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Obituario

Un flechazo en el Prado

  • En la muerte de John Elliott

John H. Elliott, en 2011, cuando fue investido 'honoris causa' por la Universidad de Sevilla.

John H. Elliott, en 2011, cuando fue investido 'honoris causa' por la Universidad de Sevilla. / Antonio Pizarro

Estudió en Cambridge y enseñó en Oxford. Las regatas intelectuales del hispanista John H. Elliott (1930-2022), uno de los mayores conocedores del Siglo de Oro español, biógrafo de Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares. "A Paco Correal como un recuerdo de nuestra entrevista. 25 de marzo de 1992". Él mismo escribió la fecha de aquel encuentro en el hotel Tartessos de Huelva, el que dirigía el cinéfilo sevillano José Luis Ruiz, alma del festival de cine Hispanoamericano de la ciudad de la Luz. Las fotos de la entrevista las hizo Paco Cazalla. Tres décadas después, en el adiós de este profesor enamorado hasta las entrañas de la historia de España, todavía conservo en el recuerdo la calidez de su conversación y el hechizo de su ligazón a nuestro país.

Aquellos hombres del norte de Europa solían caer en la tentación española por el sur: Raymond Carr, en su luna de miel en Torremolinos; Paul Preston, en un viaje de placer a Benalmádena; Hugh Thomas, después de una estancia familiar en el hotel Inglaterra durante una Semana Santa; Gerald Brenan, en su conocido viaje iniciático a las Alpujarras, por donde pasó medio Bloomsbury; Ian Gibson, tras la pista de Lorca, su arca perdida; Julian Pitt-Rivers, con un salvoconducto del propio Brenan, en su estudio pionero sobre la antropología de Grazalema.

El caso de Elliott fue distinto. Lo cuenta él en las primeras líneas del prefacio de su biografía del Conde-Duque de Olivares, más de 700 páginas dedicadas al valido de Felipe IV. "La primera vez que tuve conocimiento de la figura del conde-duque de Olivares fue cuando, siendo aún estudiante en Cambridge, realicé mi primera visita a España y me encontré frente al gran retrato ecuestre que le hizo Velázquez y que se conserva en el Museo del Prado". No entendió que los estudios sobre este personaje fueran escasos y superficiales, "no se le daba más que el papel de figurante en los estudios sobre la Guerra de los Treinta Años". Escaso bagaje para quien había regido los destinos del país en las décadas de 1620-1630, "los últimos años del predominio mundial español".

Elliott aprendió a montar a caballo en las Alpujarras. Visitó muchas veces Sevilla, ente otras cosas para investigar en los archivos de la Casa de Pilatos para su imponente biografía. La ciudad en la que Olivares, romano de cuna, vivió entre 1607 y 1615. "Llevaría la vida típica de cualquier joven noble andaluz de la época, con una alegre mezcla de hospitalidad, amores ilícitos y equitación".

Su vida cambió cuando en un viaje de estudiante vio el retrato ecuestre de Olivares pintado por Velázquez

El alumno de Cambridge y profesor de Oxford (el universo de las novelas de Javier Marías) volvió por Sevilla en 1999, para sumarse a los actos del cuarto centenario del nacimiento de Velázquez, el pintor de la Corte de Felipe IV, el rey del que Olivares fue valido. Siglo de Oro de la pintura y de las letras, con el duelo entre el conde-duque y Quevedo que pormenorizó Elliott en su biografía.

Amigo de Fraga (se conocieron cuando éste fue embajador en Inglaterra) y de Alfonso Guerra, que le encomendó la tutela intelectual de su hijo, John H. Elliott recibió el premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales. Hace tres décadas ya denunciaba la leyenda negra contra España, cuyo modélico mestizaje en América era muy superior al de otras culturas que, como decía con ironía, no habían pasado del mito infantil de la india Pocahontas.

Autor de la obra La rebelión de los catalanes, Elliott ha sido estos últimos años un gran defensor de la Transición española y en los periódicos ingleses denunció las mentiras y manipulaciones del procès catalán, su burda patraña de la represión. Refutaba la condición de exiliados y de presos políticos para los líderes independentistas y lo hacía desde un país donde murieron en el exilio Chaves Nogales o Arturo Barea.

En su monumental estudio sobre el conde-duque de Olivares tenía palabras de gratitud para los historiadores españoles Antonio Domínguez Ortiz, José Antonio Maravall y Felipe Ruiz Martín, para su colega Jonathan Brown, "quien durante años ha vivido mentalmente conmigo en la corte de Felipe IV", compañero en los estudios sobre Velázquez, y en particular a su esposa, "que trabajó heroicamente en el índice y convivió sin pronunciar una queja con la sombra del conde-duque durante más tiempo del que quiero recordar". El amor a España exige mucho.

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