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J. cantante y guitarrista de los planetas

"El 'indie' ha acabado siendo la nueva música comercial"

  • La banda granadina presenta mañana su recién publicado 'Zona Temporalmente Autónoma' en Interestelar, el gran reclamo del festival que comienza hoy en el Monasterio de la Cartuja

-Es ya un lugar común decir que Zona Temporalmente Autónoma es el disco más explícitamente político de Los Planetas. ¿Es su respuesta a la sensación generalizada de colapso?

-Es verdad sobre todo lo de que es más explícito. Supongo que ahora hay que ser más claro en la exposición de las ideas, porque también es más claro ese colapso, ese agotamiento. Yo ahora estoy por ofrecer soluciones, por pensar en nuevas formas de organización, en lugar de destruir, que es el ánimo que tenían otros discos. Total, ya está todo destruido... Va siendo hora de imaginar una vida fuera de este capitalismo salvaje.

-Se está hablando mucho del libro del anarquista Hakim Bey del que toman la idea del título, esos espacios de creación y resistencia que escapan al radar de los medios de control del poder establecido...

-Él no es el primero que expone estas ideas, aunque tal vez sí es que lo ha hecho de forma más adecuada a los tiempos que vivimos. Pero hay toda una corriente de pensamiento, ahí están Bakunin, Kropotkin. Incluso el Corán o el pensamiento cristiano. Yo bebo de todas esas fuentes. El libro de Bey explica muy bien lo que yo andaba intentando expresar, me ayudó a definir el concepto del disco. Cualquiera que quiera profundizar en sus ideas, ahí tiene el libro; nosotros somos músicos, nos expresamos con otro lenguaje.

-Se ha hablado mucho de su interés por el Islam. Hubo quien habló hasta de conversión. ¿Qué encuentra en esa visión del mundo que tanto le atrae?

-Alguien me regaló un Corán y me lo leí. Y me pareció interesantísimo. Pero ese es todo el conocimiento que tengo del asunto. Me interesa sobre todo la rama sufí, la más mística, muy minoritaria. Leí el Corán más bien como poesía, es un libro muy emocionante, en el fondo no deja de ser una especie de remake de la Biblia varios siglos después, una explicación de las mismas ideas del pensamiento cristiano, pero de una forma más sugerente, me parece a mí.

-¿De verdad piensa que el indie fue la única cultura de resistencia en los años 90?

-Bueno, yo sitúo ese movimiento después del punk, me refiero a Joy Division, el sello Factory, Hüsker Dü, Fugazi, los grupos de hardcore en Norteamérica. Esos artistas buscaron unos cauces alternativos para expresar sus ideas, ya que éstas no tenían cabida en los medios establecidos. Y funcionaron al margen de la cultura dominante y transmitieron otros valores. Lo consiguieron, durante un tiempo al menos. En España hubo un reflejo de eso, de manera precaria, pero lo hubo aunque luego la mayoría de los sellos cerraran o fueran absorbidos por las multinacionales. Por supuesto, cuando un fenómeno se hace masivo también se diluye, pierde parte de su esencia y de su sentido.

-Pensaba que lo decía en clave más nacional. Y me acordé de Pequeño circo, el libro de Nando Cruz en el que tantos grupos de los 90 se hacían casi una enmienda a la totalidad a sí mismos: por pijos, por frívolos, por no tener nada que decir y camuflarlo con el inglés, por la falta de conciencia política... Más allá de que 20 años después todos somos otros, ¿qué dicen sobre la música de los 90 esos reparos de sus propios autores?

-En eso tiene mucho que ver el autor del libro, que explica su propia tesis se supone que a través de las voces de otros. En entrevistas de tantas horas como hizo, es muy fácil entresacar de cada testimonio algo que refuerce una tesis previa. A mí de aquella época hay unos cuantos que me gustan, tampoco tantos, cinco o seis, y estuvieron muy implicados. Luis Calvo, por ejemplo, dio salida muy conscientemente en Elefant a cosas que no cabían en los sellos establecidos. Artistas como Nacho Vegas o Sr. Chinarro eran también muy conscientes de lo que estaban haciendo. Esa teoría se cae por su propio peso, pero montó jaleo con su revisionismo a lo Pío Moa.

-El indie era, grosso modo, un modus operandi y prensa militante alrededor. Ahora es una especie de género. El término no vale ya para agrupar a Cancer Moon y a Love of Lesbian, pongamos. ¿Por qué acaba algo que nació para ensanchar las posibilidades de expresión convertido en una mera fórmula para botar en los festivales?

-Esto viene a darle la razón a Hakim Bey. Cuando el sistema detecta un movimiento que hasta entonces estaba fuera de su radar, lo absorbe. Es lo que ha pasado con los festivales. Yo asocio ese cambio a la entrada de las marcas de cerveza, por ejemplo, empresas grandes que imponen sus patrones de consumo y han ido tomando el poder de los festivales; a partir de ese momento, un festival va de venderte la cerveza, y en ese esquema la música no es más que su modo de acercarse al público que le interesa. Punto. Y se ha notado el desmantelamiento de la industria discográfica en el país: a medida que las compañías han ido despidiendo a sus trabajadores o yéndose a a Miami, toda esa gente expulsada de las multinacionales ha ido entrando en la industria alternativa, con sus ideas, que son más de márketing que artísticas. Por eso mismo es importante conocer cuál fue el inicio de esto, de dónde viene, cuál es su sentido. De lo contrario, como ha pasado, acaba todo esto convertido en la nueva música comercial, que es precisamente de lo que huían aquellos artistas de esa primera escena.

-Los Planetas tocan en esos grandes festivales patrocinados por firmas cerveceras. O firman un contrato para sus conciertos con Live Nation, una empresa casi omnímoda. ¿Su discurso anticapitalista está abocado a la contradicción permanente?

-Vamos a ver, en primer lugar hay que ser conscientes de que vivimos en una sociedad capitalista, así que mientras no se invente otro sistema económico, otra organización de todas las cosas, estamos forzados a convivir con el que hay. Hemos procurado siempre encontrar las grietas donde podamos desarrollar nuestro trabajo como queremos y expresar las ideas que queremos expresar del modo en que queremos expresarlas. Y para ello intentamos coger la opción más válida que tenemos en cada momento.

-Se han dicho y escrito cosas sobre usted con mucha inquina. "J. dice esto en las canciones pero luego es todo lo contrario, calculador, maquiavélico cuando hay dinero por medio". ¿Una banda es tan grande como los odios que suscita?

-Bueno... Para algunos debemos de ser lo bastante importantes como para que se preocupen de desprestigiar nuestra vida personal, muchas veces incluso inventando, directamente. Mira, es que me hace gracia, a mí no me interesa nada el negocio. Y creo que lo hemos demostrado en estos 25 años. Hemos renunciado muchísimas veces a hacer cosas por el mero negocio. No nos interesa el negocio ni nos interesa la música comercial ni nos interesa la música como forma de generar dinero, sólo como forma de vida. Vivimos en un mundo en el que el dinero ocupa un lugar fundamental. En la vida de todos. Nosotros incluidos.

-Los inicios del grupo estuvieron marcados por referencias claramente anglosajonas...

-No estoy de acuerdo, no todas lo eran. Había muchas referencias del pop, en general, del español también, desde Los Brincos a Nacha Pop pasando por Los Secretos, Radio Futura, Carlos Berlanga, incluso Triana...

-Lo que quería preguntarle es si ese deseo de ahondar en el flamenco, de excavar lírica y musicalmente en la cultura popular, si ese abrazo fervoroso de lo andaluz que llegó en La leyenda del espacio es también un pronunciamento político. Una forma de decir: "ahora con mi voz, no con la de otros"...

-Claro. El sentido era y es reivindicar nuestra cultura, una cultura periférica pero importante, tan válida como cualquier otra o más. Es parte del dominio anglosajón decir que todo empezó con el rock & roll. Y no. Yo soy muy fan del rock & roll pero no. Esta es nuestra voz, somos andaluces, granaínos y, como tales, hacemos rock & roll. Que es una música urbana, el sonido de cada ciudad. El rock & roll de Detroit, MC5; el de Glasgow, Jesus & Mary Chain o Teenage Funclub; el de La Plata, Él Mató a un Policía Motorizado... En cada ciudad debería haber una forma de rock. El nuestro es el de Granada.

-¿Qué sería hoy de Los Planetas, hacia dónde habría evolucionado, si no se hubieran cruzado con Enrique Morente?

-Él era una influencia enorme para nosotros ya antes de conocerlo y de trabajar con él. Era un maestro en el sentido clásico de la palabra, tenía un conocimiento muy profundo del flamenco y era un depositario importantísimo de su tradición. Y le gustaba transmitir esas ideas, tenía la necesidad de hacerlo. Un encuentro de ese tipo es trascendental en una vida. Es como si te haces amigo de Bob Dylan y tienes la oportunidad de que te cuente toda la historia de su propia boca, no lo que dicen de él, sino lo que él ha visto y ha vivido. Fue algo providencial.

-¿Se ha parado a pensar por qué se han convertido ustedes en un grupo generacional y no cualquier otro de su época?

-Sí, por supuesto [risas]. Es una especie de milagro. Lo he analizado muchas veces. Se han dado muchas casualidades. Tuvimos suerte por ejemplo de conectar con gente joven que empezaba a trabajar en la industria discográfica, en RCA, que nos permitió entrar dentro de esa estructura sin la que habría sido imposible llegar a tanto público. Fue una casualidad increíble porque había muy poca gente, coño, ¡sólo había un tío! [se refiere a David López, entonces en esa multinacional]... Pues ese tío fue el que nos dio esa oportunidad. También hemos sabido manejarnos con cierta destreza dentro de este mundo tan complejo. Nos hemos defendido, hemos conseguido sobrevivir. La verdad, eso ya en sí mismo es un mérito.

-Sacaron el EP Dobles fatigas en 2015, pero habían pasado ya siete años del último álbum. Han corrido rumores de separación, de malos rollos. ¿Hay algún plazo al respecto, un horizonte digamos planeado como tal para el futuro de Los Planetas?

-Siempre trabajamos en el plazo corto, por no decir en el momento presente. Ahora vamos para Valencia, donde tocamos esta noche [la de ayer]; eso es lo único que hay. Intentamos vivir el momento, ser conscientes de lo que está pasando justo en cada instante. No sabemos qué va a pasar.

-J. odia los conciertos y hay que llevarlo a rastras al escenario, además no se entiende lo que canta, y luego está lo de ser yonquis. Son los grandes clásicos, creo. ¿Qué tópico sobre Los Planetas le molesta más?

-Todo esto de la drogadicción viene de la época de Una semana en el motor de un autobús, ahí nos dimos cuenta de hasta qué punto defender la idea de las drogas como una opción libre y personal puede ser tan provocadora. Tampoco es que me moleste, pero es curioso cómo el pensamiento dominante intenta caer con todo su peso sobre ti cuando intentas cambiar o discutir alguno de sus parámetros. Ahora con el último disco me ha llamado la atención que ha habido un montón de reacciones puramente islamófobas. Es como si inquietara la posibilidad de que fuesemos musulmanes; ante eso, descalificaciones, y no es muy lógico que se descalifique algo sólo porque no se conoce. Pero me gusta tocar esas teclas que provocan ese tipo de reacciones irracionales, así que no me molesta, al contrario. Después de todo, conseguir ese nivel de atención y agitación creo que puede considerarse un logro en cualquier obra artística. Eso es que te están tomando en serio [risas].

-Bueno, pero los conciertos sí que los odia un poco, ¿no?

-Que no, hombre. Cuando con Los Planetas estamos menos operativos no paro de tocar con Grupo de Expertos Solynieve, sin ganar un duro, por el placer de hacerlo. Diez años llevo con ese grupo, eh. Es una parte fundamental de la música. Me encanta, de hecho.

-El problema van a ser entonces los demás, tanta expectativa..

-Claro. Es más fácil tocar con menos presión. Cómo no vas a estar más a gusto. Cuando se mezclan elementos industriales, el dinero, todas esas movidas, a veces se te quitan las ganas. Pero no ya de tocar, sino directamente de enfrentarte a esas situaciones.

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