Cine

Kiti Mánver redescubre el deseo (y la vida) en ‘Mamacruz’, que llega hoy a los cines

Kiti Mánver y Patricia Ortega, en el rodaje de ‘Mamacruz’.

Kiti Mánver y Patricia Ortega, en el rodaje de ‘Mamacruz’. / Julio Vergne

La cineasta venezolana Patricia Ortega, que estrena en las salas y reinagurará hoy el Cine Cervantes de Sevilla con Mamacruz, una comedia dramática sobre una mujer madura (Kiti Mánver) que redescubre su deseo, opina que "es terrible que te digan cómo debes ser según tu edad. La sexualidad tiene un espectro infinito".

Ortega, que ha filmado su película en Sevilla –Mamacruz es una producción de La Claqueta– encontró la inspiración para su largometraje al toparse por accidente con una foto en la que su madre, de joven, aparecía desnuda. "Sus hijos nunca le conocimos un novio, siempre estaba trabajando o cuidando de nosotros. De repente, esa madre tenía un pasado como mujer", cuenta la directora.

Aquello fue la "semilla" de un guión que firma con José Ortuño y en el que Ortega se rebela contra el "estigma" de la tercera edad. "Yo sigo siendo una mujer, y aunque seamos viejos seguimos sintiendo cosas", le dice el personaje de Mánver a su marido, al que interpreta Pepe Quero. "Me interesaba romper con ese estereotipo de que con los años dejas de sentir, como si ya no tuvieras cuerpo. Y es algo que se acentúa en el caso de las mujeres: cuando ya no eres objeto de deseo pasas a no existir", argumenta la realizadora, que ha presentado su proyecto en Sundance y Valladolid.

Para Ortega, Mamacruz trasciende la anécdota de esa mujer negada para la tecnología que se choca con unas imágenes picantes en su tablet, lo que será el inicio de un terremoto interior que lo sacuda todo. "Yo veo el cambio que ella experimenta como un despertar. Se da cuenta de que no ha aprovechado su tiempo, que no ha hecho cosas, que se ha perdido estar con otras personas", explica sobre una mujer que "llevaba mucho tiempo olvidándose de sí misma y de repente tiene una inyección de vitalidad, de energía".

La directora considera que la renuncia que caracterizaba a su protagonista se da también en otras generaciones. "Sigue siendo difícil combinar los papeles de mujer y de madre", apunta Ortega, que a través del personaje de la hija –a la que da vida Silvia Acosta–, una bailarina que consigue un trabajo en el extranjero, explora la culpa de quien antepone sus ambiciones profesionales a la familia. "Tenemos la presión de ser buenas madres, pero ¿qué es eso realmente?". Y hoy, sostiene la cineasta, la libertad de una mujer sigue suscitando el recelo. "Guarra, o puta, son los insultos más famosos del planeta. Es increíble, porque hemos avanzado mucho pero en cuanto te sales de la norma provocas la indignación".

En Mamacruz, Ortega también retrata la perplejidad y el terror del hombre, el marido al que encarna Quero, cuando su esposa empieza su transformación y él, paralizado, no es capaz de acompañarla en ese viaje. "Siempre se asocia la masculinidad a la acción, a la fuerza, pero yo retrato a ese tipo desde otro lado, con sus dudas y su incertidumbre. Él no sabe reaccionar, porque no esperaba una situación así. Los hombres también están marcados por los planteamientos del patriarcado".

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