"Queremos celebrar que nuestras canciones siguen vivas"
TONY MORENO | Vocalista de la banda Eskorzo
El grupo llevará tres décadas de su historia hoy a la sala Pandora y el año que viene lanzará un disco recopilatorio
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Eskorzo afronta el cierre de una de las giras más extensas y significativas de su trayectoria. La banda granadina, referencia indiscutible del mestizaje musical hecho desde Andalucía, pone punto y final en casa a un periplo europeo que durante más de dos meses los ha llevado a recorrer escenarios de todo el continente para despedir Historias de Amor y Otras Mierdas, uno de los discos clave de su carrera. Al frente del proyecto sigue Tony Moreno (voz), acompañado por Manuel Collados (guitarra y coros), José Gustavo Cabrerizo (bajo), Prudencio Valdivieso (trombón y coros), Jimi García (trompeta y coros), Zeque Olmo (percusión y teclados) y José Uribe (batería), un bloque sólido forjado a base de carretera, amistad y cientos de conciertos. También Eskorzo celebrará en 2026 su 30 aniversario con un disco recopilatorio de canciones revisadas junto a artistas afines y cómplices, un proyecto que resume tres décadas de independencia, fusión y vida en común. Esta noche, el grupo lleva toda esa historia al escenario de la sala Pandora, dentro de su actual gira, antes de bajar el telón definitivamente mañana en Granada. Hablamos con Tony Moreno sobre el vértigo del final, el aprendizaje del camino y la vigencia de unas canciones que siguen vivas.
Pregunta.-Esta gira ha sido gigantesca; ¿qué sensación le deja terminarla justo en Sevilla y Granada, ciudades con una historia musical tan rica? ¿Presiona o libera despedir la gira en casa?
Respuesta.-Son las dos cosas, la verdad. Es muy bonito cerrar un ciclo tan largo en tu tierra, con tu gente. Te libera porque es como volver al origen, y a la vez le da un sentido especial. Además, terminas y ya no tienes que ir a ningún lado; de aquí a tu casa -risas-. Lo planeamos así desde el principio: empezamos el 15 de octubre por Europa y acabamos el 20 de diciembre en Granada. Es el punto y final perfecto para una gira tan intensa.
P.-En dos meses viajando y tocando casi a diario, ¿cómo ha cambiado el cuerpo —y la cabeza— desde la primera fecha hasta estos dos últimos conciertos?
R.-Al principio parece una locura: ¡ufff, mucha tela, ¿no?!, pero el cuerpo y la mente se acostumbran. Lo que más echo de menos cuando paro es justo eso, la carretera, los aeropuertos, la aventura diaria. Yo siempre digo que si eso de los kilómetros, los aeropuertos, cada día durmiendo en un sitio diferente, no te gusta, pues haber estudiado -más risas-. ¡Qué va! Es lo que nos gusta, sarna con gusto no pica. Volvemos cargados de aventurillas, ha sido genial.
P.-Después de una carrera con más de 1500 conciertos, ¿hubo alguna ciudad o algún público que les obligara a replantearse cosas como banda, aunque fuera mínimamente?
R.-La verdad es que hemos tenido mucha suerte. El público siempre ha sido muy entregado. Algún concierto raro ha habido, sí. Recuerdo uno en Suiza, en el sorteo de la Eurocopa... nosotros no somos futboleros y el ambiente era muy institucional. Ahí no pegábamos ni con cola -risas de nuevo, esto es un no parar-. Pero son excepciones. En general, el feedback, sobre todo en Centro Europa, es increíble.
P.-Con dos tercios de la gira ahí, ¿qué cree que entiende mejor el público de fuera de Eskorzo… y qué no entiende todavía?
R.-La música es un lenguaje universal, así que la conexión es directa. La gente baila, se divierte, se emociona igual. Quizá la única diferencia, y es un matiz, es el ritmo. A ellos les falta un poquillo de arte -seguimos con las risas-. En Andalucía, en el Mediterráneo, hay una cultura rítmica, de palmas, que es innata. En otros sitios se nota que les cuesta un poco más soltarse, pero la entrega es total.
Lo bonito de la música es que puedes reinterpretarla, darle otro color, otro estilo”
P.-En 2026 sacarán ustedes un disco para celebrar el 30 aniversario como banda, del que ya se ha adelantado La Pena, interpretada con Bersuit Vergarabat y transformada de ska-punk en bolero. ¿Este proceso de reinventar las canciones les ha hecho descubrir cosas nuevas en ellas? ¿Lo aplicarán a más canciones del disco?
R.-¡Por supuesto! Es la premisa del disco. Para nosotros, una canción no es algo estático, grabado en piedra, todas ellas tienen otra lectura. La canción está viva. Lo bonito de la música es que puedes reinterpretarla, darle otro color, otro estilo. Hemos hecho eso con cada tema del recopilatorio. Queremos celebrar que nuestras canciones siguen vivas y pueden evolucionar.
P.-Han reunido a un elenco impresionante: Bebe, Chambao, El Koala, Albert Plá, Muerdo, Tomasito, el Canijo de Jerez... ¿Cómo fue el proceso de elegir a los colaboradores y las canciones?
R.-Sin reglas fijas. Fue algo muy orgánico. A veces pensábamos en una canción y decíamos: Esto en versión bolero, Bebe lo bordaría. O imaginábamos a Coque Malla dándole otro enfoque a Ojalá. Se lo propusimos a los artistas y hubo una conexión inmediata. Buscábamos que ellos también se sintieran cómodos y pudieran poner su sello. Llegamos a 14 colaboraciones, que es el límite que nos permitía el vinilo. Faltó mucha gente con la que nos hubiera encantado contar. Pero habrá más proyectos.
P.-A muchos de ellos los llaman ustedes hermanos. ¿Dónde se nota esa diferencia entre un colaborador y un hermano? ¿En el estudio, en el escenario, en lo emocional…?
R.-Es una cuestión de conexión humana. Con casi todos hemos compartido escenario o camino antes. Cuando te reúnes, aunque no os veáis a menudo, parece que os conocéis de toda la vida. Compartís las mismas inquietudes, los mismos miedos de esta profesión tan bonita y estresante. Se crea un vínculo muy especial, de complicidad. No nos vemos mucho porque cada uno va a lo suyo, pero el cariño y el respeto son de hermanos.
P.-Cuando escucha ahora canciones de sus inicios, de Mundo Bullanga o La Sopa Boba, ¿se reconoce usted del todo en quien las escribió? ¿Canta hoy esas letras desde el mismo lugar?
R.-Claro que no. Han pasado 30 años. No somos los mismos jóvenes llenos de aquella energía. El espíritu sigue ahí, pero la perspectiva cambia. Uno evoluciona. Sin embargo, no creemos en eso de cambiar el pasado. Todo fue necesario para llegar hasta aquí. Esas canciones son un reflejo de quienes éramos en cada momento, y forman parte de nuestra historia.
P.-La seña de identidad de Eskorzo siempre ha sido el mestizaje, la fusión. ¿Qué parte de esa identidad fue más difícil de mantener al principio? ¿Y qué parte les resulta ahora más natural?
R.-La idea de no encasillarnos en un solo estilo. En los 90, la tendencia era más de etiquetas claras; eras una banda de ska, de rock o de flamenco. Nosotros siempre hemos creído que la paleta tiene muchos colores. Grupos como Radio Futura ya abrieron ese camino, mezclando rock con sonidos latinos. Al principio quizá chocaba más. Ahora, afortunadamente, el mestizaje es algo más asumido y normalizado. Para nosotros siempre ha sido lo natural.
P.-Tres décadas juntos. ¿Cuál es el secreto para que la máquina funcione? ¿Cómo se gestionan las historias personales y la creación colectiva?
R.-La base es la amistad, sin duda. Si no, no se aguanta. Si nosotros nos montáramos en la furgoneta y cada uno fuera a su bola, no estaríamos juntos. Funcionamos de forma asamblearia, votamos todo. Yo suelo componer mucho, tanto en letra como en música, pero las decisiones son conjuntas. Hay discusiones sanas, claro: Oye, esto me gustaría probarlo de esta otra forma. Pero al final, el respeto y las ganas de estar juntos priman. Preferimos ceder antes que poner en riesgo la amistad. Y también es crucial saber dar espacio; en la gira, a veces necesitábamos días para estar cada uno a lo suyo, leyendo o viendo una película. Esa independencia dentro del grupo es vital.
Lo que más echo de menos cuando paro es la carretera y la aventura diaria”
P.-Han mantenido ustedes siempre el control de su carrera. ¿Cuál ha sido el precio real y la mayor recompensa de esa independencia?
R.-El precio real es el trabajo extra. Tomas todas las decisiones: discos, giras, portadas... es una carga. Pero la recompensa es la libertad absoluta. Hacer la música que quieres, como quieres, cuando quieres, que es algo que forma parte de este espíritu rockero y farandulero. Eso es invalorable y forma parte de nuestra esencia. Un artista debe involucrarse en su carrera, no dejarlo todo en manos ajenas, en manos de alguien que te la cuele.
P.-Cuando pase el ruido del aniversario y se apague la celebración, ¿dónde cree que estará Eskorzo más allá de 2026? ¿Qué vislumbra más allá?
R.-Hay que seguir. Este disco es un hito, pero no una parada. Después, a por un nuevo disco de estudio. Guitarra, lápiz, papel y a crear. Y, por supuesto, seguir girando, volver a Europa, recorrer lo que haga falta. Que no pare.
P.-¿Ya tienen material nuevo en mente?
R.-Siempre hay ideas rondando. Tengo un pequeño estudio en casa y, cuando puedo, grabo mis cosillas, melodías... la de seguir creando es una de las partes más bonitas. Al fin y al cabo, de eso se trata, de hacer canciones, grabarlas y llevarlas al escenario. No tiene más misterio.
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