Un detective en su mejor momento

Eugenio Fuentes firma una de las mejores novelas del año con 'Wendy', la historia de un vídeo sexual y un futbolista

"Me interesan más los misterios del corazón que la economía"

El escritor Eugenio Fuentes.
El escritor Eugenio Fuentes. / EFE

La ficha

Wendy. Eugenio Fuentes. Tusquets. Barcelona. 2025. 504 páginas. 22,90 euros.

Eugenio Fuentes (Montehermoso, Cáceres, 1958) no es un escritor demasiado mediático. No aparece en muchas entrevistas, no hay presentaciones estelares de sus novelas y no hay productoras de televisión que le compren los derechos de sus obras antes de que se publiquen. Ni falta que hace. A la chita callando, sin demasiada publicidad, este autor cacereño se ha convertido en uno de los mejores escritores de España. Y, sobre todo, en un grande de la novela negra. Lo es gracias a la serie de Ricardo Cupido, un detective icónico que protagoniza ya nueve novelas y que parece estar en un excelente estado de forma. Wendy es el título más reciente, que ha llegado este otoño a las librerías de la mano de Tusquets, la editorial que ha publicado toda la obra del autor.

Empecemos por el protagonista, pues es la primera vez que reseñamos algo de Fuentes en las páginas de este periódico. Ricardo Cupido es un personaje atípico, no es un "huelebraguetas sin licencia, quemado en la secreta por tenencia, extorsión y líos de faldas", como dice la canción de Sabina. Está alejado de todos los tópicos habidos y por haber en la historia de la novela negra y de la fantasía que lamentablemente está cargándose el género.

No es un ex policía, no es alcohólico ni ex drogadicto y en esta entrega lo vemos convertido en un abnegado padre de familia que trata de compaginar la investigación de un caso complejo con el cuidado de sus gemelos recién nacidos. Quien no haya leído nada de Cupido, debe saber que es un enamorado del ciclismo, y que en una ocasión (Contrarreloj, 2009) investigó la muerte en plena carrera del favorito para ganar el Tour de Francia.

Las novelas protagonizadas por Ricardo Cupido están ambientadas en Breda, que es no es la ciudad holandesa del cuadro de Las lanzas sino una ciudad imaginaria del interior de España que parece recordar a la Región de Juan Benet más que al Macondo de García Márquez o al Yoknapatawpha de Faulkner. No se preocupe el lector, que la obra de Fuentes es mucho más asequible que la de estos tres genios de la literatura universal. Como ocurre en Wendy, Breda a veces se queda pequeña y el autor ambienta parte de sus novelas en otras ciudades, éstas ya reales por completo. En su última novela, Cupido tendrá que investigar sobre el terreno en Madrid por segunda vez en su vida.

El título es el nombre de uno de sus personajes, Gwendoline Barnes Paraíso, Wendy para los amigos, una actriz de segunda fila que dejó a su hija pequeña en Breda para intentar hacer carrera en la capital de España. Lo que consiguió fue llevarse a la cama a un futbolista brasileño, la estrella de un equipo imaginario llamado Iberia (por no llamarle Real Madrid) presidido por el King Quintana, un tipo forrado a base de hacer dinero con los molinos de viento en tierras como Breda y otras zonas de España. Su empresa, Mistralia, lleva el título de otra de las novelas de Fuentes, relacionada precisamente con las energías renovables y la crisis económica de hace una década y pico.

Pero a lo que vamos, al futbolista, que está casado y tiene un niño, le gusta grabarse practicando el coito con sus amoríos extramatrimoniales. El problema es que esta vez el vídeo ha salido de su teléfono y alguien se lo ha reenviado. No le pide dinero ni le chantajea, al menos al principio, pero se supone que la única persona que ha podido hacer esto es la propia Wendy, aprovechando un momento en el que el futbolista fue a limpiarse al baño. El caso se complica porque Wendy ha desaparecido y nadie sabe nada de ella. Todo esto afecta al as del balón, que empieza a no dar pie con bola, así que el club contratará a Cupido (al que ya conocía de Mistralia) para encontrar a la misteriosa mujer.

La novena entrega de la serie es una de las más voluminosas, si no la que más. Pero que nadie se arredre. Son 500 páginas muy bien aprovechadas. Fuentes no es un escritor de best-sellers, sus capítulos no acaban con un enganche para que el lector siga leyendo como un loco y a veces le gusta contar la misma situación desde dos, o más, puntos de vista. Es una lectura pausada, alejada de ritmos frenéticos, que se puede degustar con un vaso de whisky como el que bebía antaño uno de sus personajes más entrañables, el Alkalino, ex carcelario ayudante de Cupido, que tiene en Wendy un papel muy relevante.

En ocasiones, la narración se detiene para incluir reflexiones o pensamientos del protagonista, muy en la línea de Henning Mankell y su Kurt Wallander. Todo es coherente, las piezas encajan por naturaleza y no hay giros extrañísimos que obliguen al espectador a suspender su incredulidad, como desgraciadamente ocurre a menudo en las novelas negras. El lenguaje está cuidado en extremo, tanto que hay que parar en más de una ocasión para buscar alguna palabra en el diccionario.

A pesar de que el territorio es imaginario, los sucesos que se cuentan en las novelas de Fuentes son muy realistas, muy normales. Podrían estar sacados de cualquier periódico. Otro asunto en el que destaca el autor es en la construcción de personajes. Verbigracia, los malos de Wendy, que tienen un pasado y una historia más que interesante detrás. O una pareja de ancianos que por momentos recuerdan a los de Holly, el libro con el que Stephen King se coronó en el género criminal no hace mucho.

Wendy sucede a Perros mirando al cielo, otra estupenda novela en la que Cupido investigaba un asesinato relacionado con una muerte en un accidente de tráfico provocado por una vaca. La serie arranca con El interior del bosque y sigue con La sangre de los ángeles, Las manos del pianista, Cuerpo a cuerpo, Contrarreloj, Mistralia y Piedras negras. Fuentes sabe mucho de novela negra. Hace casi dos años publicó un ensayo sobre el género titulado Los bajos fondos del corazón, en el que pasaba revista al estado de eclosión que vive este tipo de literatura, de la que denunciaba que cada vez se alejaba más de la realidad.

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