Suspiros (helados) de España

La Tregua | Crítica

Miguel Herrán y Aarón Piper en una imagen del filme.
Miguel Herrán y Aarón Piper en una imagen del filme.

La ficha

** 'La tregua'. Drama bélico, España-Kazajstán, 2025, 150 min. Dirección: Miguel Ángel Vivas. Guion: M.A. Vivas, Fran Carballal, Ignasi Rubio. Fotografía: Rafa García. Música: Víctor Reyes. Intérpretes: Miguel Herrán, Aarón Piper, José Pastor, Javier Pereira, Fernando Valdivieso.

No son pocas las ambiciones de este drama bélico, co-producción entre España y Kazajstán, que parte de los poco conocidos hechos reales de la convivencia y las penurias compartidas de un grupo de soldados republicanos y otro de la División Azul recluidos en régimen de trabajos forzados en un gulag soviético durante la Segunda Guerra Mundial.

Hasta allí nos lleva una cinta que se toma su tiempo, siempre demasiado, en presentar las condiciones de vida en el límite de lo humano y el ambiente opresivo y claustrofóbico entre los barracones, la tierra helada y las minas insalubres donde estos soldados doblemente derrotados tendrán que volver a dirimir sus diferencias irreconciliables, ya saben, las dos Españas goyescas siempre a garrotazos, tan lejos de la patria querida y añorada; soldados de distintos orígenes y acentos regionales comandados por unos Aarón Piper y Miguel Herrán que también encarnan el pasado reciente de una Guerra Civil que se sigue batallando en los campos kazajos.

Miguel Ángel Vivas (Secuestrados, Tu hijo, Asedio) apuesta por narrar al detalle y cocer a fuego lento la fisicidad del encierro, inundando su pantalla de masculinidad agresiva y violenta y recreándose en el barro, la suciedad, el frío, los golpes, las vejaciones, las heridas abiertas y cicatrices que marcan, bajo la estrecha vigilancia del enemigo común, a saber, el inexpugnable régimen soviético-estalinista y sus secuaces, el moroso desarrollo del primer tercio del filme. Lo que sigue, en previsible distensión, no deja de ser materia anunciada: la nostalgia común de la patria perdida (con un solo posible himno: el pasodoble Suspiros de España) y los vanos intentos de regresar se articulan en una estrategia conjunta que limará asperezas mediante la música y llamará a la esperanza momentáneamente. La Tregua se reserva empero más saltos temporales que llegan primero a 1947 y más tarde hasta 1982, en plena Democracia, en un epílogo que aspira a subrayar aún más la idea de la reconciliación y de la memoria compartida del horror.

Se le ven siempre al filme de Vivas sus costuras y sus excesos tremendistas, su básica dialéctica camuflada de hiperrealismo y su gran, interminable, arco narrativo con voluntad de lección de Historia. Con Spielberg en el horizonte, La Tregua fracasa empero por repetición y esquematismo, aparentemente bien resuelta en su superficie de género, aunque innecesariamente alargada tal vez en busca del sello de prestigio.

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