Nacho Duato y su apuesta por los futuros talentos
Duende / Na foresta /Cantus | Crítica de danza
La ficha
**** 'Compañía Nacho Duato. Director artístico: Nacho Duato. Programa: ‘Duende’ (con música de Debussy), ‘Na Floresta’ (música de Heitor Villa-Lobos y Wagner Tiso), y ‘Cantus’ (música de Karl Jenkins). Coreografía y vestuario: Nacho Duato. Intérpretes: Blanca Álvarez, Samuel Benavides, Sara Ciafrone, Chloe Billy, Riko Hamada, Hiroto Iida, Ángel Jaimez, Ot Marian, Marshall Paige, Denis Montoya, Kii Ohashi, Lily Pakula, Luca Pelata, Arina Rudenko, Claudia Santamaría, Alejandro Santomé, Marco Tonelli, Sofia Tullio. Iluminación: Nicolás Fischtel (A.A.I.). Escenografía: Nacho Duato y Walter Nobbe (Na Floresta). Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo, 14 de diciembre. Aforo: Lleno.
No cabe duda de que Nacho Duato (Valencia, 1957) es uno de los nombres imprescindibles para hablar de la evolución de la danza en España desde el último cuarto del siglo XX.
Su largo período (de 1990 a 2010) al frente de la Compañía Nacional de Danza supuso la adopción de un estilo neoclásico muy personal -influido sin duda por el que fuera su mentor Jiri Kiliàn- y la creación de más de medio centenar de obras para un elenco realmente sobresaliente.
Al salir de ella no demasiado pacíficamente y llevarse consigo todo su legado, había una enorme cantidad de jóvenes que no habían tenido ocasión de ver en directo sus coreografías por lo que es de agradecer que a su regreso a España -aunque sigue a caballo entre Madrid, San Petersburgo, donde es director artístico del Teatro Mikhailovsky, y los teatros del mundo donde lo requieren como coreógrafo invitado- haya decidido crear una escuela para enseñar su estilo y su técnica y, de este modo, mantener vivo su repertorio y ofrecerlo, gracias a los jóvenes profesionales que la frecuentan y con los que ha formado compañía, a las nuevas generaciones.
Una joven compañía que anoche llenó el Maestranza con tres coreografías prácticamente desconocidas para el público joven, aunque dos de ellas, perfectamente actuales, proceden de los primeros años 90.
Abrió el programa Duende, una pieza estrenada por el Nederlands Dans Theater -donde Duato bailó durante varios años- en 1991 y presentada en este mismo teatro en 2002 de la mano de la CND 2. Dividida en varias escenas en las que predominan los dúos y los tríos, Duende es una de sus más genuinas creaciones ya que, con la música de su amado Debussy como guía, principalmente en los duetos, el coreógrafo se permite esculpir formas que rompen el clasicismo a base de ángulos rectos en piernas y brazos y de un uso muy especial de las manos, sin perder por ello la belleza y la fluidez que le inspiran las obras de madurez del compositor, como la Sonata para flauta, viola y arpa o Syrinx, con sus reminiscencias orientales.
La segunda pieza fue Na foresta, estrenada también por el Nederlans 2 en 1990 y con ella, gracias a la música de los brasileños Heitor Villa-Lobos y Wagner Tiso y, sobre todo, a las canciones llenas de sentimiento de Ney Matogrosso, los bailarines y las bailarinas, vestidas estas con coloridos trajes de vuelo, nos sumergen en un mundo mucho más expresivo que formal, con el suelo como recurso añadido y una fluidez guiada por los diferentes estados de ánimo y por un sentimiento de libertad que, sin embargo, no pierde nunca de vista la técnica clásica, como demuestran las numerosas diagonales masculinas y los continuos portés entre las parejas y los tríos. Un hermoso tríptico que rinde homenaje a la naturaleza y que dio paso a la última coreografía de la velada.
Si bien las piezas del siglo pasado han resistido a la perfección el paso del tiempo, Cantus, creada el pasado año por Nacho Duato y estrenada también en noviembre de 2024 en Logroño, es clara hija de su tiempo. Un tiempo de guerras y guerrillas, de niños soldados y de una energía dura y fuerte que recorre toda la obra, en clara sintonía con la siempre eficaz y poderosa música del británico Karl Jenkins.
Un reto para la joven compañía, ya que la pieza se compone de movimientos casi militares que exigen unísonos de gran precisión, sin olvidar los detalles propios de la danza (unos pies que desmienten lo marcial, un hermoso dúo que sobrevuela el dramatismo del ambiente…) y una unión frente al inocente caído que no deja fuera la esperanza. Un gran reto para los bailarines y bailarinas que, a juzgar por los fervorosos aplausos recibidos, también fue un disfrute para el público asistente.
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