París se rinde a los ritmos españoles y cubanos
MÓNICA REDONDO & ELENA SANCHO PEREG | CRÍTICA
La ficha
***Festival de Ópera de Sevilla. Programa: Canciones de M. García, G. Rossini, P. Viardot, Ch. Gounod, J. Massenet, C. Saint-Saëns, M. Ravel y C. Debussy. Soprano: Elena Sancho Pereg. Mezzosoprano: Mónica Redondo. Piano: Teodora Oprisor. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Miércoles, 8 de octubre. Aforo: Dos tercios.
Cañas, boleros, seguidillas, sevillanas, habaneras, fandangos, en un ir y venir desde España a Cuba y de ahí a París de la mano de los García y de tantos músicos franceses de su órbita cercana seducidos por los aires modales, las cadencias andaluzas y los ritmos de amalgama. Todo esto fue la razón de ser de este concierto a dúo que fue de menos a más hasta culminar en estado de plena alegría con la habanera El arreglito de Iradier y el Duetto buffo di due gatti de un falso Rossini (en realidad el compositor británico Robert Lucas de Pearlsall).
No arrancó bien el recital con un Dúo de la caña y el bolero de Manuel García sin apenas sincronización en los ritmos superpuestos de ambas líneas vocales y con una Redondo de sonido oscuro y trasero. Sancho sacó a continuación a relucir sus mejores y únicas armas: un timbre deslumbrante en la franja aguda y sobreaguda, con Mis y Fas sobreagudos impresionantes sobre un amplio dominio de las agilidades. Pero también evidenció en casi todo el recital su falta de expresividad y su poca atención a los matices y reguladores. Sólo redondeó apropiadamente en solitario una Séguidille de Debussy en la que se le notó un serio esfuerzo por jugar con el sonido y con los acentos. Todo lo contrario que Redondo, ya en plena voz ancha y bien colocada, todo un dechado de uso de la voz como vehículo para transmitir emociones y salero castizo a raudales, como en Ay pobre Curro mío de Gounod. Domina la escena desde el primer momento y establece complicidades con el público con sus movimientos y gestos, que se transmiten a su manera de cantar. En la Caña de Pauline Viardot recurrió a un fraseo jondo y pasional, con estupendos reguladores y un diminuendo final impresionante. La combinación de poderío vocal y delicadeza en el fraseo permitió una soberbia versión de la Vocalise-étude en forme de habanera de Ravel. En las piezas a dúo no alcanzó el nivel esperado Les amants de Séville por la diferencia de expresividad de una y otra cantante y porque, posiblemente por el arreglo realizado en la partitura, hubo momentos de conflictos de armonía entre las voces. Todo lo contrario que el Fandago del diablo de Viardot, con espectaculares tiradas de vocalizaciones entrelazadas de forma brillante.
Oprisor fue una estupenda acompañante que controló en todo momento el sonido del piano, que supo dar cuenta de los cambios rítmicos y que sirvió de magnífico sustento a las voces. Se marcó un arranque fulgurante y brillante del fandango.
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