Identidad y folclore
De lo regional a lo nacional
Renacimiento publica De lo regional a lo nacional, un significativo conjunto de estudios, coordinados por Beatriz Sánchez Hita y Daniel Muñoz Sempere y apoyados en una selección de textos e imágenes, en los que se muestra la evolución de la imagen de Andalucía y su confluencia y solapamiento con la española.
La ficha
De lo regional a lo nacional. Textos e imágenes de Andalucía en los siglos XVIII-XIX. Coord. Beatriz Sánchez Hita y Daniel Muñoz Sempere. Renacimiento. Sevilla, 2025. 232 págs. 24,90 €
Como se indica en el subtítulo, esta obra ofrece una muestra de “Textos e imágenes de Andalucía en los siglos XVIII-XIX”, a través de los cuales se irá acuñando una idea de lo andaluz, que alcanzará a confundirse con la imagen misma de España durante el Ochocientos. Asistimos así a la conformación de un amplio fenómeno -de lo regional a lo nacional- que encuentra sus lejanos inicios en los siglos XVI y XVII, pero que hallará su modulación completa en el siglo XIX, con el tipismo, el costumbrismo y las tardías formulaciones líricas de Renan. Como antecedente parcial del presente estudio/antología, podríamos citar La Andalucía de los libros de viajes del siglo XIX, de Manuel Bernal Rodríguez, donde se aborda una de las facetas aquí compendiadas. Por igual motivo, se hace necesario señalar la excelente obra de Alberto González Troyano, La cara oscura de la imagen de Andalucía, en la que la cristalización de lo andaluz viene investigado, no tanto por su imaginería más lúdica e inocua, cuanto por sus estereotipos y prejuicios.
De estos trabajos se deriva la comprensión de un fenómeno como es el de la imagen nacional y su accidentado proceso
Nos encontramos, pues, ante un estudio secuencial de expresiones artísticas o culturales en las que fragua, paulatinamente, la referida imagen de Andalucía, y su paralela identificación con España. Dicha secuencia viene expuesta, en términos periodísticos, en los dos primeros capítulos: “La imagen de los andaluces en la prensa crítica dieciochesca” (beatriz Sánchez Hita) y “Andalucía en la prensa del siglo XIX” (Daniel Muñoz Sempere). A ellos le seguirán la “Andalucía en los textos costumbristas”, de María Isabel Jiménez Morales y “La Andalucía de los exiliados” de Eva María Flores Ruiz y David Loyola López. El quinto capítulo está dedicado a los “Almanaques y guías de viaje” (Claudia Lora Márquez); en tanto que el aspecto visual tendrá su reflejo en los dos últimos: “La imagen del andaluz en grabados del siglo XIX” (Alberto Ramos Santana), y “El deslumbramiento de Andalucía en la cultura visual del siglo XIX”, de Marieta Cantos Casenave. Como digo, lo distintivo en este tipo de trabajos es el escrúpulo científico con que se abordan cuestiones, en apariencia frívolas o intrascendentes (el tipismo, el costumbrismo, etc), pero de cuyo correcto entendimiento derivará la comprensión de un fenómeno esencial como es el de la imagen nacional y su accidentado proceso. Un proceso que cabe relacionar, embrionariamente, con la querella de los antiguos contra los modernos, activa con el Renacimiento, pero que alcanzaría su paroxismo en la formación dieciochesca del imaginario alemán, como contrario a la idea de lo francés que domina entonces Europa.
En Godos de papel, Adrián J. Sáez documenta la forma en que el Siglo de Oro español encontró su origen mítico, más allá de la cultura clásica, en la oportuna bruma del medievo. Esto mismo hará, algo más tarde, Montesquieu cuando sitúe la raíz democrática de lo francés, no en la Grecia del mundo antiguo, sino en la Germania de Tácito y la costumbre asamblearia de los celtas. Berlin ha señalado que el odio a lo francés, muy visible en Goethe, resultó ser una fuerza aglutinante de la identidad alemana, entonces en formación. Ese mismo odio a lo francés es el que elucida Cadalso en capítulo XXIX de sus Carta Marruecas, adjudicando dicha animadversión a su posición relevante. En tal sentido, es fácil señalar la filosofía de la historia de Herder, en la que cada pueblo y cada época se consideran según sus propios valores, como una refutación del universalismo ahistórico de Montesquieu. Es, por tanto, en el tramo que va de Herder a Kant y de Kant a Fichte, donde veremos evolucionar el pensamiento del XVIII, desde la historiografía al pintoresquismo, y de ahí a la filigrana esencialista de Fichte y sus Discursos a la nación alemana (1806). Por otro lado, es en ese mismo espíritu de la acotación pintoresca donde debe inscribirse el Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones de Voltaire, cuya horma ilustrada buscaba refinar y distinguir el carácter constitutivo de cada país, en aras de un más exacto -y más cómodo y superficial- conocimiento.
Volviendo al caso español, José María Perceval señalaba en El orientalismo que la “orientalización” de España y Rusia en los libros de viaje del marqués de Coustine está relacionado con la derrota de Napoleón ante ambas naciones. A ese mismo proceso no sería ajeno el vizconde de Chateaubriand en El último Abencerraje. Es, pues, a documentar la cristalización histórica de esta imagen movediza de lo andaluz y lo español a lo que se dirigen estas páginas selectas, de fina e ilustrativa concepción.
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