Luz Gabás. Escritora

"El amor es el motor que nos empuja a seguir hacia adelante"

  • La autora aragonesa presenta en Sevilla 'Lejos de Luisiana', la novela con la que obtuvo el Premio Planeta

Luz Gabás, este lunes en Sevilla.

Luz Gabás, este lunes en Sevilla. / Antonio Pizarro

Luz Gabás (Monzón, 1968) tuvo el estreno literario soñado por todo debutante. Su primera novela, Palmeras en la nieve (2012), cosechó un gran éxito de ventas y público, y contó con una adaptación cinematográfica y traducción en varios idiomas, en muy poco espacio de tiempo. Éxito que consolidó con sus siguientes publicaciones: Regreso a tu piel (2014), Como fuego en el hielo (2017) y El latido de la tierra (2019). En Lejos de Luisiana, Luz Gabás regresa al pasado colonial español, en esta ocasión a los Estados Unidos, a las tierras bañadas por el río Misisipi, cedidas por Francia a España en 1763.

-Parece que se ha especializado en el pasado colonial español. Después de Palmeras en la nieve, llega con Lejos de Luisiana.

-Ha sido casualidad, no lo había pensado hasta ahora. En el caso de Palmeras en la nieve, que transcurre en Guinea Ecuatorial, había una relación familiar muy fuerte y directa, ya que mi padre y mi abuelo fueron de esos españoles que vivieron allí, y en el caso de Lejos de Luisiana he llegado a la conclusión que tal vez sea porque yo estudié en California y con mi mamá americana bromeaba sobre que tenía un cuarto de sangre española, y siempre le decía que me gustaría saber más de eso, pero nunca encontraba el momento. Y cuando me encargaron en la revista Zenda un texto sobre la importancia de España en la Independencia de los Estados Unidos, recuperé cosas que había estudiado, que unido a la nueva información supuso que me encontrara con un contexto fascinante. Además, quería escribir sobre el esfuerzo, ya que mis novelas siempre nacen de un pálpito, de un gran tema central, y me encontré ante un escenario que se caracterizaba sobre todo por el esfuerzo y la esperanza. Sucedió como cuando te pones a cocinar y tienes todos los ingredientes sobre la mesa. Así me sentí yo.

-La novela puede entenderse, en ocasiones, como un foco con el que iluminar las sombras del pasado.

-Sí, porque el foco puede alumbrar macromomentos de la historia, pero también los micromomentos. La novela es una herramienta muy útil en ese sentido, porque el historiador se centra en los hechos y el novelista va más allá, porque quiere poner nombres y apellidos a los protagonistas de esos hechos y meterse en su piel. En cierto modo, el escritor es como un actor de teatro, quiere representar lo que pensó cada personaje, qué le les llevó hasta allí, qué sintieron… Estaba escribiendo esta novela, del otro lado del mundo, y resulta que una persona que vive en mi valle (de Benasque) estuvo muy cerca de donde sucedieron los hechos. Inmediatamente lo incorporo como personaje, porque eso es algo que me encanta de la novela. O el Conde de Aranda, que todo el mundo conoce, y que nació en un pueblo muy cercano al mío (Siétamo, Huesca). Me enganché a esta historia al leer a Bernardo de Gálvez (Macharaviaya, Málaga), de gran trascendencia en Andalucía, y que fue Gobernador de Luisiana.

-A pesar de la abundancia de personajes, las mujeres juegan un papel destacado. ¿Pudieron realmente tomar sus propias decisiones?

-A los hombres se les presuponía esa capacidad de elección, en ese contexto, y es cierto. En cuanto a las mujeres, era tan amplio el abanico que me encontré que traté de representarlas a todas. Y así tenemos a Suzette, que es prerromántica, Margaux que es el ejemplo de la Ilustración, la razón por encima de todo, o tenemos a Cécile, que para mí es la más rompedora, en cuanto a su forma de entender las relaciones, y que acabó siendo una empresaria importante. Son mujeres que representan a la sociedad de ese momento. Abordo levemente a las religiosas de la congregación de las ursulinas, que me habría encantado poder detallar más.

“Creemos que todo es nuevo, y no, la historia se repite una y otra vez”, afirma la flamante Premio Planeta

-Su novela tiene mucho de homenaje a los orígenes, a la tradición, a la familia, a la tierra.

-Los habitantes de Nueva Orleans, los criollos, son franceses, se sienten franceses, pero se sienten de allí, de Luisiana. Las cuestiones de identidad de la novela se centran sobre todo en el personaje de Ishcate, que es un joven de la tribu Kaskaskia, que ha sido educado por los jesuitas franceses, por lo que domina su idioma. El sí que va a a ver como se produce esa pérdida de su mundo, porque comienza la conquista del Oeste, y es consciente de que todo lo que había conocido va a acabar. En torno al Misisipi hubo mucho mestizaje, por lo que se produce una crisis de identidad. Ishtade, sin embargo, quiere mantener la suya a salvo. Y también hay en toda la novela un sentimiento de pérdida, pero también de pertenencia a la tierra y de pleno contacto con la naturaleza. Que es algo con lo que me identifico plenamente.

-De todo lo que ha encontrado en su documentación sobre nuestro pasado en Luisiana, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención?

-Me sorprendió mucho cuando conocí las reuniones que mantenían los españoles con los nativos americanos. Pedían cita para hablar con el Gobernador y acampaban en las afueras, hasta que se celebraba el encuentro. Además, eran muy ceremoniosos, porque tenían plena conciencia de su posición: soy el jefe de una tribu que va a hablar con un jefe blanco. Hablaban entre ellos, literalmente, de tú a tú, y así se puede comprobar en las transcripciones que se conservan. Reproduzco un discurso en la novela que se produjo tal cual, pero en otro contexto, donde se muestran los temores y miedos de los nativos. A veces creemos que todo es nuevo, y no, la historia se repite una y otra vez. Diferentes circunstancias y diferentes contextos, pero los entresijos de la política, las relaciones sociales, los prejuicios o el esfuerzo ya existían.

-Como en anteriores novelas, el amor, las relaciones, los sentimientos, cuentan con un peso importante en Lejos de Luisiana, y destaca, en este sentido, los personajes de Suzette e Ishcate.

-Sí. En primer lugar, porque cuando estoy ambientando una novela en una situación muy convulsa siempre me planteo que debo ofrecer esperanza, porque de lo contrario no sé si yo misma la querría leer. En todas las novelas que leo hay historias de amor, aunque reconozco que las mías son tan intensas que destacan especialmente. El amor es el motor que nos ha empujado a seguir hacia adelante.

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