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Cultura

Una obra en expansión

  • Una pieza genera muchas otras; sobre eso, y sobre la condición de la imagen, reflexiona la muestra de Gordillo en Espacio Escala

Un cuadro ya acabado puede contener tanto arte como engaño. La pintura muestra pero también cubre. Cualquier pintura tiene su cara oculta donde reposan dudas e indecisiones del autor y también pequeños fracasos, unas y otros cubiertos por la realización final. Por eso, mostrar el proceso de elaboración del cuadro es un acto de valentía. Luis Gordillo ya lo hizo hacia 1993: el catálogo de aquella exposición celebrada aquí, en Sevilla, en el Pabellón Mudéjar, contenía las fotos del proceso de trabajo de dos obras: Imperio edípico y Corazón de Jesús en vos confío. Por eso no extraña que muestre ahora también el proceso que culminó en una obra del año 2003, Velocidad supersónica a cámara lenta.

Pero en las obras de Gordillo, mostrar tales procesos quizá tenga un significado más hondo. En su caso, el proceso forma parte de la obra. El trabajo mismo de elaboración sugiere al autor nuevas posibilidades que acaban alterando el cuadro, que puede ampliarse hasta convertirse en políptico, incorporar fragmentos, abandonando el formato rectangular o completarse con piezas pequeñas físicamente independientes, adquiriendo la obra aire de retablo.

Este modo de trabajar es importante en Gordillo. Lo fue en sus primeros años, cuando cada hoja del bloc encerraba las ideas y posibilidades que habían brotado del dibujo de la página anterior; y lo fue (y lo es) en sus series que parecen formadas por una sucesión de ideas en el tiempo. Quizá alienta ahí su talante barroco, tal como entendió el término Gilles Deleuze: un modo de ser y hacer que no reposa en la figura o la obra terminada, sino que acomete una operación infinita, porque el mundo cambia y el deseo impulsa, y el arte recoge esa doble e incesante vibración. Andrenio, uno de los protagonistas de la célebre novela de Gracián, no se limita a contemplar el mundo o a experimentarlo, sino que cada encuentro es para él una metamorfosis. Algo parecido parece ocurrir en Gordillo: cada obra brota de un proceso de transformación, provoca un recorrido.

De ahí que una obra puede generar muchas. La presente exposición lo sugiere. Es, en buena medida, la expansión de una obra que origina, por una parte, sucesivos trabajos modulares y por otra, una reflexión sobre la imagen.

Velocidad supersónica a cámara lenta, cuadro central de la muestra, contiene formas geométricas irregulares que le confieren especial ritmo. Gordillo las aisla en una serie de tres obras, las reúne después en una sola (Delicatessen), más tarde las somete a sorprendentes cambios de ritmo en una serie de 25 piezas y las lleva por fin a Pijama para tres, un irónico trabajo en que la imagen tecnológica (impresiones digitales) evoca el ilusionismo de la pintura (las sombras dan falso volumen a los módulos) y a la vez ciertos diseños textiles.

Aparte de esta expansión modular, el cuadro genera otro desarrollo: las formas geométricas se independizan hasta formar una larga cadena de elementos que a veces incorporan fotos que se relacionan con la pintura de modos diversos. Imágenes fotográficas de fragmentos de cuadros, animales, objetos cotidianos se superponen a la pintura, reciben a su vez pigmento o recortadas como una orla y superpuestas a la pieza, sugieren una extraña profundidad.

Hace años, en uno de sus escritos, Gordillo, sopesando la labor del artista, destacaba, entre las formas de trabajo de la época (eran los años 60), la indagación formal que acometían ciertos autores y el compromiso social en que se ocupaban otros. Gordillo no siguió ninguno de esos caminos. Al menos, a primera vista. En sus trabajos, sin embargo, hay una peculiar atención a la forma. Lo evidencian exposiciones como las de La Algaba, en 1989, o hace pocos años, en el Círculo de Bellas Artes. En ambas se advertía una mantenida reflexión sobre la forma a través del dibujo, la fotografía y el fotograbado industrial. Una reflexión que en la presente muestra se percibe con más claridad. Por otro lado, su obra, si no comprometida (en el sentido convencional del término) ha sido y es crítica. Más allá de los orondos rostros de George W. Bush (en torno la guerra de Iraq) o de aquella ironía sobre el turismo en 1974, La pareja americana, su obra ha sido una sostenida meditación sobre la condición del individuo, su identidad problemática, su labilidad, su incesante capacidad de desear, sus nomadeos meándricos. Quizá la preocupación por la profundidad que le hace superponer estructuras en sus obras se relacionen estrechamente con esta inquietud.

Luis Gordillo. Cajasol, Espacio Escala (Cardenal Cisneros, 5), Sevilla. Hasta el 10 de enero.

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