José de los Camarones: la sabiduría del niño interior

El cantaor jerezano publica ‘Aventuremos la vida’ (Serie Gong Música, 2025) donde los versos de Omar Jayam, Santa Teresa de Jesús o Ángel González expresan lo sagrado aunando flamenco y psicodelia

José de los Camarones
José de los Camarones / Isa de la Calle

Tras un rato de charla con José de los Camarones (Jerez de la Frontera, 1955) uno se vuelve más sensible a los atributos del presente inmediato: el canto de los pájaros, el sol caldeando la ropa tendida, el bullicio que forman los niños jugando en el patio del colegio. Este cantaor y mariscador profesional actúa en nosotros como un heraldo del mundo natural, nos rescata del cauce del tiempo enlazando versos y sentencias con la profusión de un sacerdote oriental: “si hay amor todo crece” reitera; “Trabajé en el aire / se lo entregué al viento”; canturrea.

A sus 70 años irradia juventud: en los últimos meses ha posado para Gucci, protagonizado películas y publicado su último trabajo discográfico, Aventuremos la vida, que arranca por praviana (un cante de remoto origen asturiano) con los versos de Ángel González: “Perforé la luz / ahondé el misterio”. En ese tercio queda enunciado, para nuestro posterior goce, lo que constituye este disco: la voz de pregonero de José dibujando el cante añejo sobre un “muro de sonido”, la base de guitarras y psicodelia que le ha tejido el productor Josema Pelayo. Como si Pink Floyd le tocara a Tío Borrico. Todo ello conjugado para difundir un mensaje casi budista: la renuncia como puerta a la liberación.

Le hice mucho daño a mi niño interior. Ahora quiero que salga y goce

“Esos versos de González tienen mucha profundidad: ahí él se dio cuenta de que todo su obra podía ser humo, que todo consiste en el aquí y el ahora”. Así desvela José porqué él, que suele componer sus letras, se ha valido en esta ocasión de la poesía de Santa Teresa de Jesús o Béquer: “Me parezco a ellos en sus principios y en su forma de vida, además ellos transitaron cuartos oscuros por los que yo también he pasado [...] me siento un hilo canalizador de su legado, y enfrento su espiritualidad a este sistema”.

La sabiduría de José nos parece ancestral, extraída del dolor, del contacto con la naturaleza y del misterio que encierra el cante grande. Es un viejo iluminado y un niño rebelde: “Sin vanidad ni orgullo puedo decir las cosas como son, estoy hermanado con esos artistas, tanto con Agujetas como con Neruda, porque conozco su camino de sufrimiento”. Él mismo ha emprendido una senda purificadora: "fui mollatoso como Omar Jayam, pero mi dignidad me ha salvado".

Este hijo del barrio de La Plazuela, criado en la dureza del mar y la venta ambulante, curtido como artista en la oscuridad de los tabancos, se siente autorizado por su cercanía a los grandes artistas de lo jondo, moradores de su Olimpo interior: Fernando Terremoto, Juana la del Pipa, Sordera, Camarón… A todos los trató, de ellos extrajo una suerte de ética artística que quiere legar a las nuevas generaciones: “amo la juventud, pero si veo a un gallito de pelea, le quito los micros y el marketing y le digo: ¡venga, canta! Todos esos maestros tenían el alma blanca, pero eso te arañaban por dentro cantando”.

Esa misma pureza, recuerda, alumbra el alma rockera de Jerez. Su amigo Diego Carrasco o el mismísimo Torta lucieron ropajes eléctricos: “Aquí nos encanta lo bien hecho, y todo queda genial porque tenemos ese soniquetazo”. Despacha el amasijo de influencias musicales que componen Aventuremos la vida con la misma elocuencia: “no tengo ninguna duda de lo que hemos hecho, pues respeto siempre los cánones flamencos, investigo a fondo, y le añado lo que le pueda sentar bien”.

Esa audacia concibe momentos brillantes: en la colombiana fluye sobre un aire mitad blusero y caribeño donde con algo de guasa, se autorretrata como un crápula: “noches en vela / buenas y malas decisiones / alegrías y duquelas”. En la malagueña de El Mellizo introduce una petenera primitiva a modo de coro en la voz de María del Tango y las Monjas de Santa Rita, culminando un momento de solemnidad sobrecogedora. En los Tangos del Renacido recupera el son ochentero de Caño Roto con la orfebrería guitarrera de Jorge Gómez y Daniel Quiñones... Viendo esa profusión de influencias, ¿cabe aceptar lo que decía Caracol, todo es cante? “Claro, yo en mi casa escucho a Beethoven, a Puccini, a Bach, porque esos melismas me acarician el espíritu, y el flamenco es una más de las Bellas Artes”.

Si veo el dolor ajeno empiezo a ser humano. No juzgo, así puedo entender a todo el mundo

Aunque hablamos con un músico, su mensaje contestatario y místico nos empuja a indagar en su visión del mundo, extraerle unas gotas de sapiencia a este santón jerezano. Sepamos, simplemente, cómo se siente en esta hermosa mañana de junio: “Cada día es una nueva aventura, estoy dispuesto a caerme y a levantarme. El primer paso para fracasar es intentarlo” arranca enredado en profundas meditaciones, y continúa al modo de un brahmán: “si veo el dolor ajeno empiezo a ser humano. No juzgo, me centro en quererme yo, así puedo entender a todo el mundo”. Y alcanza una conclusión reparadora: “Sin darme cuenta le hice mucho daño a mi niño interior, ahora quiero que ese niño salga y se divierta, que goce de la música y la poesía”.

Él, tallado por la vida al aire libre -aunque agraciado con cierto aire de dandi- reniega de la sociedad de consumo y enarbola la bandera ascética: “Hemos ido contra natura, pero hemos alcanzado un mundo de comodidades. Hemos olvidado ese cante de Manuel Gerenael grito del pueblo será inquebrantable... Con la barriga llena no se piensa en nadie”. Entonces, ¿cuál es la esperanza para las futuras generaciones? “Humildad, y librarse del miedo. Honra a tus antepasados, agarra las raíces”; unas palabras que suenan a profecía y que solo después de un silencio aterrizan en el terreno del cante: “si escuchas a Chacón y a Manuel Torre luego tu personalidad aflorará sola”. De nuevo el pasado y el presente disueltos en la materia del cante y las palabras de José de los Camarones.

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