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'La escalera del agua' reflexiona sobre el destino de los moriscos

  • José Manuel García Marín presenta en Sevilla su nueva novela después de 'Azafrán'

Tras el éxito de Azafrán, novela en la que el autor describía la sociedad de Al Ándalus a través del viaje iniciático del protagonista, el malagueño José Manuel García Marín vuelve de nuevo su mirada hacia la Historia con La escalera del agua (Roca Editorial), una ficción con la que el escritor reflexiona sobre el destino de aquellos moriscos que no salieron de España tras la orden de expulsión del siglo XVII.

García Marín se sirve para este propósito de las peripecias de Ángel, un muchacho que se traslada de una paupérrima alquería de Las Hurdes, donde ha vivido con su familia, a la ciudad de Toledo. Allí, el descubrimiento de estrellas de ocho puntas iguales a las que recuerda de su pasado en el pueblo le harán conocer sus verdaderos orígenes. A través de los ojos de Ángel, el lector comprenderá las inclementes condiciones de vida, marcadas por el aislamiento y la miseria, de aquellos moriscos que decidieron permanecer en el país y asentarse en zonas incomunicadas. "Lo que quería era reflejar es que fueron paisanos nuestros, no extranjeros que nos habían colonizado. Quería contar eso, pero no de una forma amarga, sino pasear por la vida: por la amargura, pero también por la ternura y los momentos de diversión", asegura el escritor, que presentó la novela ayer en una librería sevillana junto con el periodista Jesús Vigorra.

Ante la pregunta de por qué se presta tan poca atención a la dramática diáspora de los moriscos, García Marín no vacila en su respuesta. "Se oculta porque así se justifica el genocidio. Yo no quiero levantar rencores al destaparlo, sólo quiero que se conozca la verdad", declara un novelista acostumbrado a aclarar equívocos sobre el pasado. Explica que "hice Azafrán porque no me creía la Historia que nos contaban. En esa lucha constante que nos describían no pudo construirse la Mezquita y la Alhambra. Esa civilización abogaba por la tolerancia".

García Marín confesaba ayer que una mujer se había puesto en contacto con él para contarle que, al igual que en su novela, existe un pueblo donde "todos los habitantes saben que son descendientes de moriscos. No digo todavía el nombre porque todavía no he ido, pero en una semana estaré allí". El artífice de La escalera del agua también tuvo un recuerdo para los moriscos que salieron de España "y se encontraron en sus destinos con que eran recibidos como cristianos y despreciados. Muchos fueron asaltados, violados o asesinados".

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