó el abuso cuando era niña?, la soledad ante la incomprensión de la hermana y de la madre, la empatía, a pesar de la distancia, de la pareja (femenina), puede convertirse en un ejercicio de dramaturgia que sobrepone la forma al fondo. Un laboratorio en el que se manejan fórmulas teatrales buscando rozar el más difícil todavía. El coro excesivo y la narración prolija de todos los hechos a base de acotaciones constantes para dibujarnos los escenarios, a nivel físico, y señalarnos los estados emocionales de los personajes, marcan toda la primera parte.

Cuenta con cuatro mujeres actrices Ana Mayo, Beatriz Grimaldos, Camila Viyuela y Muriel Sánchez que bordan la complejidad del drama y se clonan para el papel protagonista según la escena. La escenografía de Mónica Teijeiro es perfecta por su simpleza y por su metáfora, una ventana a otro mundo.

Sentí la corriente de sororidad que recorrió el patio de butacas, vi llorar a una mujer y emocionarse a bastantes ante esta plasmación del Daño, en mayúsculas, que sufre una niña que no sabe, no entiende, no elabora lo que le hace su padre y por qué (voluntariamente o  no), su madre no la salva. Sufrimos viéndo como esa persona tiene que inventarse un relato en la que ella se convierte en cómplice del abuso para soportar lo insoportable y poder enfrentarse día a día a su vida.

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