El fútbol según Pasolini | Crítica

Pasolini, jugador de fútbol

  • Valerio Curcio vincula en un libro al director y poeta con el balompié, una pasión que ocupó un lugar importante en su vida

Pasolini luce la equipación del Bolonia.

Pasolini luce la equipación del Bolonia. / Paolo Ferrari

El actual centenario de Pier Paolo Pasolini (1922-2022) ha dado pie a artículos y crónicas que ahondan en su faceta creativa. No faltan, por supuesto, los ángulos más incómodos que despertó, siempre indomeñable, entre todas las capas ideológicas de la oscura Italia de antes y después de los Anni di piombo.

Hasta pocas horas antes incluso de su asesinato (2 de noviembre de 1975), el fútbol ocupó un lugar importante en su vida, tanto como divertimento personal como concepto de estética antropológica. El fútbol aparece como trasunto sociológico en parte de sus obras, sobre todo en las que la periferia de Roma, con sus descampados y sus acequias, sus eriales y sus grúas, aparece como paisaje humano de los marginales. A Pasolini le gustaba jugar al balón en los alrededores de Donna Olimpia, donde resaltaban los enormes bloques de la arquitectura popular fascista.

De este y otros aspectos se ocupa El fútbol según Pasolini, escrito por Valerio Curcio al modo de una especie de biografía balompédica. El libro incluye una conversación con Dacia Mairani, amiga de Pier Paolo, y dos entrevistas realizadas al autor de Una vida violenta (una publicada en 1970 en L’Europeo y otra, considerada la última en vida del cineasta y publicada en el Guerin Sportivo días después de su homicidio en el Idroscalo di Ostia).

Pasolini ejerció como cronista deportivo en dos ocasiones. En 1957 cubrió para l’Unitá un derbi romano entre la Roma y la Lazio (auténtica sociología del forofo más que análisis del partido en sí). Asimismo escribió para Vie Nuove varios reportajes sobre la inauguración de las Olimpiadas de Roma en 1960. En algún que otro ensayo disertó originalmente sobre lo que él consideraba la "lingüística del balón", teoría que expuso en un artículo publicado en Il Giorno (3 de enero de 1971). Para Pasolini, por encima de la misa o el teatro decadente, el fútbol era "la última representación sagrada de nuestro tiempo. Es rito en el fondo, y es también evasión".

Más allá de cuitas intelectuales, Pasolini fue un apasionado del fútbol, un hincha, un peculiar tifoso (eso sí, detestaba al forofo irracional al que llamaba como "napolitano"). "Ser seguidor de un equipo de fútbol es una enfermedad juvenil que dura toda la vida", dirá en una ocasión. "El goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año", dirá en otra. Oponentes y maledicentes creían ver en la pasión pasoliniana por el fútbol otra vía de desfogue de su homosexualidad. La erótica del fútbol, lejos del deseo carnal explícito, la concebía él como máxima expresión de la libertad de los cuerpos en movimiento.

'El fútbol según Pasolini'. 'El fútbol según Pasolini'.

'El fútbol según Pasolini'. / D. S.

La futbolería de Pasolini halla su despertar en los Prati di Caprara, fuera de las murallas de su Bolonia natal. Son las tardes que el cineasta evocará como las más hermosas de su vida. Se hizo hincha del Bolonia por una razón obvia: su existencia la debía también al cordón umbilical del equipo de fútbol donde nació. Tuvo incluso la suerte de vivir los años de oro del mejor Bolonia de la historia (cuatro títulos de liga y dos copas de Europa Continental ganados entre 1932 y 1941; en 1964 ganará su séptimo y último título de liga).

Desde Friul (su madre era oriunda de Casarsa), al hacérsele la vida imposible –había sido ya expulsado del PCI–, Pasolini marchó con la matriarca a Roma. Pero fue en la propia Friul, en el equipo juvenil del Juniors Casarsa, donde pudo disfrutar como jugador aficionado. En la capital italiana, sin renunciar a su amor inveterado por el Bolonia, se hará simpatizante de la Roma, opuesto a la Lazio, pues el primero era considerado como el equipo del pueblo, el de los pobres y menestrales (este aspecto no deja de ser un tópico de brocha gorda). De igual modo, durante años, Pasolini vistió la camisola de la entonces llamada Selección Nacional de Artistas, cuyos partidos se disputaban por todo el país de la bota con fines benéficos.

Mención especial merece el episodio del partido disputado un 16 de marzo de 1975 en Parma. Pasolini rodaba por entonces Saló o los 120 días de Sodoma, mientras Bernardo Bertolucci, quien cumplía años por la fecha y andaba enfrentado con Pasolini por la crítica que éste hizo sobre El último tango en París, estaba filmando Novecento. El encuentro –Pasolini hizo de capitán de su escuadra– quedó registrado como el del "Novecento contro el Centoventi". Perdieron los pasolinianos. El ataúd que portaba el cuerpo desfigurado de su adversario en el fútbol y en el cine, fue portado también, preso de la conmoción colectiva en Italia, por el propio Bertolucci.

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