Análisis

Así se gestó la Ley del Flamenco

  • El jurista Miguel Salas, uno de los artífices del proyecto, cuenta cómo la propuesta pasó del recelo inicial del sector al entusiasmo por la aprobación

Miguel Salas posa en su despacho de la calle Tomás de Ibarra, en Sevilla.

Miguel Salas posa en su despacho de la calle Tomás de Ibarra, en Sevilla. / José Ángel García

El abogado Miguel Salas sabe que guardará por mucho tiempo en su memoria una escena a la que asistió esta semana, cuando, tras la aprobación en el Parlamento de Andalucía de la Ley del Flamenco, un proyecto en el que ha estado trabajando el letrado en los últimos años, artistas de la categoría de Tomatito, Cristina Hoyos, Farruquito o Pepe de Lucía se levantaron emocionados y rompieron a aplaudir. Aquel día, este miércoles, Salas sintió que la nueva norma se erigía en una suerte de desagravio, que constataba la lejanía de aquellos tiempos en los que lo jondo se vinculaba a la mala vida, a un mundo canalla amigo de la noche y contrario a las convenciones y al decoro. La ley, que entre otras líneas contempla un plan de promoción del flamenco, la creación de un registro para conocer el sector en toda su magnitud y la introducción de esta música en los colegios, puede ser, defiende el jurista, "un punto de inflexión en el trato institucional y social" que se le dedica a esta disciplina.

Pese a que ahora se celebra como un hito, un nuevo avance tras aquella declaración –que se remonta a noviembre de 2010, han pasado casi 13 años desde entonces– del Flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, Salas se encontró cuando empezaba a esbozar aquella propuesta con la reticencia de los profesionales ligados a este arte. "La tónica general, lo que me solían responder", recuerda el abogado, "era: El flamenco no necesita leyes. Pero cuando les explicaba el propósito, lo entendían. Les decía: Esto no es para regular el compás de la bulería, las sevillanas no van a pasar a ser seis con la ley. Les exponía que entre otras cosas se iba a hacer una actividad de fomento, de reordenación del sector, que habría un reconocimiento legal para las peñas, algo que no existía, que se incorporarían a la norma términos populares como tablao...", enumera Salas, que cree que recibió el encargo –inicialmente de la entonces consejera de Cultura Patricia del Pozo– "por aunar formación jurídica con mi pasión por el flamenco, y sospecho que por mis lazos con este mundo. Desde pequeño toco la guitarra, he participado en muchos grupos y conocido a artistas". De su afición da fe un reportaje publicado en 2019 en este periódico sobre abogados que "se dedican a la música como válvula de escape" y que ilustra una fotografía de Salas tocando junto a Raimundo Amador.

Entre las medidas que apunta la nueva Ley, el especialista valora la creación del Registro Andaluz del Flamenco, que permitirá, tras la inscripción de los artistas, "tener en unos años un mapa de la relevancia del flamenco en la economía regional esencial para potenciar su fomento". En opinión de Salas, "era necesario ver qué supone el flamenco para la economía andaluza, en todas sus facetas: peñas, bienales, conciertos, potajes, el trabajo de cantaores o de bailaores... Pensábamos que el flamenco era más importante para la economía regional de lo que los poderes públicos sospechaban y que, para tomar en serio al Flamenco, lo primero que había que conseguir es conocer sus números. El Registro podría darnos esos datos".

Miguel Salas. Miguel Salas.

Miguel Salas. / José Ángel García

Salas cita como imprescindibles en la elaboración de la Ley a los juristas Manuel Sillero y José Miguel Manaute, pero también a profesionales diversos como Guiomar Fernández, del Ballet Nacional de España; el empresario y poeta Enrique Hernández-Luike; Joaquín San Juan, del centro Amor de Dios, el flamencólogo Faustino Núñez o los músicos Manuel Imán y Cristian de Moret. "Cada uno en su campo fue aportando su visión y criterio", asegura Salas sobre un proceso en el que inicialmente se pretendió dar una definición de flamenco.

Finalmente, se concluyó que el texto debía "asegurar la diversidad cultural del Flamenco como expresión artística en constante evolución y transformación". La norma fomenta el diálogo y la experimentación como manifestaciones legítimas. "A Tomatito le conté el otro día que mi primera incursión en el flamenco fue La leyenda del tiempo, el mítico disco en el que él fue el guitarrista y Camarón el cantaor. En el 79, cuando salió, muchos espectadores lo detestaron. Años más tarde, ese álbum es una obra maestra. La conclusión a la que yo llego es que no se puede acotar lo que es el flamenco. Será lo que en cada espacio temporal el pueblo quiera que sea el flamenco. A mi modo de ver, Rosalía es flamenco, aunque si me escucha El Pele me puede decir que soy un canalla [ríe]. Pero igual dentro de 15 años determinados discos de Rosalía se perciben como flamenco, flamenco fusionado, pero flamenco", sostiene.

"Hay que trabajar para que los jóvenes, que viven en lo tecnológico, no vean el flamenco como algo del pasado”

Otra idea en la que insiste Salas es que la ley no se duerme en los laureles del pasado y mira al futuro. "Siempre se ha asociado el flamenco con lo antiguo, lo analógico. Se ha incluido la digitalización de fondos como un mandato legal, para que la riqueza artística que nos ha llevado hasta aquí no se pierda. Pero al mismo tiempo debemos trabajar para que las nuevas generaciones, que van a vivir en un mundo tecnológico, no consideren el flamenco como un vestigio o una reliquia", dice Salas, cuya trayectoria está muy ligada a la Fundación de la Inteligencia Artificial Legal (FIAL).

El jurista destaca asimismo la apuesta por llevar el flamenco a la enseñanza y facilitar que los artistas impartan clases. "Faustino Núñez me comentaba que era una injusticia la estructura tan rígida del sistema educativo, que obligaba a que para que alguien enseñara guitarra flamenca o cante o baile en el Conservatorio debía tener la titulación, y la mayoría de flamencos no la tienen. Imagínate, qué prestigio disponer en cualquier escuela o conservatorio de Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Manuela Carrasco o Cristina Hoyos... No sé cómo se va a regular esto al final, porque choca con la normativa nacional de educación, pero sí se potencia en la ley la apuesta por personas de reconocido prestigio para actividades docentes. Es una puerta que se abre, como con otras cuestiones. La ley es un marco normativo. A partir de aquí hay mucho que hacer, toca seguir trabajando. Es un comienzo esperanzador".

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