Artes Escénicas

Les Luthiers, un último viaje lleno de humor y genialidad

‘Más tropiezos de Mastropiero’ propició el regreso de Les Luthiers a Fibes.

‘Más tropiezos de Mastropiero’ propició el regreso de Les Luthiers a Fibes. / Juan Carlos Muñoz

Con quince minutos de retraso apareció sobre el escenario de Fibes el elenco que compone el grupo humorístico-musical Les Luthiers. Vestidos de esmoquin saludaron al público. Un público que respondió con el primer aplauso de los muchos que se sucederían a lo largo de la noche. Una noche en la que predominó el humor de Les Luthiers, caracterizado por los dobles sentidos, por los juegos de palabras, por un inteligente manejo del lenguaje que levanta, irremediablemente, la carcajada. Todo se resumió en un extraordinario desfile de ironía, parodias y sutil crítica social.

El espectáculo, titulado Más tropiezos de Mastropiero, comenzó con una escena en la que se recreaba el programa Diálogos con la cultura. En este programa de televisión se presentó a un peculiar compositor –tan desastroso y bobalicón como cómico y, contra él mismo, divertido–. Hablamos de un célebre personaje de Les Luthiers, Johann Sebastian Mastropiero. Entrevistado por un paciente periodista, el músico Mastropiero, con sus ocurrencias y comentarios, fue dando su espectáculo –en el amplio sentido de la palabra–. El periodista, por su parte, comenzó la entrevista, y cada vez más perplejo iba desarrollando una conversación en la que se unieron el surrealismo y cierto humor absurdo. El resultado es un diálogo no tanto de la cultura y más de besugos. La risa y el aplauso, en cada desternillante intervención de Mastropiero, era la tónica. El público estaba sentado, pero a su vez en pie. Ya rendido por completo a Les Luthiers.

De la entrevista a Mastropiero –eje que vertebró la función– se intercalaban pasajes repletos de conversaciones que derivaban en lo cómico. Con disparatadas tramas –junto con disparatados desenlaces– que invitaban a la risa cómplice o a la sonora carcajada. Sin más. Y jamás el aburrimiento. Y jamás la broma forzada. Reseñables, entre otros momentos, fueron los desconcertantes villancicos de Mastropiero –con insólitas rimas–, o el bolero Ella me engañó, con su inesperado giro de guión.

Hubo también tiempo para los temas de actualidad; es decir, para parodiar temas de actualidad relacionados con la cultura, o con el debate cultural. Así fue con el lenguaje inclusivo, en Days of Doris, con la identidad de género y con “lo políticamente correcto”.

Cualquier escenario es propicio para Les Luthiers, cuyo nombre proviene del francés y hace referencia a los restauradores de instrumentos. El grupo argentino también toma objetos cotidianos, los cuales reinventa para, así, fabricar la música de sus espectáculos. Con esta particular fórmula vimos, por ejemplo, un perchero que sirvió para la repercusión. O un lavabo que se usaba como instrumento de viento.

Personalidad, ingenio, inagotable diversión son las notas –sobresalientes notas, por seguir con el juego de palabras– que definen a Les Luthiers, quienes nos dicen adiós tras más de cincuenta años regalando su talento y don para conseguir eso tan difícil: hacer reír a alguien. Y hacerlo con el mejor humor, ese que te hace sentir más listo, en palabras de Javier Krahe.

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