Cultura

Una muestra polifónica

  • El sevillano Miki Leal presenta hasta finales de este mes en el Centro de Arte Rafael Botí, con sede en Córdoba, un recorrido antológico por su obra bajo el título 'Across the Universe'.

Objetos diseñados por Loewy.

Objetos diseñados por Loewy.

En el gran rectángulo vertical (217,5 x 150 cm.) se han delimitado dos cuadrados y en cada uno aparece un bodegón. O al menos eso cabe esperar en una exposición de pintura. La presunta naturaleza muerta, un exquisito juego de té, que aparece en el cuadrado superior tiene un encuadre más fotográfico que pictórico, aunque la mirada atenta adivina la mano del pintor en sutiles correcciones de la forzada perspectiva. El bodegón situado más abajo (piezas de una vajilla), envidiablemente pintado, conserva, en el juego de blancos y grises, ecos de la fotografía pero en fértil debate con la pintura. Las dos imágenes forman parte de eso que llamamos arte pero no son ajenas a la publicidad. Al mirarlas brota el recuerdo de un célebre Bodegón de Richard Hamilton, fechado hace más de medio siglo: dos copas de champán junto a un microondas (sin duda de primera generación).

La pintura en la que Leal recrea las 'Porcelanas Rosenthal' de Loewy. La pintura en la que Leal recrea las 'Porcelanas Rosenthal' de Loewy.

La pintura en la que Leal recrea las 'Porcelanas Rosenthal' de Loewy.

Pero cito la obra de Hamilton sólo para anotar que, con su modo peculiar de apropiarse del arte del pasado, Miki Leal (Sevilla, 1974) se apodera de la figuración pop aunque, como ahora, lo haga para ir en otra dirección: mostrar su admiración a Raymond Loewy, diseñador de las Porcelanas Rosenthal, que protagonizan los bodegones comentados. Loewy fue capaz de casi todo: ideó un automóvil aerodinámico, una locomotora, una cápsula espacial y el paquete de tabaco Lucky Strike. Una mesa en el centro de la sala recoge algunos de sus diseños: cámaras fotográficas y cubiertos.

De la serie que Leal dedicó a Loewy hay en la muestra otra pieza, un interesante retrato. El artista sevillano construye un gran plano y en la mitad superior, en visión lateral, la imagen de Loewy, en una nueva apropiación del pop: no pinta al diseñador sino su fotografía en un viejo marco con el cristal roto. El retrato se ha colocado junto a otro diseño de Loewy, una jarra de agua pensada para usarse sin riesgo o molestia en un avión en vuelo. La jarra abre insensiblemente una nueva dimensión de la exposición: la que forman los objetos de un impenitente coleccionista, Rafael Ortiz. A esa colección pertenece la jarra de Loewy, un amplio conjunto de cocteleras, una lámpara de mesa con sueños aeroespaciales soviéticos y hasta un tritón de bronce que eleva orgulloso una caracola de nácar y está datado en el siglo XVII. Hay una clara complicidad entre el pintor, Miki Leal, y el galerista/coleccionista, comisario además de la muestra. Rafael Ortiz incluye en su colección un plato de los ideados por Henry Dreyfuss para la Persian Room del Hotel Plaza de Nueva York. Vemos el plato y algo más allá, en una suerte de revoltillo que acumula libros, pinturas y marcos antiguos, la réplica de Miki Leal: el exacto tangram del plato de Dreyfuss se convierte en pintura y se integra en un fondo decorativo con ecos de Gauguin.

'Viento de cara'. 'Viento de cara'.

'Viento de cara'.

El diálogo entre pintor y galerista aparece en el contraste entre los dos paisajes que abren la muestra: a la derecha Canarias monitor, donde el color es protagonista y se construye sobre una potente oblicua que enfrenta tierra verde y mar violeta; a la izquierda, Viento de cara, un paisaje igualmente potente, construido con lenta serenidad vertical y la delicadeza de matices propia de las antiguas grisallas. Estos contrastes, sin embargo, no deben ocultar que ambos paisajes tienen su pequeña historia en la galería Rafael Ortiz. Viento de cara formó parte de la primera exposición de Leal en la galería y Canarias monitor ha sido el paisaje más recientemente expuesto en la misma sala como parte de la muestra Los géneros de la pintura.

Este juego de complicidades no impide que la muestra sea una cuidada antológica de Miki Leal: desde un temprano y cuidado Proyecto doméstico a la sensualidad de los estudios sobre el aduanero Rousseau, pasando por la ironía de Fondo para un Leonardo y la metáfora, tal vez cercana a David Lynch, que convierte On the Air, signo de emisiones radiofónicas o televisivas en aventura de Las mil y una noches a bordo de una alfombra voladora.

Tritón de bronce con caracola de nácar perteneciente a la colección de Rafael Ortiz. Tritón de bronce con caracola de nácar perteneciente a la colección de Rafael Ortiz.

Tritón de bronce con caracola de nácar perteneciente a la colección de Rafael Ortiz.

Al recorrer la muestra tropezamos con un intruso: un autorretrato de José Miguel Pereñíguez. Un excelente dibujo que aparece junto al retrato de Loewy ya comentado. No es un error. La exposición es polifónica: a la pintura de Leal y los objetos de Ortiz se añade una tercera voz, la del texto del catálogo, escrito por Pereñíguez. El texto habla de arte, de la atención que en Leal y en él despierta el diseño, de la común afición al jazz. En un momento, casi de paso, se dice de Miki Leal que nadie como él elige tan bien qué pintar. Es difícil encontrar mejor elogio: al fin y a la postre, Marcel Duchamp y su arte de ideas y Barnett Newman y su pintura apasionada comparten un problema básico: ¿qué merece la pena llevar al arte? ¿No consiste el arte justamente en elegir?

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