Miguel Rivera y el sueño que completó la foto
MIGUEL RIVERA | Músico
El músico estrena hoy el videoclip de su nueva canción, inspirada en las figuras de Atín Aya y su hija María, un tema que tiene como punto de partida la banda sonora que hizo para el documental sobre el fotógrafo
El sonido del sur en las salas oscuras
Cada fotografía es una conversación suspendida en el tiempo. Siempre que Miguel Rivera habla de Una foto por hacer, empieza haciéndolo por Atín Aya. Porque, según me cuenta, “no se puede entender esta canción sin asomarse primero a Retrato del silencio, el documental de La Favorita Produce dirigido por Hugo Cabezas y Alejandro Toro con la delicadeza de quien se acerca a un recuerdo sin querer romperlo”. Para esa película —me insiste— "tuve la suerte de componer su banda sonora; una tarea que viví como si atravesara un paisaje íntimo, deteniéndome en cada matiz, en cada sombra”. Por eso, cuando empezó no tardó en comprender que, en realidad, su trabajo ya no era solo componer, sino escuchar; estaba entrando en diálogo con alguien que ya no estaba.
El documental se estrenó en el Festival de Cine de Sevilla de 2024, y desde entonces ha ido acumulando premios y nominaciones, incluida la de mejor música original. Pero a Rivera no le conmueve tanto el reconocimiento como la figura del propio protagonista: Atín Aya, fotógrafo sevillano querido entre colegas, pero aún desconocido para el gran público. Murió en 2007 dejando una obra de hondura serena y sensibilidad extraordinaria, un archivo de miradas y silencios que hablan más que las palabras.
De todas las historias que atraviesan la película, hay una que a Rivera se le quedó prendida en algún lugar del subconsciente, la de María Aya, la hija de Atín. “Durante años —me explica— le ocultaron a Atín la existencia de su hija, y él la buscó con la constancia de quien sabe que algo suyo anda por el mundo. Cuando por fin la encontró, la fotografió como solo él podría hacerlo, con emoción, con cuidado, con ese silencio elocuente que define toda su obra, capturando no solo su figura, sino la emoción del reencuentro”. María aparece en el documental contando ese proceso de una forma tan pura y conmovedora que, al evocarlo, Rivera aún parece sentir el eco de aquella emoción. “Su testimonio me conmovió de una forma inesperada, como si me tocara una fibra que no sabía que tenía expuesta, que siguió vibrando mucho después de que terminara el montaje”.
La noche del estreno en Sevilla, algo de esa historia debía de seguir rondándole por dentro, porque Rivera tuvo un sueño tan vívido que todavía hoy lo relata con asombro. “En el sueño —me dice— me cruzaba con María por la calle, y ella me confesaba que su padre se le había aparecido para decirle que la echaba de menos. Que extrañaba aquellos momentos en que la conoció, en que la fotografió. Hablaban incluso de la icónica tira fotográfica en la que ella baila, suspendida en el tiempo”. Esa misma imagen, que Rivera ha podido tomar prestada, acompaña el lanzamiento de la canción.
El sueño fue tan real que Rivera despertó con la sensación de que tenía que hacer algo. “Como si me hubieran dado un mensaje para entregar”, me confesó. Y así nació la canción Una foto por hacer. Todo comenzó con un silencio que pedía ser llenado con música. La semilla era el tema principal que había compuesto para el documental, pero al añadirle letra y convertirla en una pieza cantada, el material germinó de otra manera; aparecieron nuevos instrumentos, nuevos ritmos, nuevas capas. La música empezó a reclamar su propio carácter, hasta convertirse en una obra nueva y viva, un puente tendido entre lo que fue, lo que sigue siendo y lo que aún queda por decir.
La canción respira con la misma gravedad luminosa que aquellas piezas de Scott Walker en las que el tiempo parecía plegarse hacia dentro y la voz se convertía en un eco que venía de otro mundo. Sus versos —un anhelo de regreso, un destello detenido, una herida que todavía arde— se despliegan como fragmentos de un diario extraviado en mitad de la memoria. La melodía avanza con una solemnidad suspendida entre la nostalgia y la revelación, mientras la letra traza el retrato delicado de alguien que intenta volver a un instante que ya no existe, pero que sigue respirando en el silencio. Una foto por hacer es un canto que busca habitar el pasado, acunarlo, concederle un lugar donde seguir siendo. Una canción que calma el pulso, que detiene el tiempo, como dice su letra, con mucha elegancia; una historia que llevaba tiempo esperando su forma, y que encontró su camino en un sueño, en una imagen suspendida y en la necesidad de dar voz a lo que aún buscaba ser dicho. Y parece hablarnos desde un sueño que no termina de desvanecerse.
Para darle un cuerpo a esta criatura sonora y completar su lanzamiento, que tuvo lugar el pasado viernes, Cabezas y Toro realizaron el videoclip que se estrena hoy, mezclando fragmentos del documental con escenas en el estudio. “El resultado —dice Rivera— es una pieza que une música, memoria y fotografía en un mismo gesto, con cada plano convertido en otra forma de seguir conversando con Atín”. Ciertamente, hay planos que parecen respirar al ritmo de la voz.
Con Una foto por hacer queda patente que Miguel Rivera sigue siendo un gran compositor de canciones, aparte de bandas sonoras, y que se mueve cómodamente en los dos mundos. Que es un narrador completo cuya música crea universos propios es algo que quedará perfectamente demostrado en la próxima primavera, cuando surja en toda su plenitud el disco nuevo que está preparando en solitario, una vez soltados los lazos que le unían a Maga, la banda con la que nos hizo disfrutar de tantas canciones llenas de atmósferas líricas y poéticas.
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