Nervio y drama desde el foso
DON GIOVANNI (2º REPARTO) | CRÍTICA
La ficha
****Ópera de W. A. Mozart y libreto de L. Da Ponte. Intérpretes: Jan Antem, Brindís Guðjónsdóttir, Pablo Martínez, Luis López, Karen Gardeazábal, Daniel Noyola, Montserrat Seró y Yoshihiko Miyashita. Escenografía: G. Zurla. Coreografía: D. Ransom Phillips. Vestuario: V. Pierantoni Giua. Iluminación: A. Grüter. Dirección de escena: Cecilia Ligorio. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro del Teatro de la Maestranza. Dirección musical: Mariano García Valladares. Producción de la Ópera de Colonia. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Viernes, 10 de octubre. Aforo: Lleno.
Lo que puede cambiar una misma función de ópera según quien esté al frente de todo en el foso. El joven García Valladares lleva la teatralidad de su batuta como bandera en su manera de extraerle todo el jugo dramático a la partitura. Desde los secos y acerados acordes de la obertura, repetidos y aumentados al final con la entrada del Comendador hasta esos acuciantes recitativos acompañados de Donna Anna, pasando por la transparencia y delicadeza del sonido orquestal en los momentos líricos, el director devolvió el pulso y el tempo a este nuevo Don Giovanni. En sus manos la Sinfónica sonó con variedad de colores y más soltura en la articulación, de manera que podían seguirse a la perfección todas las líneas melódicas instrumentales.
También gozamos de un Don (Jan Antem) con voz suficiente, autoritaria y de presencia sonora acorde con el personaje, así como de un Leporello (Daniel Noyola) sumamente cuidadoso con el fraseo y con la expresividad del canto. Su aria del catálogo sí sonó en esta ocasión con la riqueza de matices y la cruel ironía de la partitura. Guðjónsdóttir posee una voz demasiado ligera, incluso blanca en algunos momentos, para el dramático personaje de Donna Anna. Incluso en ese terreno sus notas superiores resultaron estridentes, si bien salió airosa de las coloraturas de “Non mi dir”. Por el contrario, la Elvira de Gardeazábal estuvo llena de ternura con una voz que fue ganando en color y en densidad emocional, firmando un "Mi tradì" realmente conmovedor. Voz de volumen mediano pero bella y lírica la de Martínez (Don Ottavio), quien se benefició en "Dalla sua pace" de un tempo apropiado para expandir las frases con holgura de fiato. Nos quedamos con las ganas de escucharle la amputada "Il mio tesoro". Delicada fue y casi infantil la Zerlina de Serò, bello timbre al que le falta algo más de brillo para expandirse por la sala. Correcto el Masetto de Miyashita y ayuno de graves y hueco el Comendador de López.
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