En la mejor tradición del cine policíaco y judicial francés

Crítica 'Conexión Marsella'

Jean Dujardin, en una imagen del filme de Cédric Jimenez.
Jean Dujardin, en una imagen del filme de Cédric Jimenez.
Carlos Colón

25 de noviembre 2015 - 05:00

CONEXIÓN MARSELLA. Thriller, Francia, 2014, 135 min. Dirección: Cédric Jimenez. Guión: Cédric Jimenez, Audrey Diwan. Fotografía: Laurent Tangy. Música: Guillaume Roussel. Intérpretes: Jean Dujardin, Gilles Lellouche, Céline Sallette.

En 1937 el mafioso corso Paul Carbone fue el primero en importar a gran escala opio para convertirlo en heroína en sus laboratorios de Marsella. La ciudad y los marineros corsos tenían tradición en el tráfico de drogas gracias a los barcos que llegaban de la Indochina francesa desde finales del siglo XIX y a las turbias maniobras del aventurero corso Etiénne Fiori en la colonia francesa. Crecido el negocio durante la Segunda Guerra Mundial, momento en el que la mafia marsellesa contacta con la italoamericana a través de Lucky Luciano desbordando sus límites europeos, el trágico boom de la droga en los años 60 y 70 convirtió a Marsella en el principal suministrador de heroína mundial también en los Estados Unidos, controlando el 85% del inmenso mercado americano. Esta trama es la llamada Conexión Francesa (French Connection) que William Friedkin hizo mundialmente conocida con su película de 1971.

Una tupida red francesa en la que estaban implicadas varias familias mafiosas y políticos, jueces y policías corruptos hizo especialmente difícil la lucha contra la Conexión Francesa. Esta muy buena película trata de uno de los últimos enfrentamientos antes del desplome del imperio de la droga francés: la lucha a muerte entre el juez Pierre Michel y el mafioso Gaëtan Tany Zampa entre 1977 y 1981. Su primera fuerza está en sus magníficos intérpretes, sobre todo Jean Dujardin (el juez Michel), Gilles Lelouche (Tany Zampa) y Bernard Blancan (el comisario Aimé-Blanc). Sobre los tres, sobre sus sobrias y potentes interpretaciones, recae el peso mayor de la película. Un mérito lógicamente compartido por estos tres grandísimos actores y por su director, el realizador marsellés Cédric Jiménez, que se ha inspirado en el polar o policíaco francés de los años 70 de los Yves Boisset, Henri Verneuil o José Giovanni.

Eficaz, sobria, modesta y honrada en su renuncia a los fuegos de artificio y gratuitos baños de sangre del actual cine negro, esta película confirma las expectativas suscitadas por la primera obra de Jimenez -Au yeux de tous, no estrenada en España- como una sólida realidad del mejor cine comercial francés. Su muy largo metraje de más de dos horas no conoce un momento de desfallecimiento. Su rigor no le resta emoción y suspense. Y su sobriedad no quita fuerza a las escenas de acción. Si suman esto a un gran duelo de actores tendrán razones para ir a ver esta muy buena y muy europea película que, desgraciadamente, llega tarde y se estrena en pocas salas el fin de semana dominado por los apellidos catalanes. Con Sicario, estrenada la semana pasada, forma un excelente díptico de narco-thrillers.

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