Lanzarse y confiar

Contre-nature | Crítica de danza

La danza aérea es uno de los ingredientes, pero no el único de 'Contre-nature'.
La danza aérea es uno de los ingredientes, pero no el único de 'Contre-nature'. / Patrick Imbert

La ficha

**** ‘Contre-Nature’. Rachid Ouramdane / Compagnie de Chaillot. Coreografía: Rachid Ouramdane. Música: Jean-Baptiste Julien. Iluminación: Stéphane Graillot. Escenografía: Sylvain Giraudeau. Vídeo: Jean-Camille Goimard. Vestuario: Siegrid Petit-Imbert. Voz narrativa en español: Lucie Grunstein. Intérpretes de la Compañía de Chaillot: Joaquín Bravo, Lorenzo Dasse, Clotaire Fouchereau, Löric Fouchereau, Peter Freeman, Maria Celeste Mendozi, Mayalen Otondo, Lucas Tissot, Aure Wachter, Owen Winship. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes, 21 de febrero. Aforo: Casi lleno.

El espectáculo comienza con una figura grande de espaldas que le da la mano a una figura pequeña, un niño probablemente. Luego, lo toma en brazos y ambos desaparecen en la niebla.

En el programa dice que el espectáculo está dedicado a Farid Ouramdane, un hermano del coreógrafo que murió cuando era niño. Algo contra natura, sin duda.

Puede que esa ansia de llenar el vacío que dejan los que se van, de ascender por el aire camino del cielo, sea el origen de esta pieza que el coreógrafo Rachid Ouramdane ha realizado con la compañía del Chaillot, el gran teatro parisino que dirige desde 2021.

Por encima, o por debajo de esa ansia, nos encontramos con un riguroso y extraordinario trabajo en el que los movimientos del Body Contact y de la danza aérea, insertos en un tempo casi oriental y en una atmósfera a la vez dulce y oscura que trasciende lo real, dan lugar a una pieza compacta y absolutamente redonda.

Con su conocimiento del cuerpo humano y de la naturaleza múltiple de la identidad, Ouramdane, él mismo medio europeo, medio africano, ha reunido a diez bailarines-acróbatas de una perfección increíble y completamente diferentes en tamaño, en color, en género… y también en bagaje técnico.

Probablemente la mayoría procedan del circo. Lo prueban las pirámides de tres pisos, su pericia en los portés, su precisión al lanzarse al vacío… Sin embargo, el coreógrafo ha realizado con ellos un trabajo increíble de integración, de ritmo interno y externo.

Sobre un purísimo suelo blanco, una caja negra invadida en ocasiones por una espesa bruma. Allí dentro, con una concentración absoluta, los diez cuerpos corren o miran al horizonte, se entrelazan, se lanzan unos hacia otros, se unen como uno solo para aupar a alguien o para recogerlo cuando cae. Y sobre todo, se miran, se sostienen. Todos dominan el aire y el suelo; todos, incluso los porteadores, demuestran la misma sensibilidad, la misma levedad, la misma necesidad de confiar en el otro.

Es cierto que en Contre-nature se unen los lenguajes de la performance y del circo, pero en los ejercicios circenses más virtuosos, esos del ‘más difícil todavía’, los cuerpos no se colocan, como en el circo, en situación de obediencia, sino de entrega, de rendición consciente, de pura confianza en la comunidad.

También hay solos que aportan matices dramáticos, y un par de hermosos dúos, pero todos entran y salen continuamente. Aparecen de la nada y desaparecen en ella como por ensalmo.

En un momento, sobre la pared del fondo se proyecta un frondoso bosque sin límites y, al final, un mar frente al que uno de los bailarines, en uno de los momentos más emotivos de la pieza, logra comunicarnos -como dicen que sucede con los que han perdido alguna extremidad- la ausencia de una mano en su mano. Puede que la del niño que mira al mar. O tal vez la de uno de los miles de migrantes que se ha tragado el Mediterráneo.

stats