Una mujer frente al vacío
Cayetana Guillén Cuervo llega hoy al Teatro Lope de Vega con la adaptación de Eduardo Vasco del clásico de Henrik Ibsen, 'Hedda Gabler'
Cuando en 1891 se estrenó en Múnich Hedda Gabler, de Henrik Ibsen, el público no le ofreció un recibimiento muy caluroso. Quizás era difícil simpatizar con una mujer de la alta sociedad cuya principal preocupación era la falta de distracciones. "A veces creo que sólo sirvo para una cosa en este mundo [...] para aburrirme mortalmente", confiesa la protagonista en el segundo acto. Curiosamente, cuando la obra llegó a España en 1901 la crítica y la élite intelectual elogiaron el trabajo de Ibsen, aunque seguían admitiendo que el personaje se les antojaba algo raro y absurdo.
Con su adaptación de este clásico, estrenada la pasada primavera en el Teatro María Guerrero de Madrid y que llega hoy al Lope de Vega, Eduardo Vasco ha querido hacer justicia al personaje de Hedda y comprender, con una nueva mirada, sus razones y su entorno. "Hedda es una mujer muy capaz e inteligente encerrada en una vida que no la hace feliz. Y como ella ha habido generaciones enteras de mujeres de las que la sociedad no esperaba nada y a las que las condiciones y las leyes aislaban en una vida vacía. Vasco ha querido abordar esta cuestión desde un punto de vista contemporáneo: ¿Qué pasa cuando alguien vive una vida que no quiere vivir? Al final acaba convirtiéndose en un ser tóxico que contamina su alrededor con las decisiones equivocadas", explica Cayetana Guillén Cuervo, quien no sólo da vida a esta gran antiheroína del siglo XIX -a la que ya interpretaron actrices de la talla de Ingrid Bergman o Cate Blanchett- sino también produce el montaje. "Al actor se le llama muy tarde y yo quería estar en el proceso creativo desde el primer momento, ser testigo, cómplice y que se contase con mi criterio", apunta la actriz, que ya había trabajado con Vasco y parte del equipo en El malentendido, de Albert Camus, última obra con la que actuó en Sevilla.
La literatura cuenta con muchos ejemplos de antiheroínas, personajes que actúan a contracorriente, desafiando las convenciones sociales y destruyendo la paz de su entorno. Personajes como Medea, quien, rechazada por su marido, mata a sus propios hijos. Pero para Guillén hay una gran diferencia entre estas dos mujeres: "El desamor de Medea es más fácil de comprender que el tedio y la insatisfacción. Los problemas de las clases sociales más altas no generan mucha empatía, pero eso no significa que sean nimiedades". Esa distancia entre el público y la protagonista ha supuesto que, durante años, caprichosa haya sido la forma más común para describirla. "Y de hecho lo es. Pero lo interesante es preguntar de dónde viene esa actitud. Si no has conseguido nada, si no has cumplido tus sueños, si se espera que seas feliz a través de tu marido y no por ti misma, si no se cuenta con tu opinión ni siquiera para la maternidad... Sus caprichos son fruto de esa vacuidad".
"Existen dos códigos de moral, dos conciencias diferentes, una del hombre y otra de la mujer. Y a la mujer se la juzga según el código de los hombres (…) Una mujer no puede ser auténticamente ella en la sociedad actual, una sociedad exclusivamente masculina". Éste es el diagnóstico que hacía Ibsen de su época. "Fue un gran revolucionario, un precursor del feminismo que plantó cara a la situación. En su momento sus ideas fueron muy cuestionadas pero gracias a él la sociedad pudo reflexionar sobre el papel de la mujer". Una reflexión que aún tiene que continuar, pues aunque la situación ha mejorado notablemente desde los tiempos de Ibsen, lo cierto es que sus textos siguen dando respuesta a problemas actuales y el camino que queda por recorrer hasta la verdadera igualdad es todavia largo. "La ley va muy por delante de los hábitos. Pero en esta conquista tenemos aliados, la cultura y el arte, que ayudan a la reflexión. Esa es su grandeza, mostrar un reflejo de la sociedad que haga que algo cruja en el corazón".
Durante el último año Cayetana Guillén Cuervo ha interpretado el papel de otra mujer fuerte, Irene Larra en la serie de Televisión Española El Ministerio del tiempo, un papel por el que ha podido reconectar con el público, del que hacía tiempo se sentía algo distante. "Llevo muchos años presentando programas culturales, algo que me encanta pero que no está muy bien de cara a la ficción. Este papel me ha servido para que me vean de otra forma y para demostrar que puedo interpretar otro tipo de personajes". Parte de este reencuentro con la audiencia se debe al hecho de que se trate de un personaje homosexual, algo que los espectadores han agradecido. De hecho, tal ha sido la repercusión del personaje que, además de tener un club de fan, las Cayetaners, en su mayoría mujeres lesbianas, la actriz fue invitada a dar el pregón del día del Orgullo Gay junto al director Alejandro Amenábar.
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