Una exposición revisa los mil sueños incumplidos de Curro, la mascota de la Expo 92
Espacio LAB acoge hasta el 11 de octubre la exposición ‘Fabular lo fabulado Vol. 1: ¿Soñaba Curro con pájaros eléctricos?’
Revisa de forma crítica el halo de nostalgia que envuelve a la Expo 92
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El manido y nada cierto dicho de cualquier tiempo pasado fue mejor podría servir para ilustrar el halo de nostalgia que envuelve, de un tiempo a esta parte, a los recuerdos de la Expo 92. Las promesas de una Sevilla de vanguardia que se quedaron en eso, en promesas sin despegar; los sueños de una hiperconexión con el resto del mundo que se quedaron en eso, en sueños sin alas y el coqueteo con el progreso que se quedó ahí, en un flirteo con sabor agridulce. Y en medio de todo esto: Curro. Esa mascota entrañable cuyos souvenirs cotizan al alza en estos momentos. La visión más crítica –alejada de la memoria oficial y de tópicos trillados– reside en cada pieza que conforma la exposición Fabular lo fabulado Vol. 01: ¿Soñaba Curro con pájaros eléctricos? Una muestra en la que participan figuras de la talla de María Cañas, Meri Merino, The Exvotos, Ricardo Barquín Molero, Mar García Ranedo e Irene Mala, entre otros. Estará abierta hasta el 11 de octubre en Espacio LAB (Calle Peral, 57).
“Utilizamos la imagen icónica de Curro como vehículo para hacer esa reflexión crítica, a través del humor, de lo ácido y de lo absurdo”, explica a este periódico Ale Rojas, comisario de una exhibición que empezó a rondar por su cabeza en 2020. La mascota, señala, representa “el símbolo optimista, divertido e icónico”. En este sentido, sostiene que es “más fácil trabajar con un icono que con una isla llena de pabellones”. Así, esa creación afable de Heinz Edelman que mezcla diferentes animales para no ser ninguno o todos a la vez, es objeto de reflexión sobre temas que pivotan entre la función del espectáculo en los discursos de poder y el papel de las imágenes en la memoria colectiva.
Quitar la pátina edulcorada alrededor del mito
Los más de 25 artistas que confeccionan la colección despliegan una visión desencantada “de lo que se prometió como un hito para la ciudad, pero al final, hemos crecido al mismo ritmo que otras urbes y Sevilla sigue siendo un poco lo que era”, confiesa el comisario. La cerámica, el arte contemporáneo –en el sentido más puro del término–, la fotografía y la ilustración se dan la mano para generar un debate sobre el verdadero significado de la Exposición Universal de 1992. “La selección de los artistas viene de esa idea promiscua de mezclar diferentes disciplinas, poniendo en valor además la escena artística andaluza”, señala Rojas y hace hincapié en que algunos de los participantes ni siquiera fueron testigos directos del evento. Factor que responde al afán de “quitar esa pátina edulcorada y de nostalgia que hay sobre el mito”.
Quien sí lo fue es el diseñador gráfico Ricardo Barquín, quien pone al servicio de la muestra el collage que utilizó en 2017 como cartel conmemorativo de la represión que hubo el día antes la inauguración de la Expo. Una protesta en la que intervino la policía y que se saldó con dos heridos de bala: un manifestante y una joven que salía de misa, junto a su madre y su abuela, de la iglesia de San Marcos. A pesar de la gravedad de los hechos, nunca hubo condenas. A través de la furia de un Curro convertido en Godzilla, el artista habla “de la excusa que se utilizó con el evento y en nombre del progreso para vaciar barrios enteros, con la sonrisa vacía de Curro” de fondo.
También fue testigo una adolescente Irene Mala quien recuerda que una vez pasada la fiebre de la cita, de camino a casa, solía pasar por la puerta de un bar en el que había un balancín con la mascota, que se activaba al paso de los transeúntes. “Era lamentable ese Curro venido a menos, sin ningún tipo de gloria”, explica la artista, quien refleja a través de su obra “la decadencia” de lo que nunca llegó a ser.
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