Gonzalo García Pelayo | Director de cine

"Hay que rodar sin que te importe que la película no guste ni a quien sale en ella"

  • El próximo lunes comienza en Sevilla la grabación de 'Dejen de prohibir que no alcanzo a desobedecer todo', un retrato del "nuevo 'underground" de la ciudad que girará en torno a la Plaza del Pelícano

Gonzalo García Pelayo (Madrid, 1947).

Gonzalo García Pelayo (Madrid, 1947). / D. S.

"Sobre todo espero no caer nunca en la melancolía ni en la nostalgia. Ahora, a mis 73 años, me siento con una euforia especial, de alguna manera en la cumbre de mi vida", dice. En la vida exagerada de Gonzalo García Pelayo, es cosa sabida, ha cabido prácticamente todo: locutor radiofónico, productor musical, dueño del legendario club Dom Gonzalo en Los Remedios, gurú de la psicodelia sevillana y responsable en gran medida de canalizar las energías colectivas que rompieron en lo que hoy se conoce como rock andaluz, inventor de una fórmula matemática con la que jugando a la ruleta desvalijó metódicamente casinos por todo el ancho mundo, empresario en mil frentes, habilidoso surfista del bitcoin mucho antes de que aquí llegaran las primeras noticias de esa (pen)última ola de dinero... Y ahora también editor al frente de Serie Gong (como el famoso e influyente sello discográfico que fundó a mediados de los 70). Pero si la vida se pudiera reducir a una sola faceta, algo que en su caso es literalmente imposible, sobre todo es, dice, director de cine. El lunes comienza en Sevilla el rodaje de su nueva película, Dejen de prohibir que no alcanzo a desobedecer todo. "Acabamos de decidir el título, está inspirada en una pintada que vi en la Plaza del Pelícano. ¿A usted qué le parece...?".

–A mí, estupendo...

–Tiene garra, explica cosas, ¿no? Ademas, con la situación de ahora, con la gente harta de no poder hacer esto ni lo otro, tiene valor político, pero sobre todo valor vital. En cuestiones políticas no queremos entrar porque además ningún bando, por decirlo así, quedaría eximido.

–Desde hace un tiempo, al margen de la excepcionalidad de la pandemia, da la impresión de que hay medir las palabras al milímetro, de que todo es susceptible de que moleste, indigne u ofenda a alguien...

–De eso queremos hablar precisamente. Sobre todo queremos no tener corte alguno en expresarnos como se expresa la gente normal y corriente. Estamos en una sociedad demasiado controladora de lo que cada uno hace. El piropo, por ejemplo. Mire, yo no he dicho uno en mi vida, pero me gusta escuchar a la gente decirlos, porque hay gente muy graciosa. Y dependiendo de cómo sea, si a la chica le gusta sonreirá y si no, te pegará un bofetón o te mandará al carajo.

–Cuando presentó Nueve Sevillas en el pasado Festival de Sevilla dijo que esperaba que no gustase a todo el mundo, y antes en Cádiz, cuando hizo lo propio con Alegrías de Cádiz, fue mas allá y deseó que su película molestara a algunos...

–Es que una película, para mí, debe tener un ambiente de libertad tal que nos dé igual a los que la hacemos si ni siquiera le gusta a la gente que sale en ella. Hombre, lo de Cádiz fue una provocación, pero es que Cádiz es una ciudad con tradición provocadora, tiene un Carnaval en el que un año se presentó un cuarteto cantando "Aquí estamos dando por culo, como usted ve". Pues yo quiero ser como ellos. No se puede hacer películas con cálculo, esto puede gustar aquí, esto otro allí, mi idea del cine no es esa, yo en él quiero llevar mi libertad al extremo. Además, es raro y sospechoso que una cosa guste a todo el mundo.

"La aventura de hacer cine es el propio rodaje, ir al encuentro de la sorpresa y de lo fortuito. Importa más la vida que empeñarse en contar sólo aquello que tú quieres contar"

–¿Cuál es el planteamiento de Dejen de prohibir...?

–Fundamentalmente, hacer un retrato del nuevo underground de Sevilla. En los últimos tiempos he visitado varias veces la Plaza del Pelícano y me parece que allí se ha ido concentrando de manera muy clara una actividad muy interesante. El eje de la película será la figura de Pepe Ortega, una persona a la que aprecio mucho. Hizo dos discos con Miguel Ángel Iglesias [su actor fetiche en sus películas más osadas, Vivir en Sevilla (1978) al frente de todas ellas], grabó Barra Libre con Silvio, hizo grabaciones de flamenco de las que Camarón cogió luego canciones... Pepe es una especie de institución secreta y tiene un currículum de underground puro. Él no es sevillano, ha vivido siempre en Ubrique, pero por una cuestión familiar se instaló en Sevilla, al lado del Pelícano, donde montó un pequeño estudio de grabación. El mundo de Pepe y el del corralón que hay en la plaza serán los ejes de la película.

–¿Será un documental o, como suele usted hacer, más bien construirá un relato a partir de esos materiales reales?

–Eso es, justo así, a partir de esos materiales reales, construir un relato. Ésta va a ser la primera de las siete películas que quiero hacer en un año, y la última sería en la Semana Santa de Sevilla del año que viene, que espero que se celebre. La segunda la rodaré en Kazajistán, la tercera a caballo entre España, Portugal y Argentina, una cuarta enteramente en Argentina, después otra en la India, y otra en el Festival de Jerez, que de momento la llamamos en broma Siete Jereces.

–Menudo tour de force. ¿Habrá algún hilo que conecte esos siete trabajos?

–No, no más allá de aspectos biográficos míos, porque son sitios que conozco bien. Hemos llegado a un acuerdo con una de las productoras más importantes de España ahora mismo, La Zanfoña de Gervasio Iglesias, y al estar con él digamos que nos hemos crecido. Eso sí, serán todas humildes, hablamos de películas baratas y de unos 70 minutos de duración... La idea además es que cada una de las películas tengan su making of y luego un making of especial de las siete películas, que ya tendría el título, que es lo que le gusta a Gervasio, El año de las siete películas.

Gonzalo García Pelayo, en una imagen reciente. Gonzalo García Pelayo, en una imagen reciente.

Gonzalo García Pelayo, en una imagen reciente. / D. S.

–Llamativo es todo en ese furor por rodar, pero especialmente la película en Kazajistán. ¿Allí por qué?

–Bueno, por la vida. He estado en Kazajistán por asuntos de negocios y me han acogido divinamente. Su capital, Nur-sultán, me fascina. Será una película de amor y bicicletas porque allí a éstas les tienen devoción. La historia partiría de unos reporteros españoles que van allí a entrevistar a Aleksandr Vinokurov, aquel ciclista tan bueno, pero la intención principal es hacer un retrato de la capital del país, una ciudad que parece estar no ya adelantada con respecto al siglo XXI sino directamente en el siglo XXII.

–Volviendo a Sevilla, ¿qué mirada quiere proponer sobre la Semana Santa en esa película que cerrará este año de rodajes?

–Es la adaptación de un libro que hemos publicado con Serie Gong, se llama El otro lado de la realidad, de Luisa Grajalva. Leyéndolo yo pensaba mucho en Poe, en la trashumancia de las almas, porque trata en definitiva de personas que dejan de ser las personas que eran, personas mayores, por ejemplo, que ya no son las personas que eran cuando tenían 40 años. El libro es apasionante, por él me decidí a montar una editorial.

–Y volviendo ahora a la película que empieza a filmar este lunes, ¿la rodará sólo en el entorno de la Plaza del Pelícano o habrá otras excursiones?

–Mi hermano Javier tiene la idea de rodar en la Torre de Don Fadrique y en la Torre de la Plata. Esta última yo ni siquiera la conozco... Se trata de obviar la Catedral, la Giralda, el río..., es decir, la Sevilla que todo el mundo conoce de sobra, para ofrecer una visión insólita de la ciudad a los propios sevillanos también.

–A usted le gusta que en sus películas irrumpa lo imprevisto, todo aquello que no estaba contemplado en el guión. ¿Se vive como se rueda?

–Para mí esta película que voy a rodar, por lo menos la mitad de ella, va a consistir en encontrarnos con la sorpresa. Por mucho que tú escribas, la aventura gorda, la aventura de verdad de rodar una película, es el propio rodaje de la película, eso es mucho más importante, desde el punto de vista vital. Es decir, lo que importa es la vida, mucho más que escribir una ficción o empeñarse en contar sólo aquello que tú te hayas propuesto contar. El otro día me comentaron que Hipólito G. Navarro había escrito sobre el Pelícano, así que intentaremos incluirlo en la película. Yo estoy abierto a todo tipo de sugerencias. Ir al encuentro de estas cosas, de lo fortuito, es lo que me interesa.

"La Academia de Santa Isabel de Hungría fue muy beata conmigo: me aceptaron, por lo que sea no les gusté, y a los 16 días me expulsaron"

–¿Qué importancia tiene en su cine la noción de utopía?

–Yo creo que no mucha, en el sentido de que todo lo que muestro es real, es algo que ya está anclado en la realidad. No mucha, matizo, si hablamos de una utopía desde el punto de vista ideológico. En todo caso yo parto siempre de una especie de anarquismo filosófico. Ahora bien, utopía en el sentido amoroso, de relaciones humanas, sí, claro que sí, tiene toda la importancia en mis películas, que aspiran a capturar y de algún modo admirar la realidad que de verdad se vive todos los días.

–A partir de 2012, cuando se le dedicó un homenaje y un ciclo en el Festival de Sevilla, su cine parece haber vivido una auténtica rehabilitación entre la crítica más cinéfila, valga la redundancia, o más intelectual. Se diría que desde entonces tiene usted un nuevo caudal de energía...

–Sí, ese ciclo, que luego se llevó tal cual a Viena y París, fue fundamental. De hecho volví al cine por eso, sentí que había un pequeño grupo de críticos, para mí muy influyentes, y un tipo determinado de espectadores con los que podía haber por fin un diálogo, algo que antes, durante muchísimos años, no había sentido. O sea que sí, por supuesto que ese ciclo del Festival de Sevilla supuso un cambio absoluto en mi carrera y en mi vida. No digo que tenga una grandísima aceptación, hablamos siempre de un ámbito underground, no he estrenado en los Campos Elíseos, ni siquiera en la Gran Vía, pero ha cambiado mucho la receptividad ante mis películas. Antes, sobre todo con Manuela (1976), tenía éxito de público pero era un desastre para la crítica, y ahora me pasa en general, con alguna excepción, justamente lo contrario.

–Por cierto, ¿se puede ser underground siendo miembro de la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría?

–No sé cómo abordar esta pregunta, la verdad. Mire, la Academia tendrá otra versión, la tiene, de hecho, me consta, y es muy distinta a la mía. La mía es que a mí me ingresan, estoy 16 días en la Academia y luego me expulsan.

–¿Cómo?

–No quiero comentar mucho más al respecto, porque no me interesa tener ningún tipo de fricción. Me aceptaron y luego, por lo que fuera, no les gusté. Algo que en todo caso me parece insólito en una academia de bellas artes. Hablamos de juicios morales..., de cosas que no tienen nada que ver con aquello de lo que en teoría es una academia. Vivimos en un mundo beato y ellos tuvieron mucha beatería, dejémoslo ahí.

–Hábleme entonces de la editorial Serie Gong...

–Como dije antes, me fascinó el libro de Luisa Grajalva, y coincidió que mi hermano Javier estaba escribiendo su libro también [Sobre la marcha, Vol. 1], mi hijo otro... Ya tenemos 12 o 14 libros en la calle y estoy muy satisfecho, creo que la editorial tendrá el tiempo suficiente para crecer económicamente y asentar su catálogo. La idea es publicar a muchos autores nuevos y encargar libros, más eso que aceptar obras ya escritas, aunque habrá de todo. A mí es que me gusta encargarlos, animar a gente que tal vez no ha pensado nunca en escribir pero que creemos que van a hacerlo bien, a decir cosas interesantes de manera interesante. También proyecto sacar a una gran autora portuguesa, candidata al Nobel varias veces, Agustina Bessa-Luís, varios de cuyos libros adaptó al cine Manoel de Oliveira. Estamos ya en la fase de traducción. También tenemos en proyecto editar Pourquoi la musique?, un libro monumental dedicado a la música de un filósofo francés, Francis Wolff.

–Muy taurino además, como usted. Fue el encargado de pronunciar el pregón taurino de la temporada 2010 en Sevilla...

–Yo entonces no lo conocía aún. Cuando me reuní con él para hablar del libro, fui presentado ante él como antiguo apoderado taurino, y cuando Francis se enteró de que yo había apoderado a Pepín Jiménez le costaba trabajo creerlo, porque él es un admirador total de Pepín, como buen aficionado que es, porque Pepín es grandísimo. Fíjese qué coincidencia. Y me entusiasmó saber que él se negaba a ir a Barcelona después de que allí se prohibieran los toros, son posturas vitales que me parece que tienen mucho valor. Pero qué es esto de prohibir, qué libertad quieren, ¿la suya solamente, para prohibir cuanto no les guste? Estamos en un bucle de pensamiento ante el que hay que reaccionar ya. Hay que refundar la democracia, pero no hablo de ninguna revolución, con que se cumpliera lo que ya dice la Constitución... Y lo que no puede ser tampoco es que una persona importante en el Gobierno de España como es su vicepresidenta [se refiere a Yolanda Díaz, en concreto a unas declaraciones en las que respondía al lema electoral de Isabel Díaz Ayuso] diga que el comunismo es la democracia y la igualdad. ¿Pero cómo se puede identificar libertad y democracia con comunismo?

–Lo van a llamar fascista...

–Bueno, pero hay que vivir como hay que rodar, sin miedo a nada.

–Editor, productor y promotor musical, cineasta, locutor radiofónico, apoderado taurino, experto en ganarle a los casinos, jugador de póker, inversor... Si alguien no supiera nada de usted y tuviera que presentarse de algún modo, ¿qué es usted?

–¿Una sola cosa? Director de cine. Es lo que siempre soñé. Costó, pero lo conseguí. Así me siento. Sí, director de cine. Si me das a elegir... me quedo contigo, como cantaban Los Chunguitos.

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