La noche cae sobre Manila
El sello Cameo edita en DVD 'Kinatay' y 'Lola', de Brillante Mendoza, dos cintas de 2009 que se adentran en la más cruda realidad filipina contemporánea
Lola - Kinatay. Brillante Mendoza. Cameo / Cahiers du cinéma-España. DVD. 112 min. / 96 min. 15 euros c/u.
Mientras la cartelera nos sigue castigando sin piedad con nuevas ausencias semanales, el mercado del DVD nos pone al día con la diversidad del mejor cine de autor que se puede ver hoy en nuestra cartelera. De las ediciones de 2009 de Cannes y Venecia llegan respectivamente Kinatay y Lola, dos cintas dirigidas por Brillante Mendoza (San Fernando, 1960), el cineasta que mejor fortuna ha corrido (Palma de Oro a la Mejor Dirección por la primera, en concurso en Venecia con la segunda y presente ya en 2008 en la sección oficial de Cannes con la anterior Serbis) de toda esa nueva y estimulante generación –pinoy, como la ha bautizado el especialista Juan Guardiola– de jóvenes directores filipinos que, de unos años a esta parte, cámaras digitales y bajo coste mediante, se han dado a conocer internacionalmente a través de los festivales y gracias al apoyo de la crítica más exigente, siempre atenta a los movimientos sísmicos del extrarradio del planeta-cine.
Mucho más integrado que sus coetáneos Lav Díaz (Melancholia) o Raya Martín (Independencia), que desafían formatos, duraciones y géneros desde una independencia creativa y una voluntad experimental con pocos peajes, Mendoza, que ultima ya su nuevo filme, Captured, con Isabelle Huppert como protagonista, abraza las formas del realismo de raíz documental para testimoniar, desde una puesta en escena que prima las interpretaciones no profesionales, la observación, el seguimiento y el plano-secuencia sobre cualquier otro elemento dramático, el demoledor presente de un país azotado por la superpoblación, la miseria, la burocracia, la corrupción, la violencia y el crimen, asuntos que le han granjeado cierta fama de cineasta sensacionalista.
El realismo digital de nuevo cuño de Mendoza, su incursión en las simas más sórdidas de la realidad urbana de su país, en el que se dejan sentir ese caos y esa delirante mescolanza cultural fruto del pasado colonial y de los desequilibrios del capitalismo (que provocan, por ejemplo, que la palabra kétchup pueda ser un nombre propio), prolonga esa tradición local iniciada por cineastas como Lino Brocka, quien ya en los años setenta proponía una vía de acceso a la modernidad dando visibilidad a la superficie no oficial de Filipinas, de la lúbrica vida nocturna homosexual a los rincones más sórdidos de la marginalidad, dando visibilidad a la vida, en definitiva, con todos sus matices e imperfecciones.
El tándem de películas que conforman Kinatay y Lola, la primera de régimen nocturno, criminal y sombrío, la segunda diurna, grisácea, lluviosa, derivativa y hasta cierto punto esperanzada en su retrato de dos abuelas coraje, bien pudiera conformar un ilustrativo programa doble en el que Mendoza se esfuerza por hacernos sentir el pulso de la calle, su hormigueo y su flujo continuo, su tensión diaria, a través del periplo de personajes, un joven aspirante a policía que se ve envuelto en el atroz asesinato de una prostituta y dos ancianas golpeadas por la fatalidad de un nuevo crimen, que trascienden su anonimato a través de una mirada cinematográfica siempre al acecho, capaz de situarse (y situarnos) a una prudencial distancia del drama humano a la espera de que de su trayecto, doloroso y abnegado, surja algo parecido a una verdad moral que acaba revelándose por sí misma.
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