DIRECTO Jueves Santo en Sevilla, en directo | Semana Santa 2024

El tiempo El tiempo en Sevilla para el Jueves Santo y la Madrugada

Obituario

En la muerte de Guerra Garrido, escritor y fundador del Foro de Ermua

  • El autor, reconocido con el Premio Nacional de las Letras en 2006, fallece a los 87 años

Raúl Guerra Garrido (Madrid, 1935-San Sebastián, 2022).

Raúl Guerra Garrido (Madrid, 1935-San Sebastián, 2022). / Juan Herrero / Efe

Ha muerto Raúl Guerra Garrido (Madrid, 1935), uno de los escritores más valientes y comprometidos que he tenido la suerte de conocer. Su compromiso lo llevó a su literatura, escribiendo novelas contra el incipiente disparate terrorista como Lectura insólita de El Capital, con la que ganó el premio Nadal en 1976, o La carta, un alegato literario contra el impuesto revolucionario.

En 1997, preparando un viaje a la capital de Dinamarca para cubrir con El País un partido de Recopa del Betis contra el Copenhague, encontré en un escaparate una novela de Guerra Garrido titulada Copenhague no existe. Aparte del apoyo que me prestó ese libro como guía sobre la ciudad, y de la anécdota divertidísima que me regaló durante el viaje en avión con un Betis que presidía Lopera y entrenaba Luis Aragonés, al conocer la noticia de su muerte, he buscado la novela, que abre con esta cita de Maquiavelo: “Ninguna fuerza doma, ningún tiempo consume, ningún mérito iguala, el nombre de la libertad”.

De la libertad hizo Guerra Garrido uno de los principales baluartes de su aliento vital. Fue uno de los fundadores del Foro de Ermua y en el décimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco le hice una emotiva entrevista que acompañaba un reportaje con la foto de Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz, su esposa, recibiendo en el aeropuerto de Sevilla al alcalde de Ermua, Carlos Totorika, en la gira que hizo por España para recoger el abrazo solidario por la muerte infame de su joven edil. Seis meses después, Eta asesinó al concejal sevillano y a su mujer en la calle Don Remondo.

El escritor Guerra Garrido también estuvo en el punto de mira de la banda terrorista ETA. Uno de esos atentados destruyó el 21 de julio de 2001 la farmacia que regentaba con su mujer en San Sebastián, clausurando la saga farmacéutica de los Garrido. El fuego se llevó también el viejo cuaderno de notas de su abuelo boticario. Punto de partida de su conmovedor libro Cuaderno secreto, un regreso al Bierzo de su niñez lleno de vivencias, historias y recuerdos con la técnica de Delibes o Cunqueiro. En Euskadi era de los gentiles. Lo dice gráficamente el título de su primera novela, Cacereño.

Lo conocí en Granada, donde intervino en el Congreso organizado por la Asociación Colegial de Escritores que dirigía Andrés Sorel y tenía como delegado en Andalucía a Rafael de Cózar. Años después, coincidimos en Huelva, donde Guerra Garrido fue jurado del Festival de Cine Hispanoamericano. “La muerte, disfrazada de nostalgia y arritmia, se instaló en su corazón”. Con esta cita empieza su novela El otoño siempre hiere.

Cultivó la novela, el ensayo y los libros de viajes, de los que era un consumado maestro. Ganó premios literarios unidos a las ciudades de Oviedo, San Sebastián o Nueva York. El industrial Lizarraga, “soy un industrial, no un capitalista”, aprovecha su secuestro por la banda terrorista para leer El Capital de Carlos Marx e intercambiar opiniones con sus captores. Además de escritor, Guerra Garrido era doctor en Farmacia. Su vuelta a las raíces bercianas fue un acto contestatario: se prometió a sí mismo no volver a escribir ningún nuevo libro ambientado en el País Vasco. Dejó de escribir sobre su patria adoptiva, pero no de luchar. Era asiduo a la Semana Negra de Gijón.

Ponferrada y la Ponferradina eran dos lugares esenciales de su atlas personal. El Bierzo y la Maragatería, en cuya capital, Astorga, habitaba un obispo al que el abuelo del escritor le hubiera gustado escandalizar votando a favor de la existencia de Dios en una consulta por sufragio universal. El otoño siempre hiere. Guerra Garrido se ha ido dos semanas antes de la llegada del invierno.

Se dio a conocer como novelista con El año del Wolfran. Su obra sigue vigente. En La carta, un industrial recibe el día que cumple cincuenta años una misiva exigiéndole el pago de cincuenta millones de pesetas. La abre con los versos de Bertolt Brecht: “Primero vinieron los nazis y se llevaron a los judíos. / Naturalmente yo no protesté porque yo no era judío. / Después vinieron y se llevaron después a los comunistas. / Yo tampoco protesté porque yo no era comunista. / Luego vinieron y nos llevaron a todos. / Entonces sí protesté. Pero ya era tarde”. (“Graffiti en una pared de Elbain, en vísperas de la manifestación del 18 de marzo. Amaneció tachado por enérgico trazo y con la siguiente nota a pie de autor: ‘da la cara, fascista’”)

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios