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Eva Díaz Pérez despoja al tiempo de sus capas en su biografía sobre Sevilla

La periodista Eva Díaz Pérez publica ‘Sevilla. Biografía de la ciudad dorada’ (La esfera de los libros), en la que hace un recorrido por la ciudad desde los Tartessos al crecimiento de la periferia

Una ciudad alzada en la nostalgia

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La periodista Eva Díaz Pérez presenta su nuevo libro / Juan Carlos Muñoz

La calle Pajaritos debe su nombre a una taberna que allí se instaló en el siglo XIX. Tal sería la afluencia de público y tal sería su fama que sustituyó a su anterior nomenclatura: calle del Impresor. Sobre esta denominación queda un único vestigio en forma de placa de mármol que indica que, en 1511, se estableció en esta vía el taller tipográfico del alemán Jácome Cromberger. “Sin embargo, en Sevilla no queda ni rastro de ese legado”, explica con cierto pesar la periodista y colaboradora del Grupo JolyEva Díaz Pérez, como sí conservan en Amberes, donde permanece intacta la imprenta de Cristóbal Plantino.

En la tarea de olfatear el aroma de la tinta de Cromberger, de paladear el guiso judío de la adafina antes del gran éxodo, de toquetear objetos extrañísimos llegados de los lugares más remotos y de bucear por el siglo XIX –con sus luces y sus sombras–, se embarca Díaz Pérez con Sevilla. Biografía de la ciudad dorada(La esfera de los libros). “Hago un recorrido por la historia de la ciudad, paseando por ella, pero levantando las capas del tiempo”, apunta la escritora de El Club de la Memoria. Si cuando ingresó en Real Academia Sevillana de Buenas Letras, en 2023, trazón en su disertación, todavía quedaba un espinita clavada que quedará curada cuando su nueva obra llegue a las librerías, el próximo miércoles 22 de octubre y la presente el domingo 26 en la Feria del Libro.

Tomando como referencia Londres. Una biografía, de Patrick Ackroyd, la periodista pone a la capital hispalense como protagonista “de su propia historia”. A través de objetos –un azulejo que cuenta las catástrofes en Sevilla–, de sensaciones –cómo el calor ha servido para disuadir al enemigo de asediar la ciudad– y de los propios personajes –una galería conformada por Murillo, Velázquez, Antonio Machado, Luis Cernuda, Cervantes, Chaves Nogales y un enriquecedor etcétera–, la periodista invita al lector a pasear por la capital –del Casco Antiguo a Rochelambert en la línea 24 de Tussam– para “rastrear en el imaginario acumulado durante siglos”. Una urbe “inagotable” en cuanto a temas, pero que además abriga miles de dualidades desde tiempos inmemoriales. La de los grandes devotos y los grandes heterodoxos, la conventual y la babilónica, la que queda dividida por un río real y otro falso.

De la plaza de San Francisco a la Casa de los Pinelo

Díaz Pérez invitó, ayer por la mañana, a un grupo de periodistas a visitar algunos de los puntos que aparecen en su biografía. El primero, la plaza de San Francisco, ese “gran ombligo civil de la capital”, donde en el siglo XVI se levantó el actual Ayuntamiento, proyectado por Diego de Riaño. En este mismo enclave se ubicaban “los patíbulos, donde se producían los autos de fe”, una de las tres festividades de la ciudad. “Aquí se crea la primera sede de la Inquisición y sigue estando muy presente en la memoria de la ciudad”, señala la escritora.

En este punto, donde ahora hay una sede bancaria, se encontraba la cárcel en la que estuvo preso Cervantes y en la que, cuenta la leyenda, empezó a esbozar Don Quijote. “La ciudad se convierte en un lugar clave en la vida del autor, porque es un auténtico retrato del natural para aprender lo más universal de la condición humana”, apunta Díaz Pérez.

Siguiendo con el recorrido –haciendo paradas en el Salvador, donde se levantó la primera mezquita y en la plaza del Pan, donde tenía un comercio el abuelo de Luis Cernuda–, el grupo de periodistas llegó a la Casa de los Pinelo, sede de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. En su patio del siglo XVI, alejado del bullicio y del tráfico, “parece que el tiempo queda suspendido”. Además de los grandes salones, este palacio guarda en su interior una biblioteca donde el olor a madera se entremezcla con el de los lomos de los libros que atesora. Un enclave –de especial cariño para la autora– que demuestra que la capital dejó de ser, en el siglo XVI, la “ciudad de los moros con callejones estrechos y casas hacia dentro con ventanas de celosía”. En Sevilla se afincaron mercaderes de Flandes, Génova y Francia, haciendo gala del dicho: “es segunda maravilla/ un caballero en Sevilla/ sin rama de mercader”.

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