Perianes egipcio y pincel ruso

Orquesta Philharmonia | Crítica

Javier Perianes con la Orquesta Philharmonia y su titular Rouvali en el Maestranza
Javier Perianes con la Orquesta Philharmonia y su titular Rouvali en el Maestranza / Guillermo Mendo

La ficha

ORQUESTA PHILHARMONIA

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Gran Selección. Solista: Javier Perianes, piano. Philharmonia Orchestra. Director: Santtu-Matias Rouvali.

Programa: Concierto para piano nº5 en fa mayor Op.103 Egipcio de Camille Saint-Saëns [1896]; El pájaro de fuego (Suite de 1945) de Igor Stravinski.

Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Lunes 31 de marzo. Aforo: Media entrada.

La londinense Orquesta Philharmonia ha empezado su gira española por Sevilla, con un sevillano (de adopción y residencia) como solista para el llamado Concierto Egipcio de Saint-Saëns, una obra que recientemente ha ganado enteros entre los pianistas y que el de Nerva tocó con su habitual control sobre el tempo y la dinámica. En mi opinión, lo más interesante está al principio, en ese segundo tema sincopado y cromático en el que resuena la voz de Dalila y que Javier Perianes tocó con la incisividad en los acentos que le otorga su máximo significado. Para el tono decorativo del Andante fue ideal la suavidad del acompañamiento que planteó Rouvali, mientras que en el virtuosístico final Perianes mostró la agilidad de la que es capaz y el brillo de su sonido, articulado de forma admirable.

Sabedor de que el concierto es corto y no sabe a mucho, el pianista onubense dio dos propinas perfectamente contrastadas, acercándose a dos de los compositores de los que actualmente es absoluta autoridad mundial: primero, el Falla del Amor brujo con una Danza ritual del fuego colorista y audaz en sus quiebros rítmicos; luego con una de las Piezas líricas de Grieg, en la que mostró esa sensibilidad musical y esa increíble habilidad para ir disminuyendo el volumen de su sonido sin perder nunca ni prestancia ni el control sobre la línea. Pura magia egipcia.

La orquesta londinense había mostrado ya en el acompañamiento la finura de su sonido, y su titular, el finlandés Santu-Mattias Rouvali, quiso remacharlo en la segunda parte con un Pájaro de fuego de Stravinski de carácter pictórico, casi un dibujo de los diferentes cuadros del ballet, pero hecho a pincel fino. La Danza del pájaro sirvió al principio para demostrar la amplitud y claridad del sonido de la orquesta, la alta calidad de sus primeros atriles, y luego Rouvali se entretuvo en destacar los detalles más pequeños de color (las trompas en la Pantomima III, esas dos flautas con el violín y enseguida las maderas con el arpa en el jorovod de las princesas...) hasta el estallido (muy controlado) de la Danza infernal de Katschei, cerrada con un extraordinario piano subito para enlazar delicadamente con la berceuse. Fue una fina acuarela rusa y no el aguafuerte de luces y sombras que quizás muchos esperaban.

Dos propinas también ofreció el conjunto británico, en las que Rouvali quiso mostrar otro perfil de la orquesta: el del ritmo más desenfadado, primero con la original Circus Polka de Stravinski y luego con la muy trillada Danza húngara nº1 de Brahms. El sonido se afiló un poco más, pero sin mostrar nunca sus rasgos más rústicos.

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