Salir al cine
Música de cine y aniversarios
Homemade | Crítica
'Homemade'. Di Gallery. Muro de los Navarros, 66. Sevilla. Hasta el 19 de septiembre
Pese a que la tecnología ofrece cada día nuevos recursos para elaborar y pensar la imagen, la pintura sigue siendo un estímulo al que jóvenes autores responden trazando caminos muy diversos. Así lo sugiere esta exposición: siete autores, treintañeros unos, otros aún más jóvenes, empeñados en explorar la pintura.
Hay caminos casi experimentales, como el de Rosa Aguilar Santos. Nacida en Granada y recien licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, sus obras investigan la figura y la materia. Las figuras, surgidas como manchas de luz o color en un fondo muy matizado, son casi una aparición que transforma un campo visual, alterando su energía. Pero esto se logra mediante el pigmento y quizá el soporte, la madera. Es la materia la que altera el campo perceptivo, construye el cuadro y borra además la frontera entre la figura pintada y la pintura misma. Entre esas dos percepciones vibra el cuadro.
Antonio Barahona (Sevilla, 1984) ha venido trabajando figuras vegetales, siempre de interés porque el motivo, fuera el que fuere, definía por sí mismo el espacio pictórico. Barahona no se perdía en detalles: la figura ahormaba la superficie del lienzo sugiriendo fuerza más que forma. Las piezas expuestas aquí potencian esta idea al alejarse más del naturalismo. Sus Bodegones descomponen las formas con recursos tomados libremente del cubismo para que sea la pintura la que defina el cuadro. Su pincelada gestual fortalece esta capacidad de la pintura: el gesto ofrece una inmediatez que obvia toda descripción.
Hace algunos años, en la sala Lugadero Daniel Franca (Sevilla, 1985) reflexionaba sobre la capacidad de la arquitectura para definir un lugar. Sus obras hacían pensar en Leone-Battista Alberti y su noción collocatio: cómo la arquitectura coopera con la naturaleza, sin violentarla. Ahora parece más preocupado por el carácter impositivo de ciertos edificios o de intervenciones, como el reclamo publicitario, en el espacio público. De este último tipo de intervenciones se ocupa Soporte de anuncio que Franca resuelve con un bajo punto de vista y unas fuertes pinceladas acordes a la dureza de esas intervenciones.
Javier Ruiz Pérez (Linares, Jaén, 1989), que comenzó como dibujante y graffitero, desmiente a quienes dicen que prefieren la figuración porque no entienden la abstracción. El autor rompe el tópico porque sus figuras son claras pero enigmáticas. El cuadro Sin título, colgado frente a la puerta de la galería, interesa desde lejos por su vigor y de cerca desconcierta porque no se sabe muy bien qué ocurre en él. Más inquietante es Toda guerra es una guerra civil: un castell que amontona cuerpos desnudos y un catcher y un bateador de baseball enterrados, como los energúmenos del Duelo a garrotazos de Goya, ponen la imaginación a trabajar.
Julia Santa Olalla (Granada, 1985) trabaja una gama de grises (aunque llena de color) que recuerda a Gerhard Richter. De las piezas expuestas destaca Sin título: una joven solitaria camina decidida desde el fondo del cuadro. Parece seguir un camino propio pero el itinerario está ya trazado: dos planos precisos lo definen ¿es simplemente una construcción o más bien una reflexión sobre cuáles son los límites de la acción libre? Ya no la mediatiza el destino o el fatum, pero sí la ahorman las redes con que mercado y Estado modelan, sin aparente violencia, nuestra vida.
Claudia Suárez Pérez, nacida en Almonte (Huelva) y formada en la facultad de Bellas Artes de Sevilla, parece deslumbrada por David Hockney. Nada que objetar, dada la calidad y versatilidad del pintor británico. Suárez trabaja grandes planos azules, piscinas. Despiertan la memoria de Carlos Alcolea (A Coruña, 1949-Madrid 1992) que con sus obras y su ensayo Aprender a nadar hizo de la piscina metáfora del cuadro (pintar es zambullirse en el lienzo sin saber qué resultará) y de la vida (no puedes sino nadar y así trazar tu rumbo), un punto de vista que carga de ironía el cuadro titulado El lugar que quizá señale las dosis de kitsch que hay en la jet society.
Laura Vinós, cordobesa, la más joven de los participantes, no ha terminado aún la licenciatura en Bellas Artes en Sevilla. Su pintura, sin embargo, tiene rasgos que pueden ser muy fértiles. Trabaja en superficie, esto es, no cultiva la profundidad visual, al fin y a la postre, el cuadro es bidimensional. Esa superficie la organiza con figuras fragmentarias: sus cuadros parecen eco de la diferencia de Jasper Johns entre el vigilante y el espía. Es precisa la mirada del espía, siempre desconfiada de la apariencia, para llegar a las claves de lo que se muestra. Interesantes sus títulos: breves poemas que invitan al espectador a situarse entre la imagen y el texto para disfrutar la obra. Vinós elige, pues, un camino difícil que a juzgar por sus cuadros se antoja fértil.
También te puede interesar
Salir al cine
Música de cine y aniversarios
REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA | CRÍTICA
Pasión juvenil y técnica
Lo último